Había ganas, muchas ganas de volver a disfrutar de un festival en Barcelona. Y es que hacía dos años que no se daba en la ciudad un evento de gran formato sin distancia social. Pero no solo al público se le notaba feliz (50.000 asistentes a lo largo de tres días según la organización,), también los músicos estaban deseando poder tocar ante un público que no estuviera preso en sus sillas. Así que, con ese buen ambiente, era fácil adivinar que la cita este año con el Cruïlla iba a ser todo un éxito. Sin embargo, la noticia principal aparecida en muchos medios de carácter generalista y, por motivos obvios, no ha parecido centrarse precisamente en eso. Tras las pruebas ensayo-error del Festival Vida y del Canet Rock, le tocaba al Cruïlla convertirse en conejillo de indias para comprobar la efectividad de su experiencia medico-sanitaria en la maldita pandemia. El foco ha estado puesto en la cantidad de positivos que se han detectado (alrededor de 300). En la efectividad y rapidez de los test de antígenos. En las enormes medidas de seguridad, que pasaban por acotar los espacios delante de los escenarios, donde no se podía beber, comer o fumar y el uso de mascarilla era estrictamente vigilado, no así fuera de esas zonas. Todo ello digamos que superado con nota. Pero aquí vamos a hablar sobre todo de música y músicos. Así que el jueves empezó todo y tal y como el festival ya ha hecho otros año: dedicado a la palabra, al rap, al hip hop, en sus múltiples y variadas vertientes.
Jueves 8 de julio
El encargado de abrir el festival, Senyor Oca, uno de los valedores del rap en catalán, “el rap de la terra”, se cayó del cartel de buena mañana al dar positivo. Una llamada urgente a otro señor, Sr. Wilson, cambió el programa. Y como Wilson anda trabajando últimamente con Griffi (Solo los Solo, Chacho Brodas), él fue quien se puso a los platos para inaugurar musicalmente el festival. Estuvo una media hora calentando el ambiente, hasta que Wilson salió explicando que le habían llamado bien temprano para darle la noticia y que habían preparado encantados una sesión especial para la ocasión. Gracias a su experiencia soltó su mezcla de reggae-ragga–dub para hacer bailar a ese público ansioso de fiesta. Presentaron temas nuevos en los que están trabajando juntos e hicieron también ese “Aire” que recientemente ha compuesto Wilson. Prometen grandes cosas.
Cambio de escenario (solo había dos abiertos de los cuatro) para recibir a Rayden. Gran cartel presidiéndolo con la portada de su último disco, “Homónimo”, y sonando de fondo el tema que lo cierra y que celebra sus cien canciones, “Himno del centenario”. Salió respaldado por una banda completa, batería, bajo, guitarra, DJ y con su fiel Mediyama a los apoyos vocales. Su setlist estuvo nutrido por esa segunda trilogía (“Antónimo”, “Sinónimo” y el citado “Homónimo”) y demostró que el madrileño tiene un buen número de seguidores (que, dicho sea de paso, corearon cada uno de sus temas). Su rap es muy personal y buen ejemplo de ello lo dio con “No hago rap” y con la banda sonando a lo Rage Against The Machine. Contó Rayden que hace cinco años estuvo de espectador en el festival y tuvo una “aventura amorosa” de la cual nació “Finisterre”. En el tramo final sonaron “Haz de luz”: “quiero que nos volvamos a ver”. Hizo botar a todo el público con “Meteorito”. Y no faltó ese hit casi pop “La mujer cactus y el hombre globo”, acabando con “Matemática de la carne”. Convenció de nuevo.
El relevo lo cogieron Lágrimas de Sangre que dijeron a lo que venían: “a cantar y bailar”. Y consiguieron que el numeroso público que congregaron, eminentemente joven, lo hiciera con ellos. Su rap es combativo y sus armas son sus letras (“le metemos reggae y rock al rap, pero es rap. Venimos a agitar conciencias y a hacerte pensar” cantaron en “A ver si lo pilláis ya”), pero su directo es sobre todo festivo. Lanzaron sus grandes hits “Saber quien soy”, “Chispa y oxigeno”, “Cuando sale el sol” o “Carta abierta”. Para acabar con esos cantos a la amistad y a la música “La gente” y “Quemar el mar”, sin olvidarse de Valtonyc y Hasél. Y cerraron con el arrollador “Blancs Wu-Tank”.
Natos y Waor lo tenían todo a favor para haber sido los auténticos ganadores de la velada, pero esta vez no fue así. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero es inevitable recordar su anterior paso por este mismo festival en 2019 cuando cerraron la jornada rap en el escenario principal. Si por entonces venían con un show muy engrasado presentando su flamante “Cicatrices”, esta vez venían con el “Volumen 3“ de Hijos de La Ruina bajo el brazo y un estado de forma que no es el habitual en ellos. Como un boxeador fondón y falto de entreno, sus rimas no sonaron tan afiladas; Natos parecía más ronco de lo habitual; los graves crepitaban gordos en una maraña de sonido que no ayudaba demasiado y a Recycled J, tercer hijo de la ruina que aparecía y desaparecía del escenario, le costó en más de una ocasión coger el tono adecuado con el que enfilar las canciones de su último disco. Hubo destellos, claro está, y por ejemplo “Más alcohol” demostró haberse convertido ya en el himno que aspira a ser en el futuro, pero también hubo momentos en los que no supieron sacarle el brillo suficiente a temas ganadores como “Sudores fríos” o "A la tumba". Habrá que esperar a que la maquinaria se engrase de nuevo y nos dejen noqueados en la lona una vez más.
La sintonía de “Barrio Sésamo” fue la encargada de dar la bienvenida al show de Kase-O y sus Jazz Magnetism. Una propuesta arriesgada para presentar en un festival de gran formato y sin distancias de seguridad. Los desarrollos y arreglos de corte jazzy de la banda, requieren un público atento y con bagaje suficiente como para conocer a Gil Evans cuando Javier lo cita en uno de sus habituales parlamentos sobre el escenario. Pese a ello, y a base de voluntad y esfuerzo, el rapero mañico supo salir de forma tozuda del envite. Lo hizo gracias a combinar canciones de diferentes épocas y pelaje. De la reciente “Ringui Dingui” a “Amarga Bilis” de su colaboración en el disco de Sr. Rojo, pasando por una celebrada “Mazas y catapultas” o el regreso a la época de Violadores con “Ninguna chavala tiene dueño”. También picoteó, claro está, en su disco con Jazz Magnetism de 2011 con “Como el sol” o una “Que no hay alcohol” dedicada a la memoria de Jota Mayúscula. Y por atreverse, incluso se lazó a realizar una voluntariosa versión del “Sopa de caracol” que me dejó bastante descolocado. No miento si afirmo que hubiera preferido su versión rap más festivalera, pero aún así el show de Ibarra fue disfrutable y nadie le puede negar su entrega sobre el escenario. Lo sudó de lo lindo porque el fluir no era fácil.
Novedades Carminha - Foto:Víctor Parreno
Viernes 9 de julio
Ser el primer artista del día en un festival, siempre es desagradecido. Más aún cuando el sol pega de lleno y anima a quedarse a la sombra. Pese a ello, Gertrudis, canción a canción, fueron congregando un buen número de público al que animaron a “recuperar las noches locas que nos han robado”. Empezaron fuerte con “No em dóna la gana”, tema que da título a su último disco con el que han abierto aún más su abanico musical. Si bien el violín es su elemento diferenciador, han reforzado la banda con dos vientos, dándole más empuje a sus conocidos temas. Casi no dieron tregua y en un concierto non-stop sonaron “Ho sento molt”, “Rúa da Raiña”, “Ara volo alt” o “Bon dia vida”. No olvidaron su reivindicativa “Si tothom calla” y se despidieron con un espectacular solo de violín mezclando a Händel con AC/DC y con su celebrada rumba “Samarreta”.
De Cataluña saltamos de escenario y continente hasta el Chile de Ana Tijoux. De entrada nos sorprendió con una banda con tres vientos, batería, bajo y teclados, todos con ropaje tropical. La cantante nacida en Francia, de padres exiliados, es una mujer comprometida con su tiempo y lo deja claro en sus canciones. “Antipatriarca” fue su carta de presentación en el festival, como diciendo, podéis bailar pero escuchar lo que digo. “Vengo”, “Shock” o “1977” sonaron diferentes, pero manteniendo esa potente mezcla de hip hop con jazz, funk y folk tradicional. Para ella un concierto es un diálogo y eso hizo en más de una ocasión. Se mostró sorprendida por como en Cataluña (ha estado viviendo un tiempo en Barcelona) no se está haciendo más por los raperos encarcelados y aconsejó que tomaran nota de la lucha chilena, que ha conseguido que se redacte una nueva Carta Magna. Cerró su actuación con la delicada “Sacar la voz”, la inapelable “Somos Sur” o su definitivo canto internacionalista, anticolonialista y antifascista “Antifa Dance”. Recurriendo al tópico, se puede decir más alto, pero no más claro.
Ya lo hemos dicho al principio de la crónica: el público tenía ganas de festival, pero algunos músicos más. Estos últimos años de la trayectoria de Delafé, me habían hecho dudar de la capacidad de Oscar D’Aniello para devolverle el lustre de la popularidad a la banda, y deseaba comprobar el efecto de sus nuevas composiciones. Se presentó en directo acompañado únicamente por Dani Acedo con las bases y Marina Prades como delicioso contrapunto vocal. Pues bien, Oscar tiene que estar tranquilo, porque esas nuevas canciones, que siguen siendo como cuentos narrados, fueron muy bien recibidas. El público coreó la encantadora “Mucho mucho mucho”, la explícita “Adrenalina” o la bailona “Menos cabeza más corazón”. Pero, inevitablemente, las que más entusiasmaron fueron las recuperaciones de “Mar el poder del mar” o “Enero en la playa” que Oscar disfrutó dándolo todo con su característico baile. ¡Que sí, que sí, que funcionan!
Carolina Durante salieron al escenario en plan tormenta tropical y se marcharon convertidos en todo un huracán. Y eso pese a que el propio Diego Ibáñez cantante del banda madrileña, confesaba estar algo desentrenado antes de encarar su “El parque de las balas”. No se notó para nada. Porque, como buen frontman, no paró de saltar y deambular con su característico porte por el escenario, arengando a las primeras filas con sus afilados versos. Los mismos que compone para himnos generacionales ganadores como “Famoso en tres calles”, “Las canciones de Juanita” “Espacio vacío”, “Joder. No sé” o esa “La noche de los muertos vivientes” que presentó con sarcasmo como: “la primera canción que sacamos y también mi favorita, desde entonces hemos ido hacia abajo”. Hubo tiempo también para estrenar un tema inédito titulado “Moreno de contrabando” y para demostrar que tienen recorrido por delante, aunque más de uno piense que los ingredientes de su fórmula son sobradamente conocidos.
Para cuando empezaron los aragoneses Amaral, no había nadie más tocando en el festival, lo que hizo que se congregara frente a ellos casi todo el público asistente al Cruïlla para verles. Hubo incluso carreras para coger sitio y es que te podrán gustar más o menos, pero no cabe duda de que tienen un espectáculo rotundo. Todo muy cuidado, musical y visualmente, sumado a una imbatible lista de éxitos que no dejó de ser coreada. Un buen detalle para navegantes fue que, justo antes de empezar el show, sonara "All Tomorrow’s Parties" de The Velvet Underground. A partir de ahí, tema tras tema, el concierto se convirtió en puro karaoke. “El universo sobre mi”, “Marta, Sebas, Guille y los demás”, “Como hablar” o “Nuestro tiempo” competían para ver cuanta gente la cantaba más alto. En “Revolución” la propia Eva Amaral casi enloqueció al ver ese mar de gente agitándose de nuevo frente a ellos. En el penúltimo tema, “Kamikaze” tuvimos ocasión de ver como Aguirre se quitaba su sempiterno gorro, pero no, solo fue para cambiarlo por una especie de mascara-gorro de espejitos con aspecto de lobo, que toda la banda se colocó. Cerraron bien arriba con “Hacia lo salvaje”, con ese añadido del “a galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar” de Rafael Alberti. Inapelables.
A pesar de que su concierto coincidía, en parte, con el de Amaral, Sopa de Cabra llenaron casi toda la explanada enfrente del escenario Time Out, incluidas las gradas. Andan celebrando el treinta aniversario de su álbum “Ben endins”, el más vendido de la historia del rock en catalán. Así que no faltaron “No tinguis pressa” coreada a gritos, “El boig de la ciutat” que hicieron en acústico o esa canción de amor que es “Si et quedes amb mi”, aunque ahora, como dijo Gerard Quintana, el amor es transgresor y revolucionario. Él mismo afirmó que hacía meses que estaban esperando este concierto para recuperar de dónde venían, el rock'n'roll, y lo demostraron con el fiero “Blujins-roc”. Dejaron el escenario con un “Camins” con todo el público de pie en las gradas.
Cambio total de estilo, algo muy típico del Cruïlla, porque con La Casa Azul entras en otro mundo. O al menos eso es lo que podría pensar alguien que no conozca a la banda y viese la disposición en varios niveles de los músicos y ese aspecto con gafas y auriculares espaciales. Pero todo ello está pensado para que el público se sumerja en ese universo festivo e imparable que proponen con su música y proyecciones. Con ellos se habla de pop de chicle y bailable, pero Guille Milkyway es un inteligente melómano y sabe cómo funciona la música. Desde el inicio con “El momento”, hasta el final con “Nunca nadie pudo volar”, el bombo a negras no paró ni un momento, así que con un público ávido de fiesta, el éxito estaba asegurado. Detalles a resaltar fueron cuando Milkyway aclaro que la frase "caída libre, sin mascarillas" de “Colisión inminente” es de antes de la Pandemia, claro, o cuando tuvo el detalle de incluir parte del “Rumore” de Raffaella Carrá en el imbatible “La Revolución Sexual”. Otro concierto para no parar de bailar.
Hay una figura clásica en el cartel de cualquier festival que adquiere la categoría del tapado. Ese artista en apariencia pequeño o mediano que coincide en hora con un grande y acaba realizando uno de los mejores bolos de la jornada. Pues bien, ese rol lo adquirió con rotunda firmeza el grupo gallego Novedades Carminha. Y es que mientras en el escenario grande Two Door Cinema Club se daban un baño de masas y adquirían un estatus de hora y público que no está del todo acorde con su trayectoria, los gallegos se dejaban la piel con un show variado, divertido y bailable hasta dejarnos a todos con una rotunda sonrisa de felicidad en el rostro. Si los irlandeses abrían y cerraban su show con dos canciones de su primer e imbatible álbum, el mismo que siempre les va a acompañar como una pesada losa, (“I Can Talk” y ese clásico entre clásicos que es “What You Know” respectivamente), Novedades Carminha tiraban de oficio y nos regalaban toda una variada colección de hits de su repertorio con un sonido pétreo y rotundo que no tenía nada que envidiar a lo que sucedía en el escenario grande. “Cariñito”, “Típica cara”, Verbena” o la ya inevitable “Ya no te veo” conquistaron por derecho propio un lugar en nuestros corazoncitos y empujaron al baile desenfrenado a los que prefirieron el jamón ibérico al Irish Stew. ¡Viva el vino!
A estas alturas de la temporada y en condiciones normales Manel ya deberían tener nuevo trabajo bajo el brazo que le diera relevo a su fantástico “Per la bona gent” y le insuflara savia nueva a su repertorio, por lo menos más allá de los tres cortes de su reciente EP "L'amant malalta". Y es que si hay un grupo que hemos tenido la oportunidad de ver en multitud de ocasiones, a lo largo de estos más de dos años, han sido ellos. Por eso era difícil que su show nos sorprendiera, aunque por momentos lo consiguió. Y es que su paso por festivales siempre ha sido más complicado de disfrutar, al ser una banda que se goza y se mueve mejor en salas. En esta ocasión, sin embargo, ya fuera por las ganas de bailarlos de pie o por la entrega que mostraron sobre el escenario, su show fue toda una fiesta. Solo hay que acudir a su alterada y dopada versión de “Al mar” para quitarse el sombrero por la osadía. Al igual que los bailecitos de “Boy Band” que, no por conocidos, cobraron otra dimensión sobre un escenario festivalero. Bien por ellos.
Tras la cancelación de diversos conciertos por culpa de haber dado positivo en el test de marras, entre ellos el que tendrían que haber ofrecido en el Canet Rock hace tan solo una semana, ZOO salieron al escenario con ganas de resarcirse. Sin embargo, ya fuera por la hora o por no estar del todo delante de su público habitual, faltó ese plus de paroxismo y entrega que logra que un bolo salte de la categoría de correcto a memorable. Y eso pese a que el nuevo trabajo de los valencianos es de lo mejorcito que han hecho nunca, y que su nueva propuesta es cada vez más electrónica y contundente. Así no faltaron en su repertorio temas nuevos como “Avant”, “Tir al ninot”, “La del futbol”, “Llepolies” o “Sereno”, para despedirse con ese clásico que es “Ventiladors” a la que le siguió una emblemática “Tobogán” protagonista también de su telón de fondo.
ZOO - Foto: Víctor Parreno
Sábado 10 de julio
El nómada murciano Muerdo abrió los conciertos del sábado. Aunque para ser rigurosos, tanto el viernes como ese mismo sábado, los itinerantes Rolling Vibes se encargaron de recibir a los primeros asistentes con sus divertidas versiones en formato callejero. Ya fuera Raffaella Carrá, Rage Against The Machine o Blur. Así que la banda de Muerdo tomó el gran escenario Estrella Damm para mostrar sobre todo su último trabajo “La sangre del mundo”, un viaje personal y musical muy influenciado por los sonidos latinoamericanos. Candombe, reggae, chacarera o son, pero sin afán de hacer bailar, más bien de acompañar unos textos de componente íntimo, social y cultural. Especialmente emotivos fueron “Si lo crees” tema autobiográfico, o “Lejos de la ciudad” un canto a la libertad y que dedicó al tristemente asesinado Samuel Luiz. Quizás su show se disfrute mejor en espacios más reducidos, aunque, como nos dijo el propio Muerdo, justo están empezando a andar.
Alguien que no tiene problemas con el lugar para tocar es Joan Garriga. Puede moverse con soltura en un pequeño bar o llenar los escenarios más amplios de cualquier país. Y lo decimos con conocimiento de causa. Últimamente se presenta en formato cuarteto respaldado por su cómplice Marià Roch (Culpable del nombre del grupo Mariatxi Galàctic), Madjid y Rambo. Suficientes para liarla donde sea. Y así fue una vez más. Él se ha inventado el termino “rumbia” para definir parte de su música, mezcla de rumba y cumbia, pero que bebe de muchos sitios más. Repasó temas del primer disco que ha editado a su nombre “El ball i el plany”, pero también de su anterior proyecto, La Troba Kung-Fú. En su batidora cupieron temas para bailar, “Les mil i una rumbes”, “Petit rumbero” o “Cariñosa”, con otros para deleitarse y que están entre los mejores que se han hecho en la música catalana, como “Ai on va l’à…” o “Flor de primavera”, que acabó con un Madjid desatado a la guitarra. El final de su concierto con “Volant” debería haberse filmado, porque desató una frenética locura. Y eso que era a primera hora de la tarde y con el sol calentado a base de bien.
Después de esa demencia transitoria debería haber sonado Tom Walker, pero problemas de visado lo impidieron. Lo peor, sin embargo, es que su sustituto, Xoel López, tampoco pudo tocar alegando motivos médicos. Así que todo eso nos llevó a Iseo & Dodosound que empezaron con todo el público para ellos. Y lo aprovecharon. Sus ritmos balanceantes fueron ideales para esas horas y sonaron perfectos. El dúo de Navarra se acompañó de cuatro vientos para fortalecer esa mezcla de reggae-dub-trip hop de bajos gordos y fáciles de bailar. Sus acertados “Frozen Desert” o su especial versión del “Chan Chan” entraron bien tanto a fans como a quienes no los conocían. Su sugerente “Vampire” cerró su brillante concierto.
Mientras esto pasaba, encima del escenario Time Out, Coque Malla afirmaba que hacía tiempo que soñaba con la imagen que estaba viendo desde allí y daba gracias al público y a la organización por haberlo hecho posible. Entusiasmado empezó con “El crac universal”, su más reciente canción compuesta y donde brillaron las guitarras. Después repasó su disco “¿Revolución?” a través de “Solo queda música” “Polvo cósmico”, “Extraterrestre” o “Un lazo rojo, un agujero”, pero quizás fueron demasiados medios tiempos para las ganas de moverse que había. Lo solucionó casi al final recuperando el “Guárdalo”, aunque de repente parte del público empezó a irse en desbandada. La razón es que, diez minutos antes de acabar su concierto, empezaba el de Leiva, hecho que la organización debería haber tenido en cuenta. Lo cierto es que Leiva acaparó la atención de todo el público y se erigió en uno de los triunfadores del festival. Con una amplia banda, sección de vientos incluida, demostró que tiene una buena lista de singles de éxito, empezando por “Terriblemente cruel”, “La lluvia en los zapatos”, “Lobos” o “No te preocupes por mi”. Lo suyo es el rock clásico de tintes canallas, que lo mismo bebe de los Stones, que de los Beatles, pero con unas letras que parecen llegar a un público transversal. No faltaron sus recuperaciones de temas con Pereza, “Como lo tienes tú” o “Estrella polar” que pusieron en riesgo las voces del público, o la clásica que marca y marcó el final de su concierto “Lady Madrid”.
Tras el madrileño, Izal también fueron muy celebrados. El Cruïlla siempre ha afirmado que en este festival cada grupo puede tocar el tiempo que quiera, así que Izal pidieron dos horas de concierto y eso fue lo que ofrecieron. La banda tenía preparado un espectáculo especial para 2020, pero apenas lo pudieron presentar, así que lo han vuelto a retomar. Y no queremos hacer mucho spoiler, pero tiene que ver con un viaje espacial, con montajes de videos y hasta una aplicación para poder elegir una canción del show. Aunque todo empezó con ese sentido “Meiuqér” (réquiem al revés) que según Mikel Izal le devolvió a la vida. A partir de ahí invitaron al numeroso público a que se embarcara junto a ellos en ese viaje a través de sus canciones. Nos atreveremos a revelar que en su concierto hubo colaboraciones, a través de videos grabados, con Rozalén, Sidonie, Mäbu, Zahara, Miguel Ríos y Enrique Bunbury. El público los disfrutó mucho y ellos estaban muy emocionados. Mikel certificó que llevaban 468 días sin tocar y hasta se olvidó de alguna parte de las letras, afirmando que eso solo le pasaba cuando estaba muy feliz. Acabó dedicando la actuación a todos los sanitarios y a la sanidad pública.
A pesar con coincidir totalmente con Izal, Fuel Fandango tuvieron un entregado público con su propuesta. Lo suyo cuesta definir, flamenco, electrónica, funky, copla, soul con letras en inglés y castellano. Pero en el fondo una música que te cambia el estado de ánimo, pero para bien, claro. Ahí dejaron ese temazo que hicieron junto a Vicente Amigo, “Estamos solos” o esa colorida triada con “Medina”, “New Live” y “La Primavera”. Fueron otro de los grupos que se tomaron su actuación en el festival como un regalo. Aunque ellos se fueron obsequiándonos con las vigorosas “Mi danza” y “Toda la vida”.
Del único escenario que no habíamos hablado hasta ahora era el del Cruïlla Comedy. Por él pasaron un buen números de cómicos. Al coincidir con los conciertos, de todos ellos solo pudimos disfrutar del particular humor de Pablo Ibarburu, la freaky Charlie Pee y el surrealista Ignatius Farray. Y los tres con un público que abarrotaba el espacio, sobre todo el último de ellos, realmente sobresaliente. Somos incapaces de explicar cómo condujo su monólogo, pero hasta consiguió levantar justificados vivas a Hitler. Aunque memorable también la petición que hizo para su epitafio: “se veía venir”. ¡Tronchante!
León Benavente son lo que son y punto: Un valor seguro. Su dilatada experiencia como músicos está fuera de toda duda y pocas bandas españolas son capaces de lograr un sonido tan empacado y contundente como ellos. Si a eso le añades a un Abraham Boba muy motivado, sumado a una colección de canciones ganadoras como "Cuatro monos", "Amo", "Como la piedra que flota", "Ánimo valiente" o "Ser brigada", solo cabe decir que fue muy emocionante volver a verlos de nuevo sobre un escenario.
Si eres de lo que has visto el reciente documental que Dorian han realizado sobre la gira de su "Justicia Universal" serás plenamente consciente de que son capaces y de lo adecuado que resultaba que ellos se encargaran de poner el broche de oro al Festival con un espectáculo al nivel de cualquier banda internacional. Mientras Morcheeba dejaban constancia de su clase con clásicos de su repertorio como “Trigger Hippie” y la carismática Skye Edwards dándolo todo, los catalanes se daban un baño de multitudes y ofrecían un show emocionante y contundente a partes iguales. Fue la constatación de que es posible realizar un festival multitudinario en Barcelona si necesidad de recurrir a grandes nombres internacionales y que el nivel de lo que se ofrece sobre el escenario no se resienta. De vez en cuando hay que estar orgullosos de lo que se hace en nuestras fronteras y dejar a un lado ese papanatismo tan infantil de ver con otros ojos lo que nos llega de fuera. Y así con la sesión de Dj Amable como banda sonora de camino a casa nos cercionamos de lo difícil que va a ser “volver a la normalidad” de nuevo, pero conocedores de que cada vez estamos más convencidos de que antes no valorábamos lo que teníamos. No sabíamos que éramos felices.
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