El Monkey Weekend, ese bendito cordón umbilical de serpentinas y cintas de casetes mojadas en fino, que sigue uniendo el espíritu libre del extinto y primigenio FREEk Fest y el cada vez más más gigante Monkey Week con la tierra que los parió, El Puerto de Santa María, cumple su tercera edición colgando el cartel de no hay billetes, con una programación que es pura combustión instantánea.
Y eso hacemos nada más amerizar en el río Guadalete, arder, previa copa de vino y cartucho de camarones, adentrándonos en el Castillo de San Marcos, conquistado en pocos segundos por María Guadaña y los Afiladores, sus Bad Seeds particulares. Teníamos muchas ganas de hincarle el diente al directo de la jienense Herminia Martínez que, tras desgranar su imprescindible EP de presentación, Remedios paganos (19), supera las expectativas y nos deja quemaduras y cortes para no olvidar. Entre Patti Smith, PJ y Fee Reega, pasando por Mark Lanegan, Nick Cave o Pablo und Destruktion, pero con un discurso propio y un carisma interpretativo al alcance de pocos. Nos seguimos acordando de ella y aún rezumamos Oxitocina por la piel. Pura pasión y desencanto que termina dejando un rastro de rosas rojas entre el público.
Salen a escena y a por todas los indiscutibles cabezas de cartel de este año, The Flamin' Groovies. Los californianos tiran de oficio y garra, con Cyril Jordan en primera línea de batalla y la inmortal “Shake some action” para abrir la caja de los relámpagos que, poco a poco, nos borra el sabor amargo de la ausencia de Roy Loney. Electrifican la noche con una energía y vitalidad desbordantes. Nos dejamos llevar por la brisa del cover de The Byrd I’ll Feel a Whole Lot Better y nadamos mar adentro en una botella bajo el hechizo de Whiskey Woman, para seguir los surcos y acelerar en la titular “Teenage head”, del disco del mismo nombre que los catapulto en el 71, del que también nos regalan una triunfal Have you seen my baby? con regusto stoniano. El castillo no cae, pero se tambalea de lo lindo en el esperado tsunami final que desata Slow Death.
Y sí el Escenario Ron Contrabando ha aguantado en pie a duras penas, el poderío de Derby Motoreta’s Burrito Kachimba se manifiesta y los torreones de San Marcos despeguen hacia otro planeta. La kinkidelia se extiende como una plaga fluorescente en la oscuridad y tardan segundos en poner el castillo patas arriba. Guitarras afiladas, psicodelia enmascarada a los teclados, una base rítmica que parece salir del centro de la tierra y lsd bajo la lengua del espíritu de Triana. Besamos la lona, pero nos levantamos antes de que suene la campana, reflotados por la rave resucita muertos de Tali y La Rubia pincha.
Empezamos el sábado con una copa de vino en la Bodega Osborne y Quique dibuja la tristeza (18). Los Hermanos Cubero han firmado un disco a corazón abierto, sin lugar a dudas, entre las obras nacionales más sinceras y dolorosamente bellas de los últimos tiempos. Suena Tenerte a mi lado y hasta las columnas de la bodega rezuman lágrimas. Nos quitamos el sombrero y la cabeza. Cogemos aire y nos tiramos al monte en Por ganarme la vida, para terminar, cantando al unísono con las copas al aire, eso de "Ocho horas y una caña para terminar el día, / para un tarro caliente, una jarra que esté fría", de Trabajando en la MCA, ambas de su anterior y notable Arte y Orgullo (16).
Nos resguardamos del sol en Bugalú, mientras se abre el garaje y la calle va cogiendo color, al son extraterrestre del theremín de Javier Diez-Ena. Pausa, sombra y vermut o al revés, contraseña correcta para que se abra de nuevo el Garaje Bugalú y Space Surimi haga que la romería de monetas y monetes alcance velocidad de crucero. El Puerto parece carnavales y una manguera nos riega desde los tejados, bajo las rimas marcianas de Double Flipper (18).
El lorenzo aprieta y La Casa Monkey nos da cobijo y aire fresco, mientras la placida y emocionante voz de la leonesa Kiki d’ Aki, se extiende a sus anchas por cada rincón y Sergio López de Haro la acompaña rasgando su Stratocaster. Y es que, si “ya no hay carbón ni tampoco astillas”, quemamos hasta la última silla, las naves o lo que haga falta en El pintor de Vainica Doble, que María José hace suyo. De bandas y solistas emergentes, a una de las voces más auténticas de los 80, resurgiendo y enamorando a los presentes con Tiempo de amar.
Volamos en busca de El Grajo, que hace que se contonee la terraza del Bar Santa María, llena hasta la bandera. Bajamos la escalera de caracol en paracaídas, tarareando Un proceso lento y caemos en La Cristalera, delante de María Yfeu, la voz del festival. Acompañada durante buena parte del show por Los Estanques (Íñigo Bregel a la batería) y sola con su Gretsch, embelesándonos y arañándonos con su canto aterciopelado, palpitante de jazz de otra época y pellizco soul por los cuatro costaos. Una suerte de jovencísima Amy Winehouse sevillana, a la que no habrá que perder de vista.
Corremos para sumergirnos en las buenas vibraciones que flotan en La Casa Monkey Week, con Toni Martín y los quejíos valientes y experimentales de Álvaro Romero, otro de los redescubrimientos que mostraron una de las propuestas más interesantes y atractivas del festival. Queremos más, pero el tiempo no nos da tregua y, tras una cerveza por la espalda, un zarpazo de Amparito con el Bar Santa María como una olla a presión, nos relajamos un instante con El amor en la era del Aliexpress de Detergente Líquido, en la Plaza Alfonso X el Sabio, entre Grimas y meriendas.
José Domingo presenta su último trabajo Mientras Dios no mira (19), del que calan a la primera Sueño con fiestas y el mega hit Un segundo más así. La Cristalera a sus pies y, tras clásicos como Palidez y Hubiera sido lo normal, una apoteósica Más que perfumado para coronar, entre el público, cantando y saltando como si fuera el último día en la Tierra. Candeleros hacen que tiemblen y bailen los cimientos del Puerto a ritmo de cumbias en la sala Milwaukee, y la pausa llega con Aaron Rux y su reposado y magnético coutry-folk existencial, meciendo los segundos con temas como Sugar Mama, Down the river o The Crying Cowboys.
El cuerpo vuelve a pedir party y pizza del Jerry, y a por ello vamos. El callejón sin salida de La Ventolera es una rampa de lanzamiento hacia el infinito y más allá, con el Karaoke intergaláctico de Los Jaguares en continua erupción de diversión colectiva. No cabe más espíritu Monkey en tan pocos metros cuadrados. Tras desgañitarnos de alegría compartida en el Here comes your man de los Pixies, proseguimos la verbena con Bronquio, que vuelve a confirmar en la sala Gold, a base de beats y atmósferas envolventes, quién es el que manda y abre los mares de la electrónica más cañí, con ritmos hipnóticos y salvajes marca de la casa.
Cambiamos de tren en marcha y nos atrapa la fantasía de Riverboy, en un Guateque con piel de gallina ante cada tema de su disco homónimo. De Lightning horse a una maravillosa Golden flash of light en la que nos hubiéramos quedado a vivir una temporada. Pero no da tiempo a parpadear y decidimos terminar la trilogía sevillana en la plaza del castillo, con All La Glory regalándonos media docena de canciones de su esperadísimo nuevo disco. Nos tocan la fibra con Señales y La noche silenciosa. Impacientes y expectantes quedamos por lo que está por llegar.
Corremos para disfrutar y celebrar (¡tras más de 20 años!) la vuelta de Vancouvers, que montan una traca pop-punk de las buenas. Dinamita rejuvenecedora, con Marta Romero al mando y la banda a todo trapo, demuestran que no pasan por aquí de casualidad y que vienen de nuevo a por todas. Un centrifugado rápido en la “fábrica de baile” de Joe crepúsculo (este “solape” hace daño, que conste en acta) y salimos disparados en busca del plato fuerte del sábado.
Cuarenta años de uno de los discos más rompedores de nuestra música y aquí está, más fresco y joven que nunca. La banda del momento, DMBK, hace de maestra de ceremonias y acompaña a Charley Riverboy, que abre el Homenaje a La leyenda del tiempo” con Tangos de la Sultana, creciendo poco a poco en la poderosa voz de Charley como una enredadera en la madrugada, empapada de psicodelia sureña y sentido respeto. Le sigue “La tarara” guitarrera y con clase de Pájaro y Raúl Fernández, que, aunque se ciñe mucho a la original, Andrés Herrera no tarda en inyectarle su ADN en cada fraseo y punteo. La cumbre la alcanzamos con un Viejo Mundo en el que la voz de Rocío Márquez, acompañada por DMBK, parte la noche en dos, inyectando su quejío flamenco en el poema de Omar Khayyám para siempre.
Dandy Piranha toma las riendas de una Nana del caballo grande que deja a la plaza y la Luna sin respiración, para seguir dándole las gracias al Camarón más revolucionario en el Romance amargo, que teje Bronquio a las bases y sintes. Toma el relevo el cantaor Álvaro Romero que, entre samples y loops, haciendo tándem perfecto con Santiago Gonzalo (¿futura colaboración?), contratacan con un Homenaje a Federico que es pura pasión flamenca en su garganta, seguida de Mi niña se fue a la mar.
La granada de Morente (ay, si viviera el maestro no habría faltado) sube al escenario y Napoleón Solo comanda el fin de fiesta. Primero junto a Soleá, que desborda alegrías y raíces en una Bahía de Cádiz muy aplaudida, y luego en la personalísima, valiente y arriesgada versión de La leyenda del tiempo de Antonio Arias, en la que se vacía sobre el escenario, con Alonso haciendo saltar chispas de su teclado. La guinda la pone el Volando voy final de Lorena Álvarez, al que se van uniendo a los coros y el baile el resto de participantes. Abrazo colectivo arriba y abajo del escenario.
Sacamos fuerzas de donde no las hay y saltamos con La última generación de Antifan, tarareamos cada melodía de Exnovios y nos damos cuenta de que nos quedan unas Cuántas cosa por hacer, como fundirnos y sudar con la otra banda a batir, Los Estanques, en una Milwaukee a punto de explotar (¿o explotó?), para terminar de perder los papeles con un chute final de punk corrosivo, acelerando y cogiendo “La curva de consumo ascendente” de La U.R.S.S.
Despertamos el domingo en alta mar, en el Vaporcito del Puerto y, tras saltar al agua y nadar hasta la orilla, volvemos a cruzar la puerta del castillo para clausurar la edición con el experimento sonoro de Los Jaguares de la Bahía, Nuria Capote y los niños y niñas de la Escuela Coral Jardín Menesteo, versionando clásicos como la inicial Y tu mirá de Lole y Manuel, La leyenda del tiempo de Camarón, Te quiero igual de Novedades Carminha o un Groelandia de Los Zombies en el que, cerramos los ojos y mientras cantamos cada frase, deseamos que todo vuelva a empezar.
Ahora sólo queda recuperarse y pedirte, por favor, una sola cosa, eso que cantó, entre sintes y con tanto arte Álvaro Romero: “Que no te mueras sin ir al Monkey”.
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