Aún pululaban por Málaga los ecos del exitoso estreno en la Bienal de Sevilla de Principio y Origen (22), segunda parte de Tremenda (21), trabajo recién salido del horno que cierra el círculo de un viaje sideral, con forma de disco doble y, como únicos guías, la libertad creativa y el dominio de la tradición. Así, con esos mimbres, sale a escena Rosario La Tremendita junto a su banda, en un Teatro Cervantes con buena entrada y expectante por lo que se viene.
Acompañada por su productor Pablo Martín Jones a la batería y mandos de la nave electrónica, con David Sancho a los teclados psicodélicos y el toque magistral y camaleónico de Juanfe Pérez al bajo, Rosario (bajo en mano, look ganador y personalidad desbordante), comienza a desplegar su poderío y magnetismo con la inicial “Oye mi voz”. Una cadencia de ida y vuelta por Colombianas que hoy, como el grueso del show, está más cerca del sonido experimental de “Tremenda”, que de la desnudez flamenca de “Principio y Origen”.
Trayecto interestelar de la contemporaneidad a la raíz y viceversa, para llegar a un mundo nuevo cada vez más heterogéneo que, sin olvidarse nunca de donde viene, rompe, quejío a quejío, cualquier atadura estilística, miedo y cadena, renovando lo jondo desde una genuina impureza que rezuma duende y tradición por los cuatro costaos. Nos vamos de “Romería”, con Lorca y Morente bajo las alas, para pasar luego al cajón flamenco y arrancarse por seguiriya con una desgarradora “Amante”, seguida de una espectacular un “Mundo nuevo” por peteneras que no desatornilla las butacas del suelo de milagro, con el espíritu de La Niña de los Peines por bandera.
Nos mece y araña con el soniquete envolvente de un “Huye hacia el amo”, canción que, nos desvela, “siempre me trae suerte”, del notabilísimo e imprescindible (tercer disco y primer galope libertario) “Delirium Tremens” (18), con un solo de bajo que hace que se tambalee, como un flan, el Teatro Cervantes.
El concierto nunca baja de intensidad, con Rosario y su banda catapultándonos de cima a cima, alcanzando una más de ellas con “Mi voz”, sentada al cajón y guitarra acústica en mano (la toca al final), con Martín Jones jugando a los mandos con su cante, creando atmósferas y repeticiones vocales que nos hacen flotar; mientras David Sancho prosigue su tarea de tejer paisajes psicodélicos de colores mil a los teclados y Juanfe Pérez da puntadas resplandecientes con un bajo que suena ahora fino y relampagueante, como una guitarra eléctrica.
Por alegrías de Cádiz, intro al bajo de Juanfe Pérez (descomunal durante toda la velada), con Rosario echando rayos de luz por su boca, acompañando al cajón y Jones a la batería, frente a frente. Una fiesta de compás que nos teletransporta una y otra vez a ese amarillo único de los amaneceres y atardeceres de La Caleta.
Rock star flamenca, desde el centro del escenario, agarrada al pie del micro a lo Iggy Pop, con David Sancho y Martín Jones haciendo de las suyas a las teclas, lanza al aire los versos adictivos de Elise Cowen, en una “Concha Dorada” que esconde veneno y sanación, para terminar de rematarnos con una soleá de la “Serneta” espacial, con Rosario dejándose el alma en cada quejío y la banda al completo ardiendo sobre el escenario. “De mi cuerpo haré yo ceniza y muero cuando diga yo. / Yo soy feliz en esta vida, a fuego con mi dolor”. Tremenda.
Pide palmas y le damos lo que ella quiera. Escalón a escalón, tomamos la “escalera de vidrio por donde suben las penas” de una “Tremenda Valeriana” que es combustión instantánea, con los músicos de nuevo acelerando a una y haciendo temblar los cimiento del teatro, en una fusión y explosión de electrónica y psicodelia jonda abrasiva.
“Por qué juegas mujer con mi corazón” y nos fundimos en un “Romance del Silencio” empapado de recuerdos y homenajes a todos los grandes cantaores y cantaoras que la empujaron al flamenco, coronada con ese “Al mal tiempo, buena cara, decía mi mare, cuando amanecía tristeza en el alma”. Fuegos artificiales sonoros sobre el escenario y ovación que obliga a reaparecer con un “Dime” de Lola Flores, con el teatro al completo en pie y acompañando a las palmas y estribillo en un fin de fiesta para el recuerdo.
Ya no podremos ver a Pavón ni a Bowie, pero esta Ziggy Stardust del flamenco, siempre nos llevará a Marte y a otras galaxias, en estudio y en directo. No os la perdáis y subiros a la nave siempre que podáis. Una vez más, Tremenda.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.