Siete años llevaban Five Horse Johnson sin pasar por el estudio desde aquel ya lejano “The Mystery Spot” de 2006. Racha que rompieron el año pasado, alumbrando el más que notable “The Taking of Black Heart”, especie de álbum conceptual que volvía a poner sobre los surcos las varias almas que posee el grupo. Pero no han estado parados. Al menos su cantante y armonicista, Eric Oblander, incorporado casi como un miembro más en las extenuantes giras de Clutch, centrado en su estrenada paternidad y parece que ya olvidadas las secuelas del derrame que sufrió en 2004. Aunque no debe ser fácil mover sobre un escenario tamaño corpachón.
Pero nada puede con él ni con ellos. El monolítico ritmo a base de riffs de blues pesado de “Fly back home” con el que abrieron era una de las caras del poliédrico espejo que reflejan esas mencionadas almas. Porque aunque pudieran parecer una sólida maquinaria de homogéneo repicar, ese zigzag entre el blues, el boogie, el hard rock o alguna limitada aproximación al stoner convierten su andadura en algo no tan granítico como alguien pudiera atisbar. Cierto que la presencia a escasos kilómetros, el mismo día y a la misma hora, de la mascota Eddie The Head cuidando de sus ya no tan churumbeles niños Iron Maiden, restó la asistencia del público más cercano a sus devaneos hard. Pero no importa cuando es en el sabor del profundo sur americano, lleno de blues y ritmos de boogie donde los de Ohio alcanzan su cumbre. Cuando la emprenden con “Quick on the trigger”, cantada por el guitarrista Brad Coffin, o “Sermons in the yard” de su disco de debut, reconociendo Oblander que fue la primera canción que compuso y regalándonos un contundente solo de armónica que parecía le iba a llevar a un nuevo colapso, es cuando uno aprecia a este trasunto imberbe de ZZ Top, cinco tipos que saben lo que se traen entre manos, aunque sean sucias. Por eso dos canciones clásicas de su repertorio como “Cherry Red” y “Lightning when I need” suenan como locomotoras desbocadas, boogie sudoroso y enfilado directamente hacia el impacto al final de la vía. Su faceta más hard queda bien servida con “Shoot my way out”, “Gods of demolition” o “Mississippi King”, y es aquí donde uno agradece la sobriedad, contundencia y efectividad de las dos guitarras en manos de Brad Coffin y Phil Durr, ausentes durante todo el concierto del efectismo hueco tan propio del postureo metalero. No, lo suyo es más ir directos a la yugular, ya sea con el blues pesado de “Mexico” o con la chulería sleaze de “Lollipop”.
Centrados en gran medida en su último trabajo, saben repasar certeras bofetadas de casi cada una de sus producciones, llevan a terrenos blues canciones que nacen en el rock más oscuro en cuanto Oblander se pone a soplar (y lo hace durante prácticamente todo el concierto), y consiguen un clima casi insuperable en “Die in the river”, una canción que puede pasar desapercibida, que comienza con la armónica sobre un ritmo lento y sostenido, pero que va creciendo hasta alcanzar un grado de tensión eléctrica soberbio.
Es posible que, para mucha gente, Five Horse Johnson jueguen en ligas menores. Pero es seguro que en esas ligas uno encuentra a los auténticos currantes del rock. Cuestión de pasión y de fe.
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