“¿Crisis? Qué crisis?”. No, no tiene nada que ver con Supertramp, aunque algunos hubieran ignorado su hipotética presencia entre los maquinales Faust –su virulencia preindustrial fue de lo mejor de la jornada- y las cadencias slowcore de Low. Hasta tres veces escuché la pregunta “¿Y éstos quienes son?” durante la actuación de Bat For Lashes, colorista pero poco novedosa propuesta a medio camino entre Björk, Tori Amos y Kate Bush. Estar mínimamente informado nunca ha sido condición indispensable para asistir a un festival –algo, por otra parte, vergonzante en la era de Internet y más aún en una jornada con pocos artistas, pero ese es otro debate-; el caso es que la pasada noche era claramente la noche de Radiohead; lo demás, para muchos, un mero pasatiempo, una retahíla de teloneros, como en el Doctor Music Day del 2003 con Metallica como estrellas, pero con un cartel más coherente. Ni atisbos, decía, de crisis: la amenaza de lluvia se disipó, la huelga de transportistas y los cortes de carreteras no impidieron –“por los pelos”, me comentan, eso sí- que se celebrara el concierto, y ni la supuesta deriva económica que atraviesa el país ni el acuciante mileurismo que afecta a jóvenes y no tan jóvenes evitaron que el Parc del Fórum ofreciera un aspecto envidiable de asistencia. La burbuja festivalera, el nuevo ladrillo, resiste a pesar de la inflación. De momento. Aunque la mejor noticia para los seguidores de Radiohead es la superación de cualquier crisis creativa por parte de los de Oxford: su séptimo trabajo de estudio, “In Rainbows”, es definitivamente lo mejor que han editado desde “Kid A”; minimal, reposado pero inquieto, detallista y cargado de ambientes ensoñadores que recrearon sin excesivos problemas en el escenario. Fieles a su defensa del presente y a la poca tolerancia a sus propios hits –no tocaron, como es habitual, ni “Creep”, ni “High And Dry” ni tan siquiera “Karma Police”-, los británicos abrieron con la marciana “15 Step” y la rockera “Bodysnatchers”, más cercana que en disco a unos Pearl Jam embriagados de helio. En total, interpretaron casi al completo su última obra –brillantes “House Of Cards” y “Jigsaw Failing Into Place”- más el electrizante bonus track “Bangers And Mash”. Menos accesible pero más entrañable que muchos otros frontman, el extraterrestre Thom Yorke centró buena parte de la atención flanqueado por una bandera del Tibet que colgaba de los teclados y por unas inmensas torres de luces multicolor. Sus bailes de muñeco de trapo en la aún futurista “Idioteque”, la submarina “Pyramid Song” o “There There” fueron otros de los momentos álgidos de un repertorio de más de dos horas que pasaron rápido a pesar de algún que otro altibajo y de cierta frialdad comunicativa. Dos inesperadas recuperaciones de “The Bends” (el tema homónimo y “Planet Telex”) y otras dos de la piedra angular de su discografía, “Ok Computer” (“Airbag”, al principio, y “Paranoid Android”, en la recta final), corroboraron a Radiohead como una de las pocas formaciones actuales capaces de combinar con resultados positivos experimentación y fervor popular.
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