¿Vale más una imagen que 1.000 melodías?

Ya, ya. Pero y eso, ¿en qué se traduce? Es habitual que los coloquios terminen en una sarta de sentencias que luego no tienen aplicativo en el día a día. Aquello de mucho filosofar y poca concreción. Suertudamente, no fue el caso del Roster Day, proyecto de mecenazgo cultural impulsado por Movistar destinado a apoyar el talento musical, que este sábado desembarcó en Barcelona y, como con el carnet de conducir, tuvo parte teórica y práctica: ¿Se ha comioa la imagen a la música o la imagen es una oportunidad más profunda para comunicar para los artistas?

El debate se desarrolló, micro en mano y culo en unas escalinatas, en una mesa redonda que contó con periodistas, publicistas, realizadores y fotógrafos. Pero también tuvo respuesta in situ, en Abaixadors 10, sede de Radio Primavera Sound, gracias a los conciertos en la parte final de la jornada de Le Nais y Yana Zafiro, artistas del Roster de Movistar, y de –banda invitada a la velada– Oso Leone.

¿La música se ha convertido sólo en un impacto visual? ¿La atención hacia las propuestas baja porque todos generamos muchas imágenes, todos nos convertimos en un anuncio y podemos atender menos el arte, o toda comunicación suma? Planteando semejantes dudas daba el pistoletazo de salida el moderador del acto, Frankie Pizá, director creativo de Primavera Sound. Para problematizar la cuestión, hablaba de Kanye West y su paradoja: creciente interés por su Instagram pero cada vez más soporífera carrera musical. Sí, lo de “Jesus is King” (19).

La principal conclusión de la mesa fue –sorpresa– que no hay conclusión. Pues los hay que, como Le Nais, la primera en prender el fuego, no tienen una bis comunicativa chocante pero que, con valores de antaño, sensibilidad y melancolía, consiguen atrapar. Cover de Bon Iver mediante, la joven catalana, nacida en Lleida pero afincada en Barcelona, dio un recital sin aspavientos, parca en atrezzo, tanto en lo musical como en lo escénico. Folk de ASMR, gustoso y cálido (“Hurricane”) y muy aplaudido por las decenas de asistentes al Roster de la capital catalana.

En el extremo opuesto, o como lo hubiese definido la fotógrafa Alba Rupérez, está lo de Travis Scott. "Él comunica 360, es la manera cómo nos comunicamos hoy: enseñarlo casi todo. Hace tres años daba bolos para cuarenta personas... Y cuando entran las redes sociales coge la trascendencia actual". Una idea seguramente compartida por Yana Zafiro. Todo muy millennial y, en su caso, incluso bedroom.

Con poca complicación en lo musical –bases tonti pop, lo-fi y power pop lanzadas por ordenador, pasadas por una controladora de la que no se mueve ni un botón en todo el recital– pero de gran iconicidad e impacto visual, la joven de 21 años propone un mundo rosa, glitch, brilli-brilli, con proyecciones de Supernenas y… ¡Zas! Con sorpresa en el mensaje. Fondo y forma no andan reñidos: estética aniñada pero guantazos feministas.

Al final, música e imagen son un todo, ¿o no? ¿Un todo que parte de los años de la MTV pero que ahora se polariza? ¿Un todo hasta el punto de poder enamorarnos de artistas creados por un equipo de ingenieros? Joan S. Luna, redactor jefe de MondoSonoro, sacó a colación durante el coloquio a Miku Hatsune, ídolo japonesa que realmente es una librería de voz para el programa VOCALOID. Mundo loco.

Sea como sea, ¿podemos enamorarnos igual de tres chavales que, como Oso Leone, ni imagen impactante, ni gran dominio escénico (el lapso de diez minutos tras un problema técnico mermó su inicio de bolo) pero sí con una propuesta trascendente? Pues seguramente, pero con los mallorquines es mejor dejar los stories aparcados y permitir a los pies caminar solos entre marismas de psicodelia, jazz y salidas de tono tropicalistas. ¿Vale más una imagen que 1.000 melodías? Sí, si la imagen es buena. Sino, ojos cerrados y móvil aparcado un rato.