Cada vez resulta más complicado que una banda, inmersa en el estilo en cuestión, destaque dentro de esa numerosa maraña que conforma ese actual revival post-punk acontecido en Reino Unido. Una sección numerosa y que oferta multitud de opciones válidas, aunque no tantas se antojan tan apabullantes como la de Deadletter, en una conclusión extraída directamente tras su concierto en el madrileño Café Berlín. Lo cierto es que lo de la formación del sur de Londres prometía en base a un debut sólido como “Hysterical Strength” (To So Recordings, 24), potenciando unas expectativas desbordadas a lo largo y ancho de un concierto espolvoreado con trazos de ska, soul y free jazz, además de aprovechable durante todos y cada uno de los setenta minutos que el grupo estuvo sobre el escenario.
Sonido sin fisuras y bien definido, músicos intachables a pesar de su juventud y, por supuesto, la presencia de un frontman nacido para reclamar el plano principal como es Zac Lawrence. Un imberbe de mirada desafiante que, además de ejercer como cantante convincente, puede pasar de insinuarse como intelectual a psicópata en cuestión de segundos. Un cruce imposible entre Paul Weller, Ian Curtis, Liam Gallagher, Suggs y Mark E. Smith. Esa dualidad entre lo sofisticado y lo visceral, trasladada al seno de la banda, así como a sus canciones y la misma puesta en escena, es también el valedor definitivo de Deadletter. Su elemento diferenciador, podría decirse, con el saxofón rematando con presencia propia la mayoría de piezas tras encajar entre las gruesas líneas de bajo y lo expeditivo de las guitarras y batería.
Un concierto siempre creciente, que fue de más a mucho más y dejaba como curiosidad el hecho evidente de que una banda incipiente enganche en vertical con público de la vieja guardia, clara mayoría entre los asistentes que agotaron las entradas. Quizá eso explique que, atendiendo a la ardorosa propuesta del grupo inglés, la (consabida) consecuencia en forma de pogo se retrasase más de lo debido. Fue en el tramo final formado por “Deus ex machina”, “Binge” y “It Flies” cuando llegó el inevitable desparrame, remachando el triunfo incontestable de una formación que dejó visos de algo grande. Antes ya habían sonado, igual de apabullantes, “More Heat!”, “Relieved”, “Hero”, “Mere Mortal”, “Practise Whilst You Preach”, “Hysterical Strength”, “A Haunting” o una “Bygones” deudora de The Clash.
Puede que, en unos años, el asunto incluso de para presumir de aquella perogrullada del “yo estuve allí” y, si hay alguien que pueda disputarle a corto plazo el título a Fountaines D.C., esos parecen ser Deadletter. Elucubraciones pasionales, en realidad, y será el tiempo quien confirme o desmienta si el sexteto confirma esas cualidades que, entremezcladas con talento e inteligencia, vienen luciendo tan arrasadoras como lo hicieron a su paso por Madrid. En cualquier caso, si Oasis siguen buscando banda invitada para sus conciertos de regreso previstos para el año que viene, deberían firmar sin demora a estos chicos. Tirando de flema británica, hay motivos de sobra para creer que Deadletter bien podrían ser esa “The next big thing” que tienden a buscar los tabloides en Gran Bretaña.
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