Málaga 451: La Noche de los Libros
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Málaga 451: La Noche de los Libros

8 / 10
David Pérez Marín — 30-09-2021
Sala — La Térmica, Málaga
Fotografía — David Pérez Marín

Málaga 451: La Noche de los Libros por fin pasa página y deja atrás pasadas cancelaciones pandémicas, avivando el fuego cultural con ficción y realidad, a golpe de verso, prosa, teatro y música en esta triunfal VI edición. Una esperadísima y consagrada celebración bajo la luna malagueña que, como en sus anteriores ediciones, reúne a una selecta representación de las tendencias actuales de la creación literaria nacional e internacional, bañando cada rincón de La Térmica (centro de cultura contemporánea de la Diputación de Málaga) con lo más granado del año en novela, poesía, cómic o ensayo, además de convivir con otras artes en torno a las cuales la literatura ejerce su inagotable influencia.
Unas nubes de última hora ocasionan cambio de escenario (de exterior a interior), por amenaza de lluvia… pero a la voz, a las palabras no hay quien las pare, ni tormentas, ni 451 grados Fahrenheit. La noche de los libros será una fiesta y las colas de espera para entrar en La Térmica, son buena señal de ello.
Las interesantes conferencias con llenos absolutos de autores como John Banville, Tatiana Tibuleac, Fernando Savater, Luis Landero, Paula Bonet y Juan Carlos Mestre, entre otros, empiezan a sembrar el centro cultural con ojos brillantes abiertos como platos. El amor por los libros sigue su curso, coreografiando una danza sin fin en la que, el latido principal lo marca el tintineo de bolsas de papel que rezan “Málaga 451: La Noche de los Libros” y que esconden mil mundos e historias, cruzándose y saludándose por los pasillos, en una continua búsqueda de aventuras sensitivas por los puestos engalanados de las librerías malagueñas.
En esta edición reducida a tres escenarios, narrativa y ensayo; poesía; y música, también encontramos espacio y protagonismo para el teatro, de la mano de la dramaturga y directora Angélica Cuenca, proponiendo una adaptación teatral del libro Teoría King Kong de la cineasta y novelista Virginie Despentes. Todas las conferencias y pases teatrales (3) con entrada libre hasta completar aforo, más el escenario Cervezas Alhambra, hacia donde nos dirigimos, bajo venta de entradas a beneficio de la librería Proteo, que se recupera del fatídico incendio que sufrió el mes de mayo.
Los malagueños Buenatarde y su pop naif con espinas, intimista y pegadizo, abren la veda de los conciertos, interactuando con el público y nadando a contracorriente en un sonido que no hace que podamos paladear bien su flamante La extrema belleza (21). Con todo, queman las naves y terminan cantando entre el público, dejando su rastro de experiencias compartidas en el ambiente.
El mal sonido sigue serpenteando por el auditorio y ahora le toca bregar con ello a Soleá Morente que, muy bien acompañada al cajón, guitarra flamenca y eléctrica, con sintes y samples en el aire, derrocha garra y energía por los cuatro costaos, venciendo la partida y conectando en todo momento con un público que no para de corear cada tema y bailar sentado… Así, la fiesta continúa entre farolillos de feria y lunares mil, con el vaivén de “Cosas buenas”, mucho “Cariño”, versos recitados y taconeos, pasando por “Coca-cola”, “Lo que te falta” y una “Nochecita Sanjuanera” en la que Soleá baja del escenario y demuestra a viva voz ese pellizco y duende que le corre por las venas. En la recta final encuentra la velada su pulso sonoro correcto y seguimos aferrándonos con uñas y dientes a esa verbena flamenca que tanto añorábamos, rematándonos con una adictiva “Baila conmigo” que nos deja con ganas de mucho más.

El plato fuerte musical/literario de la jornada, en el que se funde narrativa, poesía y una intensidad interpretativa al alcance de muy pocos, lo pone Tulsa, con Miren Iza a corazón abierto, saltando sin red en cada tema y reconfirmándose como una de las grandes songwriters nacionales. De libros va la cosa y Miren y su banda interestelar nos atrapan con un show que podría llamarse hoy: “Canciones de amor (y desamor) a quemarropa”. Título, confieso, que comparte con el libro que estoy leyendo justo ahora… Y es que, nuestra noche de los libros comenzó en realidad un día antes, cuando, sedientos de nuevas historias, buscamos páginas que llevarnos a los ojos en unas de las librerías que hoy tiene stand en La Térmica. Uno de los libros que nos llevamos a casa fue ese “Canciones de amor a quemarropa” de Nickolas Butler y, con el soniquete de dulzor amargo y luz entre las grietas que desprenden los personajes de Butler, aparece Miren Iza y su banda a escena, acribillándonos sin pausa con recuerdos, cicatrices y lugares comunes a flor de piel. La cita sentimental comienza alerta, con ese “protocolo nuclear” que siempre llevamos en el bolsillo y estamos predispuestos a activar, tras tantas heridas en el camino. Una “Destrucción mutua asegurada” por barreras autoimpuestas y ataques que no dejan sanar el pasado, ni fluir presente y futuro. “Poco a poco, daño a daño” sigue el trance en el que nos sumergen, destacando en la primera parte piezas de su último y sobresaliente Ese éxtasis (21), como “Yo no nacía así”, “Os oigo follar” o una “Autorretrato” en la que Miren arde y renace en cada fraseo. “No supimos interpretar el rosa de la luna…”, pero no, ¡no es tarde ya!, y aunque nos sublevamos, caemos rendidos a los cantos de sirena de “Matxitxako”, único tema rescatado hoy de Espera la pálida (09), para seguir nadando mar adentro tras el naufragio en La calma chicha (15), del que reflotan tres joyas que arañan por dentro como el primer día: “En tu corazón solo hay sitio en los suburbios”, “Los amantes del puente” y “Oda al amor efímero”.
Cogemos fuerza en “Centauros” y, del disco del mismo nombre de 2017, recorremos esa ciudad irreconocible que todos llevamos dentro y ahora suena bajo el nombre de “Bilbao”. La temperatura sube y huele a azufre en “Verano Averno”, con la banda fundiéndose con una Iza que es puro fuego afilado, poseída por el espíritu del Nick Cave de antaño. Volvemos a recorrer los surcos de su último trabajo y alcanzamos un clímax interpretativo más en el tridente que va de “Tres venenos”, al empoderamiento de una “Yo no soy Penélope” que hace temblar al mismísimo Ulises, y la lava ardiente y sensual de unas “Los volcanes avisan” en la que nos derretimos al unísono. Los 451 Fahrenheit de este año, los alcanza La noche de los libros con Tulsa.

El auditorio Edgar Neville recupera el aliento y el aire festivo que Soléa sembró horas antes con los también granaínos Colectivo Da Silva, que nos conectan una tromba infalible de hits que hacen bailar hasta a los muertos. Y eso ocurre, imposible aguantar en las butacas con temazos tan adictivos como la brisa de “Poliamor”, una “Bolitas” coreada por todos o el subidón colectivo que desata una “Marina d’Or” en la que exigimos verano eterno.
La banda suena cada vez mejor en directo y la comunión festiva que transmiten entre ellos hace que orbitemos en cada una de sus canciones a su antojo. Traca final y seguimos de “After” aunque salga el sol, con versión de la Zowi incluida en una reconvertida y pegadiza a más no poder “Nena ven a por eso”, donde la amalgama pop que los hace únicos rebosa y eclipsa con ritmos mediterráneos, aires de bossa y calipso; para terminar por desatornillar las butacas del auditorio con “Nos vemos luego” y finalizar dando saltos con la música de Los Serrano de fondo, Fran Perea subiendo al escenario incluido, uniéndose a la surrealista verbena. La cultura, zigzagueando entre la comedia, el drama y mil géneros más, va recuperando la normalidad con Málaga 451: La Noche de los Libros. No hay final para esta historia. Continuará.

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