Este año el Dcode Festival partía de la premisa de la falta de grandes nombres que levantaran el festival solo con su presencia. Tras la gran decepción por la ausencia de Sam Smith de la pasada edición, el festival que despide cada año el verano madrileño apostó en esta ocasión por un cartel que aunara frescura, recorrido y diversidad. Y como respuesta las 16.000 personas que se acercaron a la cita se convierten en una de las cifras más bajas de la historia del festival.
Desde la apertura a las 12:00 se encomendó a grupos ya consolidados en la escena independiente nacional la tarea de defender con su directo a un público que buscaba la sombra como si se le fuera la vida en ello. Belako consiguieron una digna puesta en escena a pesar de algún altercado de luces que les llevó a bromear sobre la posibilidad de terminar el concierto cantando ‘a capella’. Tras ellos -y con los escenarios principales aún cerrados y convertidos en improvisados campos de futbol en los que, entre otros, se enfundaron la elástica los componentes de Eagles of Death Metal- León Benavente hicieron de las suyas con un repertorio centrado en su último, con un Abraham Boba que explotó al divo de la canción española que lleva dentro como nunca antes. Consiguiendo los aplausos de todos los asistentes que a esa temprana hora se pasaron por el festival. “Ser Brigada” sirvió de despedida y una notable masa de público se desplazó al área de ‘food trucks’ o a aprovechar aún la posibilidad de salir al exterior a cargar las pilas para todo lo que les esperaba al llegar la tarde/noche.
La atractiva propuesta de M. Ward logró atrapar a un cúmulo de fans priorizando las guitarras y sacando su vena más rockera. Sin embargo, a continuación Jimmy Eat World nos mostraron que para hablar de intensidad estaban ellos. Temas que marcaron su carrera como "The Middle" o "Bleed American" consiguieron levantar al atrevido público que no quería perderse el bloque más cañero del Dcode. Unas horas en las que con Oh Wonder nos llevamos una gran sorpresa. Parecía que entre tanto grupo histórico y guitarrero el dúo iba a pasar completamente desapercibido, pero no fue así. Suaves, poperos, dulzones y atractivos. Así estuvieron Josephine y Anthony West consiguiendo movilizar a otra gran parte de público que se acumulaba en los laterales del festival dejando pasar las horas.
Ya metidos en harina, a media tarde era el turno de los Eagles of Death Metal que lo tenían todo a su favor para ser una de las actuaciones más importantes del día. Con la conocida ausencia de Josh Homme -pocos shows pisa el músico fuera de las fronteras americanas-, la banda creó un show personal, divertido y potente. “Lo único que se decir en español es 'dame tu alma'”, gritaba un hiperactivo Jesse Hughes que a cambio les daría rock and roll del bueno y que se definió como un loco enamorado de la vida. Muy gorda tenía que ser la propuesta que compitiera con ellos para salir de la burbuja, del regusto que dejó la banda estadounidense. Sin embargo, no nos podíamos ir de este Dcode sin pasar a ver a la espectacular Carla Morrison en concierto. Tan frágil y fuerte como sus canciones, Carla se desplazaba por el escenario vestida completamente de negro y demostrando que a pesar de la reducida calidad sonora del mismo, ella estaba dispuesta a firmar una de las mejores actuaciones de esta edición. Defendiendo a la mujer sobre todas las cosas, tachando a todos aquellos que no aceptan la libertad como ‘putos’, contando sus historias de amor de una forma honesta o gritando “viva México, cabrones” hasta dejarse la voz. Todas las facetas de Carla fueron lo suficientemente buenas como para aplaudir a lo largo de todo el concierto. Y cuando llegó el turno de “Déjenme llorar”, le dedicó el tema a Bunbury hablando de él como la propuesta más importante de todo el cartel. Todos esperábamos una subida al escenario principal para llenar de vida el “Porque las cosas cambian” de Enrique. Pero, curiosamente, no fue a él al que decidió acompañar...
Zara Larsson tenía una franja horaria impecable para un espectáculo vacío y bastante decepcionante. Abría potente, con ese “Never Forget You” que popularizó junto a MNEK. Pero, pronto, nos pudimos dar cuenta de las grandes limitaciones que posee la sueca y la falta de luz propia, tan necesaria para convertirse en una verdadera estrella. Coreografías reducidas, una gran limitación vocal y una frialdad con el público (salvo algún guiño a los fans que le acompañaron hasta en el aeropuerto). Nos acabaron llevando a un concierto monótono y aburrido que no supo levantar ni "Lush Life". Nueve de la noche, nombres internacionales fuera de juego y Love Of Lesbian sobre el escenario. No es la primera vez que la banda pisa el Dcode y este año lo tenían bastante fácil para destacar sobre el resto. Sin embargo no fue del todo así. Apostaron por soltar los singles de "El Poeta Halley" al principio para después seducir al público entre hits coreables que no consiguieron lograr el efecto esperado. Lo mejor del show la incorporación de Carla Morrison a "Domingo Astromántico" para sustituir a una ausente Zahara e igualar la calidad de la versión.
Tras unos Kodaline a los que se les quedaba un poco grande semejante franja horaria, Bunbury se subió al escenario para mostrarnos el primer concierto con mayusculas del festival. Un público entregado, un repertorio directo y seductor. Todo unido a una estrella cercana con sus fans que se bajó en numerosas ocasiones a saludar y entregarse por completo. "Puta desagradecida", "Que tengas suertecita", "Maldito duende", "Mar adentro"... Joyas clásicas unidas a algunas rarezas que corearon todos desde la primera a la última. Terminó certificando que la profesionalidad de Bunbury es intachable y que su show juega en la categoría de las bandas internacionales. Muy pocos en este país puede decir lo mismo. Él era el artista al que la organización había encomendado salvar la edición 2016 de Dcode y cumplió con creces.
El tiempo se agotaba y pocos nombres quedaban pendientes que pudieran levantar la cita y situarla al nivel de ediciones pasadas. Jungle, otros de los esperados, se presentaban con un espectáculo lineal, monótono y con poco margen de diferencia con respecto a la puesta en escena del grupo desde que lanzara su álbum debut. Algo que benefició a Triángulo de Amor Bizarro. Aunque bien mirado los gallegos tampoco necesitan a estas alturas de ayudas extras: se encuentran en el punto más dulce de su carrera, convertidos en una locomotora a toda velocidad que conducen sin descarrilar. No es de extrañar el monumental pogo que provocó un concierto centrado casi enteramente en “Salve discordia”, que cerró “De la monarquía a la criptocracia” a modo de hit.
Llegados a este punto y con un bajón ya evidente de público, 2manydjs apostaban por el hit, en contraste con unos Delorean que en la carpa constataron su progresivo desapego a los sonidos bailables. Salvo en la recta final del concierto, cuando recurrieron a su pasado más o menos reciente, el grueso de su propuesta certificó en directo algo que ya se intuía en el recientísimo “Muzik”: el cuarteto se ha dejado llevar por una peligrosa senda de indefinición que les convierte en una banda tan incómoda para la primera como para la última hora de un festival. Porque a esas horas de la noche el público quería fiesta, y eso es lo que ofreció casi en el cierre Mark Ronson. Algunos aún tenían la esperanza de que el músico no apostara únicamente por una sesión DJ: una jugada bastante sucia por parte del festival anunciar su nombre en la parte noble del cartel sin especificar que su actuación era en realidad una pinchada. En cualquier caso su repertorio nos mostró desde sus referencias de r’n’b y funky más clásico a la presentación del "Perfect Illusion", el nuevo single de Lady Gaga donde se encarga de la producción, un repaso a sus hits fundamentales como el mítico "Valerie" con Amy Winehouse o el esperado "Uptown Funk". Nos encontramos con muchas figuras británicas entre el resto de su selección, gran peso de Kanye West y un Ronson eufórico que estaba dispuesto a que la gente sudara todo el alcohol que a estas horas de la madrugada tenían en sus venas. Y eso se agradeció enormemente.
El Dcode 2016 se ha convertido en un año de aprendizaje y transición para el festival. En una cita donde el público demostró, pese a todo, su fidelidad para con el evento, algunas estrellas remarcaron su corona y otras se vieron más pequeñas de lo que parecían en un principio. Las propuestas nacionales salvaron la noche y las internacionales se limitaros a completar el cartel . Sigue siendo nuestra cita favorita para poner broche final al verano, pero de forma inevitable el paso atrás que ha dado este año lo sitúa bajo sospecha. Esperamos que sea un retroceso que sirva para tomar impulso en las próximas ediciones...
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