Oh See! Fest se reafirma en su segunda edición -con un primer día extra y un ecléctico cartel el sábado- como el gran evento indie-rock que le faltaba a Málaga, consolidándose y situándose en la primera línea de los festivales andaluces con más tirón del género.
14.000 personas repartidas en dos jornadas avalan una apuesta que ni la tormenta eléctrica de la madrugada del sábado lo pudo tambalear, demostrando que la música y el buen ambiente borran los saltos generacionales y hacen que los gustos dispares encuentren una encrucijada donde darse la mano.
Las gaviotas (pavanas para los más sureños) sobrevuelan nuestras cabezas, vigiladas por un cielo que amenaza con romperse… Pero no, el sol y un verano que no tiene pensado hacer las maletas, marcarán el rumbo de un festival que ya han puesto patas arriba Las Chillers, derrochando energía entre los primeros valientes que toman el Auditorio.
El viernes se enamora de Morgan rápidamente, meciendo nubes en cada verso de un Sargento de hierro que, poco a poco, cura el cansancio y la distancia de toda la semana. Salvados ya, Nina nos recuerda que estamos en casa y tras Home, la brisa funky-rock de Another road (Gettin’ ready) se apodera del recinto, provocando el baile colectivo a un palmo del suelo, con Daft Punk bajo las alas incluido. La vida extra nos la da y nos la quita con una desgarradora Marry you final, disipando contradicciones y miedos a cada sorbo de un atardecer con regusto a cerveza, azahar y gin tonics que vienen y van.
Despistaos nos hacen viejos y jóvenes con Física o química y temas coreados por los fans Cada dos minutos, para darle después el relevo al esperado C. Tangana, que le pone fuego a la noche y hace temblar los cimientos del auditorio municipal a base de trap, ritmos tropicales y urbanos, con una pizca de veneno y chulería marca de la casa. Sale a por todas, desbocado con un Caballo ganador que nos lleva por delante y ya, queramos o no, el vaivén de sus hits atrapa hasta al más hater de los presentes. De Mala mujer a esa complilla de Un veneno a la que nos agarramos los disidentes, esperando que salga el Niño de Elche por algún lateral…
Foto: Javier Rosa
Juancho y sus Sidecars pisan las tablas con fuerza, pero las pulsaciones están muy altas (con los ecos y las quemaduras traperas aún en el aire) y el ritmo baja… Con todo, su gran legión de fans los aúpa al podio de la jornada, poniendo la madrugada Contra las cuerdas y exprimiendo cada estribillo que es cantado a viva voz por el público. El viernes es ya un Amasijo de hueso, pero resistimos y La Casa Azul marca el ritmo y resucita hasta los muertos. Una bola de espejos gira en la oscuridad y la locura y el desborde de endorfinas crece y reflecta en cada hit. De La Revolución sexual, a una Nunca nadie pudo volar que desmiente en pocos segundos su propio título.
El sábado amanece con gafas de sol tras la lluvia de rayos. Los malagueños Ballena sudan buena música a primera hora y vuelven a demostrar, una vez más, que su nombre debería aparecer en más festivales.
Delaporte retoman la senda que abrió La Casa Azul horas atrás y aceleran el ritmo de la jornada en un parpadeo. Lástima la hora, con poca gente y con los termómetros subiendo. Activan la velocidad de crucero “y ahora está todo en movimiento, / mi cuerpo ahora sueña despierto”.
Siempre es buen momento para inyectarle nervio punk y melodías power-pop al día. Airbag desgranan su aún humeante Cementerio indie (Sonido Muchacho, 19), que suena tan bien en directo como en el disco. De menos a más, olas de surf-rock que van creciendo y rozan el tsunami. Del inicio a fuego lento con El puente de los alemanes, a subir las revoluciones con la pegadiza Eleven y Mike o la también flamante y melancólica Memoriax 500. Pero sin lugar a dudas, son los clásicos los que provocan los primeros temblores de tierra del sábado, una balacera entre la que encontramos proyectiles como Septiembre aún es verano y Territorio Dagger, pasando por una Todo está bien en la que ocupa la batería Juan Pedrayes de Carolina Durante (luego hará lo propio José Andrés con los madrileños), para terminar con la ultra coreada Ahí viene la decepción.
Foto: David Pérez Marín
Tras la ola perfecta llega el grupo nacional más reclamado del momento, Carolina Durante, que despierta amor para unos y algo de “nerviosismo”, como poco, para otros. Guste más o menos su fórmula, son una bomba en directo y siempre juegan al límite. La banda al completo a tumba abierta de principio a fin, con Diego Ibáñez al mando (nos pide disculpas por la voz tocada, pero no escatima energías y fuerzas en ningún momento), sudando la camiseta poseído por el espíritu de Ian Curtis y esos bailes compartidos. De Las canciones de Juanita a una Falta sentimiento que suena inmensa, pasando por las esperadísimas Perdona (ahora sí que sí), el tornado de Cayetano y la muy ganadora La noche de los muertos vivientes. A ver quién les quita ahora la corona del sábado.
Zahara y su estelar banda vencen los problemas de sonido y les propinan un buen arañazo a los nubarrones, dejando que pase el sol. Rezuma carisma por cada poro de su piel, bailando a lo rock star y cantando a corazón abierto cada canción. En Hoy la bestia cena en casa maúlla Málaga al completo, y con la interpretación desgarradora de Guerra y paz quema más de una manecilla de reloj.
Foto: Javier Rosa
Los chicos de La M.O.D.A. nunca fallan y son unos de los destacados Héroes del sábado. La tarde se deshace al son de Los hijos de Johnny Cash, 1932 o Nómadas que se sienten vivos y nos transmiten esas ganas de no perder ningún tren.
Y como una locomotora puesta a punto, irrumpen en la noche 091, que “vienen a terminar lo que empezaron”, single que cae como un obús resplandeciente. Nos dejamos la voz en La noche que la luna salió tarde y La Torre de la Vela, volamos en La calle del viento y nos preguntamos una y otra vez Qué fue del siglo XX. La banda está rejuvenecida y con los colmillos afilados. Nos quedamos con ganas de La canción del Espantapájaros y ya esperamos con los brazos abiertos el nuevo disco.
Foto: David Pérez Marín
Aunque aún resuena en el ambiente La vida que mala es, tenemos que llevarle la contraria a Lapido y García, porque la brillantina festivalera se extiende como la pólvora por la cara más guapa de la luna, compartiendo besos y estrellas en cada tema de Love of Lesbian. Apoteosis con I.M.T. y Algunas plantas, o en baladas y medios tiempos que Balmes maneja y mece como nadie, remarcando el ADN y latido de la banda, como Incendios de nieve, Planeador o el Allí donde solíamos gritar final.
No falta el Club de fans de John Boy, con todos los presentes quemando las naves a una, y un Fantástico en el que hay tiempo para versionar y mezclar fragmentos de Amante bandido y Lobo hombre en París, más homenaje final al recientemente desaparecido Camilo Sesto.
La madrugada nos pesa y Viva Suecia cierran esta exitosa edición con un concierto demasiado corto y apresurado, pero intenso, que deja a sus seguidores con ganas de mucho más. Lo que te mereces suena como clásico de su repertorio y se desintegran y renacen con el público en los dos ases finales, Hemos ganado tiempo y Amar el conflicto (todo lo que importa).
Mención especial merece una de las heroínas de este año, la incombustible Nina Deframe, que pinchó un éxito tras otro entre conciertos (los dos días), haciéndonos bailar sin pausa.
Oh See! llegó para quedarse y ya es una de las citas ineludibles marcada a fuego en el calendario.
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