Dayna Kurtz, mucho oficio en Barcelona
ConciertosDayna Kurtz

Dayna Kurtz, mucho oficio en Barcelona

8 / 10
Don Disturbios — 06-10-2009
Sala — Apolo, Barcelona
Fotografía — Susana López

Tras un set bien ejecutado, pero olvidable, de  la que será esta noche su banda de acompañamiento, los Blue Mountains, sale una Dayna Kurtz más corpulenta que en anteriores visitas, ataviada con botas camperas y un vestido estampado que le dan una imagen muy alejada de los largos vestidos de satén negro y flores en la cabeza, propios de sonoridades y ambientes más jazzies. También su música se escoró, tiempo atrás, hacia el blues, el rock y el country,  usando como principal baza una voz de registro tan potente y rocoso como bello y sutil. Una voz portentosa que se convierte en la auténtica protagonista de una velada muy íntima, ante tan sólo un centenar de personas sentados en un Apolo reconvertido para la ocasión y que espolean lo justo a la de Brooklyn, con educados aplausos entre tema y tema. Todo muy correcto, quizás demasiado. Y esa puede que sea la única pega de un concierto que sirve de presentación de “American Standard”. Un álbum que desde el nombre ya indica que no estamos ante un ejercicio de florituras ni experimentos arriesgados. Se trata de desgranar un puñado de canciones fieles a la tradición de la música de raíces de su país y de reconvertir, bajo ese tamiz, versiones de artistas como Elliott Smith  (“Don’t Go Down”) o  Paul Westerberg  (“Here Comes Below”)  combinados durante el show, con clásicos de su cancionero como esa interpretación estremecedora de “Venezuela”. Y todo ello gracias a los altos registros de una voz modulada a la perfección con carisma y mucho oficio, pero muy alejada de, por ejemplo, la elegancia y claridad de una Emmylou Harris. Es decir una voz exenta de esa feminidad tan sexy, pero con una corpulencia y fuerza tan grandes que le otorgan ese valor diferencial al conjunto de voces bonitas que corren por ahí. En definitiva uno de esos conciertos que no cambian el devenir de la música ni lo pretenden y cuya pureza reside en la falta de pretensión tanto del artista cómo de un cancionero basado en temas olvidados en el tiempo como el “Hanging Around My Boy” de  Sonny Burgess. Bonito, pero sin llegar a estremecer.

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