Seguimos en marzo de 2020 y ya no se puede más. Uno de los países con mayor porcentaje de vacunados del mundo y uno de los que más ahogado tiene al sector de la Cultura. No se entiende que sigamos así. No se entiende el seguir sentados, el control de aforos, la mascarilla, la separación de grupos de personas… Y no por lo novedoso del hecho, que ya viene siendo habitual, la situación fue cuando menos sangrante en el concierto de Delaporte, un show totalmente planteado para ese baile que parece que nunca llega.
Cuando uno establece una comparativa con otros países de nuestro entorno se le cae el alma a los pies viendo cómo el número de restricciones y la apuesta por el sector es bien distinta. Tanto es así que servidor empieza a notar cierto desencanto y hastío de público en una programación prolífica pero estática. Hay gente que ya no quiere acudir a ver música en vivo. Al menos mientras la música en vivo siga siendo así. Y si ya pierdes al público fiel y ‘cultureta’ dispuesto a dejarse sus ahorros en la oferta actual al final nadie apostará por programar cuando se empiecen a vislumbrar sillas vacías.
Es una problemática permanente que ya sufren tanto artistas como público, y eso a tras los ímprobos esfuerzos de una Sandra Delaporte y Sergio Salvi que, a pesar de las circunstancias, dieron el 120x100 para alegrar a la afición pamplonesa.
Con Salvi a las máquinas y Delaporte al micro y baile empezaron su espectáculo por medio de la ahora paradójica “Algo baila en mí”, con la que presentaron sus disculpas por venir “a hacer bailar” a una terraza del Zentral abarrotadamente sentada para la ocasión. No tardó en llegar “No dirás”, uno de los temas de "Titanas", ese álbum femenino recientemente estrenado que cuenta con las colaboraciones de Rozalén, Rigoberta Bandini, Amaral o la propia Rozalén, entre otras. Cierto es que aunque la escenografía era significativamente sobria, los Delaporte se aliaron con la acústica de la plaza, y por medio de un buen puñado de sonidos lanzados, alcanzaron una atmósfera envolvente desde el inicio del espectáculo.
Una vez engrasada la actuación, llegó el primero de los grandes momentos con una extendida versión de la famosísima “Cariñito” con la que el público rompería la lanza de los coros. Y algo similar sucedió con “Si estás tú” y ese tarareo que tanto encandiló al respetable pamplonica y que acabó desembocando en la primera gran ‘rave’ de la tarde. Fruto de la complicidad entre artistas y asistentes llegó “De dónde vienes” con buenas dosis de baile de Sandra Delaporte previo a otro gran desinhibido momento con la ascendente “Se va”.
Fue en este punto cuando todos los asistentes cayeron en la cuenta de que iba a ser difícil mantener la compostura en un directo de estas características. Y tanto fue así que la propia Sandra Delaporte acabó por consolar al público al que animó con que, a falta de baile, cerraran los ojos y movieran las cabezas “como si estuvierais colocados” en su recientemente estrenado “Droga dura”.
Y en ese momento ya no cambiaría ni un ápice la dinámica del directo con canciones como “Ni un beso”, “Clap clap”, “Superman”, “El jardín”, “El volcán” o “Bang bang”, que mantuvieron arriba a un público que solo pudo mirar con nostalgia lo que ya lleva un año y medio siendo la norma en los espectáculos en vivo. Delaporte ofrecieron un producto musical súper efectivo, con mucho sonido pregrabado, eso sí, pero sin demasiados embustes. El único y verdadero engaño a día de hoy es que tengamos que seguir disfrutando la música en vivo así. Parece algo ya fuera de lugar. Parece como si la vacuna hubiera llegado para todo el mundo menos para la Cultura.
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