Tras un verano huérfano de festivales, se alinearon los astros y gran parte del indie rock y underground malagueño para, con mucha voluntad, trabajo y amor por la cultura sonora en todas sus vertientes, y nuestro querido Juandi Velvet a la cabeza, dar a luz entre las flores Salvia. Un festival para que doscientos afortunados pudieran disfrutar y desquitarse de tantas ganas acumuladas de liberar serotonina encadenando conciertos, cumpliendo a rajatabla las medidas de seguridad y con todas las comodidades posibles, en un espacio que se antoja perfecto para que la propuesta se asiente y siga creciendo en el tiempo.
Dos exitosas jornadas (se vendieron los abonos en 48 horas) en El Jardín Botánico Histórico de La Concepción de Málaga para respirar, mascarilla en boca, aire puro y recolectar buena música, antes de que la incertidumbre de la sombra del Covid y el frío invernal nos pueda dejar, (ojalá que no) en el dique seco otra temporada. Nuestro epicúreo recorrido entre nenúfares, palmeras y ficus gigantes, comienza con aires electrónicos por partida doble, el de los beats y armonías magnéticas de CaraduSanto en el escenario Casa Palacio y con el dúo Duro Vino que, aunque no goza de la oscuridad necesaria para transmitir su personal propuesta sonoro-visual, hacen que germinen en el Botánico los primeros contoneos de caderas en la tarde otoñal del viernes, a golpe de teclados sintetizados.
Los que sí relucen y encandilan a la primera, son los malagueños Sorry Kini, tejiendo paisajes sonoros que se funden placenteramente con el entorno que nos rodea en el escenario de La Casa del Administrador, ya sea en la cadencia de temas como Wedding Guest y Collide, con sus giros tropicalistas y rabiosos estallidos, o en la intimidad de una Whisper en la que termina por atraparnos el atardecer.
Tras el interesante encuentro/coloquio de Mujeres artistas de Málaga, las enredaderas de post rock instrumental con tintes jazzísticos y ecos de Migala, toman el escenario principal de la mano de Kermit, en un directo que nunca baja la intensidad y que encandila, de principio a fin, al numeroso público que les rodea.
Los ritmos experimentales de Lüüü nos remueven por dentro y, Victoria y arpón en mano, vamos en busca de Ballena que, zigzagueando por sus dos largos, Navarone (17) y el aún humeante y luminoso Odisea Ballena (20), nos ofrecen un electrizante repertorio que remarca su fulgurante y merecida escalada en la primera división del indie-rock patrio. Así, nos dejamos llevar por la gran ola de Valora tu surf y seguimos volando y, hit a hit, escapando de la ciudad en Torre de control, para terminar por pasar al ataque y fundirnos en ese abrazo final de La Fiesta de Iniesta. Regalo añadido de Miguel Rueda y compañía, estrenando en casa un adelanto que deja muy buen sabor de boca y ganas de más.
Justo con la Odisea Ballena en marcha, el rugido eléctrico más potente del día lo da en el escenario Casa Palacio el trío Break the Senses, formación que ya los pudimos disfrutar en 2018 en nuestro escenario Mondo Sonoro durante la primera edición de Oh See! y que, como presagiamos (no era difícil tras el zarpazo que nos dieron), son ya una afilada realidad que deja huella en los presentes en pocos segundos, proclamándose como una de las bandas vencedoras del festival. Con la desbordante energía de su frontgirl al mando, muerden la luna y dejan herida la noche del viernes con cada embestida de su inflamable Future, love and chaos (19).
Nos tomamos la penúltima entre risas viendo el documental de Drunk O Rama – Historias de un Bar y el cierre perfecto lo ponen, acunando estrellas con standard de jazz y blues, Danielle Tozzi a la guitarra y Noelia Naval, otra de las voces de la jornada.
Nos fuimos con sabor a jazz y volvemos bajo esas esencias el sábado, con el trío Zwicky demostrando tablas y llevándonos con personalidad y buen hacer a una encrucijada preciosista de clásica, jazz rock y free jazz, subrayando de nuevo la mágica eclecticidad y alma libre de Salvia.
Esa multicolor paleta de colores reinante, nos lleva del ambient flotante y electrónica ensoñadora de Pepo Galán, a recorrer la fina línea que separa las raíces, de las alas del flamenco, con José Manuel Rojas (MondoSonoro) como ponente, para dejarnos llevar poco después en el mismo lugar por la vanguardia hipnótica del violín de Luz Prado.
Las pulsaciones se aceleran en el escenario de La Casa del Guardia, primero con la enérgica traca final de Mauri y el público entregado en un Love bomb con regusto a Ryan Adams y a los L.A. más pegadizos y, después, con la esperada reaparición de los muy queridos por estos lares Notes To Myself, que tras una década sin tocar en vivo ni publicar nuevas canciones, volvieron el pasado año a remover las ascuas con el EP Embers (19) y, disfrazados de cowboys del espacio, alunizaron en el escenario del Canela Party, dando su primer concierto justo donde se despidieron de las giras una década antes. Los cuatro jinetes espaciales siguen su propia estela y vuelven a la carga con un EP recién salido del horno, titulado precisamente Space cowboys (20) y con la llama intacta, dejándose la piel sobre las tablas, quemando las naves a base de indie rock americano en vena y punk actitud, firmando el bolo más electrificante de este segundo asalto.
El Adn de Salvia continua fluyendo en el dialogar del arte entre árboles y cervezas, entrelazando propuestas diferentes que pasan por la electrónica catártica y combativa de Bromo, abarcando mensajes audiovisuales hipnóticos de denuncia social, medioambiental y política bajo una bola de espejos. Con la sinergia experimental de Paloma Peñarrubia y Azael Ferrers aún dándonos vueltas en la cabeza y los ecos de la descarga de alta tensión de los cuatro astronautas de Notes To Myself (omnipresentes como miembros de otros proyectos en los dos escenarios) pululando aún en el ambiente, le toca calmar las tempestades a Jamie 4 President, meciéndonos con un set acústico en el que brillan y hechizan a fuego lento en La Casa del Administrador.
El olor a flores y tierra mojada aumenta en la humedad de la madrugada, con raíces flamencas que rezuman pellizco y jondura en el cante de Delia Membrives y el toque de José Naranjo. Nos despedimos de esta primera edición de Salvia por soleares y, aunque desalojamos el Jardín, la feliz semilla ya está puesta. A la cultura sonora, como a la naturaleza, con amor del bueno, no hay quien la pare.
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