Igual deberíamos decirlo ya, no tener que darle tantas vueltas: Deer Tick es una de las bandas más infravaloradas de la escena de folk rock contemporánea. Por alguna extraña razón, a veces bandas con la mitad de talento se cuelan en lo más alto de las listas, de los festivales y del subconsciente. Después de verlos en Barcelona en salas como Monasterio, Bikini o Apolo, su actuación del pasado martes en Sydney no hace más que corrobar que, una década después de sorprender a crítica y público con el debut “War elephant”, siguen haciendo lo que les place.
Una banda comprometida con nadie más que consigo mismos, capaces de firmar discos que abrazan desde el folk-americana como “Born on flag day” al rock’n’roll más cafre y vacío como “Divine Providence” o el ambicioso y extraño doblete que ahora presentan, “Deer Tick Vol.I” y “Deer Tick Vol.II”. Al cuarteto de Rhode Island poco parece importarles las críticas, las ventas o seguir cierta coherencia más allá de sus agallas. Les hemos visto desnudarse sobre el escenario, comportarse como hooligans, sonreír con dientes de oro y en esta ocasión, sorprendernos con su comportamiento comedido. Y al final, la música siempre se convierte en protagonista, porque cuando suenan los primeros acordes de “Sea of clouds” ya no existe nada más en ese pequeño universo que la desgarrada y penetrante voz de John McCauley, los cuellos estirados al límite del pentagrama, las guitarras dulzonas y ese cruce casi imposible entre Tom Petty, Buddy Holly y Johnny Cash. Cinco años después de su última visita australiana, la banda regresa mucho más limpia -en todos los posibles sentidos-, presentando varias de sus nuevas canciones introspectivas, plagadas de medios tiempos y apuntes bizarros, como “Me and my man”, sobre la relación del batería con su perro. “Clowin’ around” de “Divine Providence” abrió la veda para recuperar sus primeros y celebrados singles como la capital “20 miles”, mucho más pausada y emocionalmente cargada si cabe.
La primera parte del concierto deviene más melosa, con cierto gusto por las melodías rockers de los 50, culminando en el cover “Pale blue eyes” de la Velvet Underground y en una nube cargada de distorsión y -ahora sí- garra. Las emociones de nuevo a flor de piel cuando suena la nueva versión de “Smith hill”, una de esas canciones que te abren un agujero negro en el estómago, para traer de vuelta todas esas cosas que te emocionan. Algo más cómodos, desenfundan las armas pesadas en un medley de singles y temas menos conocidos, además de un cameo funky reivindicando al Michael Jackson de “B.A.D”.
“Blood moon”, “S.M.F” y la coreada “Ashamed” desplegando toda la esencia del grupo, suenan en el bis, que, como no podía ser de otra manera, finaliza con McCauley dedicando a todos los presentes “You are so beautiful” de Joe Cocker, porque sí.
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