Nueva edición del barcelonés Cruïlla y nueva demostración de que el eclecticismo es una de sus señas de identidad principales. Un eclecticismo con puro espíritu veraniego, como bien demuestra su selección artística. A destacar también su compromiso ambiental, que uno constata en pequeños grandes detalles como el conseguir que los vasos fueran totalmente reciclables.
Los tres días de festival se iniciaron en esta ocasión con la actuación de un Seasick Steve que asombró tanto a quienes ya le conocían como a quienes tomaban contacto con su propuesta por primera vez. Con un amplio repertorio de guitarras -que él mismo construye- de seis cuerdas, tres cuerdas o hasta solo una, consigue destilar energía y pasión, demostrando que, además de oficio, tiene un talento rústico muy especial. El bluesman se acompañó de Dan Magnusson, batería repleto de recursos, y de Luther Dickinson, otro guitarrista virtuoso también, mostrándose comunicativo y divertido con el público. Eso sí, bebió tanto de la botella de vino que tenía a mano que acabó su actuación tambaleándose. Seasick Steve y la banda acabaron golpeando la batería con sus guitarras al más puro estilo The Who, para luego bajarse del escenario y verles disfrutando por el recinto siguiendo a las bandas de calle que animaban la jornada (Rolling Vives Collective y Always Drinking Marching Band).
Mucho más pulido fue el set de Jack White, gran admirador y defensor de Seasick Steve dicho sea de paso, quien intentó ofrecer una actuación tan enérgica y sólida como de costumbre. Y digo intentó, porque esta vez su banda -pese a contar con músicos con quienes lleva tiempo trabajando, procedentes del soul o el funk, y con la batería de Autolux- no estuvo a la altura de sus necesidades como líder absoluto del proyecto. El estadounidense demostró que su forma de tocar la guitarra es puro nervio y descontrol, lo que lleva haciendo muchos años, vamos. Y tampoco es que se equivocase en el repertorio, porque hubo de todo: desde un buen puñado de piezas de The White Stripes (unos siete u ocho, con “Hotel Yorba” y “Seven Nation Army” como puntos álgidos, claro) hasta buenos cortes de su carrera en solitario como “Over And Over And Over” o “Sixteen Saltines”, pasando por una de las canciones que mejor funcionó en el concierto y que sorprendentemente mejor respuesta obtuvo, “Steady As She Goes” de The Raconteurs. Pero le costó conectar con un público variopinto que quizás venía demasiado cansado de la semana larga y destructiva de festivales y conciertos que quedaba atrás. En todo caso, la suya no fue para nada una mala actuación, no pretendo transmitir eso, sino que nos quedamos con la sensación de que, como suele decirse, en otras condiciones le hubiéramos disfrutado muchísimo más. Joan S. Luna
Hablar de Bunbury es hablar, necesariamente, de cómo domina el escenario. Más que nada porque vocalmente es un tanto aburrido reseñar un concierto de Bunbury: siempre está impecable. Y su paso por el Cruïlla no fue una excepción. Volviendo, pues, a lo que sí podemos juzgar, hay que reconocer que el concierto fue notable pero estuvo por debajo de anteriores visitas del zaragozano, incluida la de hace dos años en el mismo festival. Había algo más de piloto automático en el Bunbury del jueves, me temo. Tanto la puesta en escena como los temas de “Expectativas” (17) restan puntos al directo, rozando lo perezoso en momentos puntuales, mientras que la electricidad de “Palosanto” (13) daba más dinamismo y versatilidad al setlist. Por entonces los temas de Héroes del Silencio eran casi una concesión, un regalo para los fans, aquí corrían el riesgo de ser necesarios para mantener el concierto al mismo nivel de energía. Dario García Coto
El viernes y con el sol todavía fuerte, Camille ocupó el escenario junto a su particular banda para abrir la jornada del viernes. A pesar de que su espectáculo hubiera ganado muchos enteros por la noche, con iluminación o en un espacio cerrado, lo suyo fue, y sé que esto puede sonar arriesgado, de lo mejor del Cruïlla. A lo largo de poco más de una hora nos sumergió en su original universo particular del que fue difícil salir. Vaya por delante que a veces se le ha comparado con Björk, pero no procede. La francesa es sublime en diferentes facetas, desde un dominio vocal amplio y poderoso, además de una soltura en el baile notable, entre danza contemporánea y espasmos tipo David Byrne, por no hablar de sus juegos con la percusión corporal e instrumental (de hecho en su espectáculo solo había un pianista, dos percusionistas y dos coristas-bailarinas). El concierto se basó en su último disco editado, “Ouï”, brillando especialmente la intensa y tribal “Twix” o la preciosa “Seed” con la que dejaron una impactante imagen con toda la banda tocando tambores. También “Home Is Where It Hurts”, con ese juego de danza y percusiones corporales o la excepcional “Ta Douleur” con un loco diálogo entre piano y percusión. Por no mencionar su imposible versión del “Too Drunk Too Fuck” de Dead Kennedys (que, curiosamente, sonaría al día después cantada por el propio Jello Biafra en otro festival barcelonés) con esos vocales inverosímiles mientas bailaba alocadamente. O esa “inocente” canción, “Les Loups”, en la que invitó a dos chicas a subir al escenario para bailar con ellas. Se despidió con “Allez Allez Allez” y dejó a propios y extraños con cara de haber visto algo único en su género. M.A.
La temperatura empezó a subir cuando N.E.R.D. salieron a la palestra a matacaballo, desbocados, y con un empleo estruendoso de los bajos, ideal para socavar las carencias de su último álbum. Una pena que no pusieran mayor énfasis en “In Search Of…”, su obra maestra. Porque, tras el fiestón a degüello que se marcaron, en una puesta en escena más propia de un concierto trap que hip hop, llegó el momento de una sucesión de canciones (demasiado) recortadas y que llegaron a un punto de recordar los métodos de aquel invento patrio conocido como La Década Prodigiosa… Dentro de este mega karaoke, tampoco faltaron las producciones más exitosas de The Neptunes y de Pharrell Williams en solitario, y momentos como el “Get Lucky” de Daft Punk. Lo que sí ya fue demasiado fue un “Seven Nation Army” totalmente innecesario. Marcos Gendre
Y pasamos a Gilberto Gil. El concierto del de Bahía se enmarcaba en la gira que celebra los cuarenta años del disco “Refavela”, un trabajo emblemático que surgió después de un viaje de Gil a Lagos donde convivió con Fela Kuti y entró en contacto con la nueva música africana y su realidad social. De todo ello surgió este icónico disco que muestra la herencia cultural de la diáspora africana. Aunque fue su hijo Bem, y guitarra del grupo, el que animó a reivindicarlo con esta gira. Para ello se acompaña de una amplia banda con reconocidos músicos como el acordeonista Mestrinho, Domenico Lancellotti a las percusiones, la cantante y teclista Chiara Civello o la caboverdiana Mayra Andrade a la voz. De hecho, ellos se encargaron de “calentar” al público con hasta seis canciones antes de que el ex ministro saliera, y bailando, a cantar “Patuscada de Gandhi”, que causó el embelesamiento de la buena cantidad de brasileños que ocupaban las primeras filas. A pesar del paso del tiempo, mantuvo bien el tipo y reveló, en castellano el motivo de esta gira. Después prolongó su encanto con la explicativa “Balafon”, el tema clave de “Refavela”, o la relajada “Aqui e agora”. Hizo su particular homenaje a Bob Marley con “Three Little Birds” y tuvo el detalle de agradecimiento a Mayra Andrare, por estar en esta gira, dejándola entonar “Compasso Pilon”, muestra del rítmico funaná, típico de Cabo Verde. Y pudimos comprobar cómo la música parece alimentarle con las tropicalistas “Sarará Miolo” o ese canto santero que es “Babá Alapalá”. Sin duda un concierto memorable aunque se colara el sonido de otro escenario cercano durante buena parte de la actuación. Menos mal que la edad es un grado y Gil ya está curado de espantos. M.A.
Prophets Of Rage arrancaron como un ciclón. Los bajones que genera su álbum en estudio no tienen nada que ver con la tormenta que provocan sobre las tablas. Pura explosión de adrenalina comandada por el libro de estilo de Rage Against The Machine. Eso sí, tampoco nos engañemos, cuando la fórmula se reducía a hip hop en hueso, ahí sí se alcanzaba el éxtasis. De “Can’t Truss It” (Public Enemy) a “Insane In The Brain” (Cypress Hill), los contados momentos old school fueron los que dinamitaron de funk una actuación donde el verbo demoledor de Chuck D guió unas operaciones a las que únicamente les sobraron algún momento guitar hero de Tom Morello y esas camisetas del Barça, símbolo capitalista que nada tienen que ver con las consignas del grupo… Una confusa incitación a la rebeldía, pero un rotundo concierto. M.G.
Damian Marley hizo honor a sus ritmos cadenciosos y se pegó una parrafada en nombre de la paz en las antípodas del nervio con el que, al día siguiente, Faotumata Diawara sí pregonó la realidad del pueblo africano. Lo del vástago del Dios del reggae es como una recreación del padre a la baja, lo cual tampoco deja de ser más que notable. El hijísimo no engaña a nadie y, tras diez minutos de hacer esperar a un personal que ya venía quemado con la espantada voluntaria de Bugzy Malone, se pegó el concierto que todo el mundo esperaba de él (fotos de Bob Marley, versiones de su repertorio...), apoyado en una fabulosa banda, con la que, entre muchas otras, “I Wanna Love You” sonó a gloria. M.G.
Tras la apisonadora de Prophets Of Rage gran parte de la multitud que bailó hasta la saciedad, se dirigió a ver a los granadinos Lori Meyers, pero la sorpresa es que ya tenían una gran cantidad de público saltando y disfrutando de su colección de hits. Su recta final, y sin solución de continuidad, con “Emborracharse”, “¿A-ha han vuelto?”, “Religión”, “Mi realidad” o “Alta fidelidad” dan fe de su eficiencia musical y subrayando que estos veinte años de carrera dejan atrás una amplia colección de canciones para corear en grupo. Son una certeza para cualquier festival y lo demostraron una vez más. M.A.
El director de este festival afirmaba unos días antes de empezar, que lo que persigue el Cruïlla, más allá de los nombres de los artistas, son los grandes directos. Pues aquí tienen un ejemplo. La Pegatina llevan haciendo bailar a medio mundo en sus más de un millar de conciertos, y en Barcelona no iba a ser menos. Tienen un setlist probado e imbatible y desde el principio lo dan todo en el escenario, además han ganador enteros musicalmente hablando desde la entrada de Miki a la guitarra eléctrica. Justo él abre ahora sus conciertos con el vibrante riff de “Heridas de guerra”. Desde ahí, hasta el final con “Mari Carmen” y “Llovera y yo veré”, no paran de ocurrir cosas. Desde sus cañones con confetti, al divertido baile de Tamu o los constantes movimientos de toda la banda en las tablas. Lo suyo está estudiado, pero sin que se pierda naturalidad y sin eclipsar en ningún momento sus coreables canciones. Como siempre, otra comunión festiva. M.A.
Para arrancar la jornada del sábado, Urfabrique desplegaron los mejores atributos de su pop electrónico de corte amable, gustosamente soulsificado e ideal para hacer de la carpa Movistar + una improvisada sala de conciertos con deje after hours. Por su parte, Soja se presentaron con un show que de tan arquetípico hacía difícil diferenciar las canciones. Buenrollismo de pura cepa, con sus pizcas de reggae, ska y toda bifurcación estilística que invitara al meneo ralentizado de las caderas. Suficiente para calentar motores antes del highlight de la noche, el imperial “Talking” David Byrne. M.G.
Si no la conocían ya, tomen nota porque con su actuación Fatoumata Diawara demostró que estamos ante una de las nuevas divas africanas. Solo tiene dos discos editados, pero una vida repleta de aventuras musicales, artísticas y sociales. Justo empezó su actuación con “Don do” el tema que cierra su último trabajo “Fenfo”, que se traduce como “algo que decir”, y dijo mucho. Quién mejor que ella para dialogar sobre los problemas y posibles soluciones de África. “La música es el instrumento que une al mundo”, dijo en algún momento y parece una frase que bien se podría aplicar a este festival. Pero también habló musicalmente. Respaldada por una reducida y efectiva banda -batería, bajo, guitarra y teclado (el catalán Arecio Smith)-, Diawara canta, graba loops con su voz con los que se hace coros, baila de manera espectacular y también toca la guitarra eléctrica. Y aunque sus temas en los discos suenan más tranquilos, en directo tomaron un ritmo intenso y colorista. A destacar su versión del “Higher Ground” de Stevie Wonder. En poco más de una hora enamoró a muchos de los que ni siquiera habían oído hablar de ella. M.A.
La Carpa Movistar estaba repleta y con una cola enorme para ver a los peruanos We The Lion, y lo mejor es que buena parte de quienes esperaban para entrar, no estaban familiarizados con la banda. Eso sí, una vez dentro se maravillaban de que, con casi solo instrumentos acústicos, se pudiera conseguir tanta épica musical. Temas como “Move Along” o su ya clásico “Found Love”, donde brillan esos juegos vocales y palmas, fueron coreados a viva voz. Quizás les correspondió un escenario más grande, pero ya llegará su ocasión. M.A.
El escocés -nacionalizado estadounidense- David Byrne siempre ha demostrado ir por delante por lo que respecta a experimentos musicales y diseño de espectáculos en directo, y su nuevo espectáculo ya lo dejó claro. Todo el escenario estaba vacío y diáfano, sin monitores ni nada que molestara y bordeado por una alta cortina de tiras que cerraban los tres lados de la escena. Al inicio, solo había una mesa con un cerebro encima. Puntualmente y para deleite de los muchos que esperaban bastante tiempo antes de su hora programada, apareció Byrne con un traje entre gris y azulado para cantar “Here”, de su nuevo disco “American Utopia”, con el cerebro en la mano, señalándolo y cantando: “aquí hay una zona que rara vez se utiliza, aquí hay un área que necesita atención…”. Para el segundo tema, “Lazy”, apareció toda la banda, ataviada con los mismos trajes que Byrne y deambulando por el amplio escenario. Bajo, guitarra, teclado y seis músicos más con percusiones de todo tipo, pero con sus instrumentos colgados para darles facilidad de movimiento, además de dos coristas-bailarines. Así que cada canción tenía una coreografía estudiada, distinta y especial. Para el tercer y cuarto tema “I Zimbra” y “Slippery People”, recuperados de Talking Heads, la locura ya era colectiva. De acuerdo que lo suyo es muy teatral y que cada actuación debe ser muy parecida, pero el efecto de cada canción y la original forma en que se desarrolla en escena, es excepcional, y más con un repertorio que recuperó hasta siete temas de Talking Heads, como las incendiarias “Once In A Lifetime” o “Burning Down The House”. Para muchos el mejor concierto del festival. M. A.
The Roots contaron con el peor de los horarios posibles: después de la exhibición de David Byrne. Debido a esto, costó meterse en su audaz fórmula de hip hop artesanal, pero cuando el hechizo ya había hecho efecto, lo que pudimos ver fue, ni más ni menos, que la expresión al cubo de su naturaleza historicista. En cierto modo, lo que Kamasi Washington hace ahora con el jazz, es lo que llevan haciendo ellos con el hip hop desde hace más de dos décadas. Creen en lo que predican y así fue a lo largo de una actuación para el recuerdo. Puro caviar donde su fórmula, más soul que nunca, sembró la noche del sábado con una lección de raíces para la que recuperaron maravillas como “Stay Cool”, y se pegaron una más que sembrada segunda parte, donde Jeremy Ellis cogió el timón hacia un colofón de fiesta memorable. M.G.
Ben Howard empezó media hora más tarde de lo previsto, aunque no nos dijeron por qué. Su lánguido concierto, tras venir de The Roots y si querías mantener el ritmo, no parecía la mejor solución, aunque el público no le abandonó en ningún momento. Un poco más allá de su escenario, los suecos Mlir, a base de vinilos, hacían bailar a los que abarrotaban el pequeño espacio Brugal. También contagió al público con su energía Albert Hammond Jr, que acabó subiéndose a los amplificadores para saltar y pasándoselo en grande junto a quienes le respaldaron como audiencia. Acabó con “Muted Beating”, dejando a la gente animadísima. M. A.
Tras la avalancha de emociones propiciada por David Byrne y The Roots, poco pudieron hacer para subir el listón La Maravillosa Orquesta del Alcohol y su recuerdo a grupos como Celtas Cortos o los primeros Duncan Dhu. Sin ninguna clase de presión a sus espaldas, no tuvieron más que tirar de repertorio y demostrar que su propuesta nació para el contacto con el público.
Justice ocupaban el mismo espacio físico y horario que Kygo el día anterior, y lo siento mucho por Kygo. La sesión conservadora, excesivamente tópica, plagada de casi-hits y visualmente sosa del Dj noruego quedó borrada de la memoria de cualquiera con el espectáculo de los franceses. Espectáculo con mayúsculas: su habitual cruz y muralla de Marshalls y los ocho paneles de luces gigantes y móviles que dominaban el escenario formaban un cuadro visual al que es difícil hacer justicia con palabras. Por suerte, no hace falta: ni una sola alma con Instagram de las allí presentes perdió la oportunidad de grabar aquello y subirlo. Un show impecable no solo en lo visual sino también en lo musical, con una sesión nada facilona -más dura y menos pop de lo que uno llevaba en mente- en la que jugaron con los temas y sobre todo fueron sobrados de pegada. La recta final, con "Parade" para cerrar y un mix entre ““D.A.N.C.E.” en su versión Turbine y “Safe & Sound” justo antes, éxtasis puro. D.G.C.
A pesar de que hace casi dos décadas que Orbital esquivan la excelencia de sus primeros, y siempre reivindicables, álbumes, en directo su actuación sigue siendo una invitación a la electrónica más inspiradora de hoy en día. Los autores de “Belfast” y “The Box” no tienen más que recurrir a las pruebas que demuestran por qué siguen siendo una de las bandas más estimulantes a la hora de fundir tecno y ambient dentro de una misma solución. ¿Revival? Sencillamente, gloriosos. M.G.
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