Jefe
ConciertosQuique González

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9 / 10
Nacho B. Sola — 12-07-2016
Empresa — Veranos de la Villa
Fecha — 09 julio, 2016
Sala — Teatro Circo Price
Fotografía — Nacho Ballesteros

Quique González hace tiempo que fue madrileño. Desde hace años, es tan pasiego como los prados en los que ahora habita. Pero hay cosas que no cambian en ese muchacho que pateaba aceras en San Juan Bautista, su barrio de toda la vida: a pesar de enfrentarse a cantidades de público cada vez más ingentes, en escenarios cada vez más extensos, hay una pátina de timidez que sigue envolviendo todo aquello a lo que se enfrenta. En el Circo Price, en la primera de las noches en que volvía a jugar en casa, tras haber agotado billete unos meses antes en Leganés en varias fechas, Quique González presentaba “Me mata si me necesitas” (Cultura Rock 2016). En su ciudad.

El otro “chico triste y solitario” de la capital se enfrentaba a dos horas que podían haber sido algunas más y que arrancaban con el inicio de su último trabajo, “Detectives”. Precisamente, uniformados de bajos fondos, Los detectives, capitaneados por Eduardo Ortega, el fiel escudero de González en los últimos años, no dejaron ningún atisbo de duda. Por orden, y de corrido, las cinco canciones de la cara A. Entre ellas, la inconmensurable “Charo” coprotagonizada a la voz por Nina ‘Morgan’.

Después, un intermezzo con parte de lo bueno y variado de la trayectoria de Quique: “Kid chocolate”, “Dónde está el dinero” o “Tenía que decírtelo”, estas dos últimas, con la colaboración de un virtuoso Alex Nashville a la guitarra eléctrica, daban paso a la nostalgia de algunos temas de “Salitre 48” (Universal 2001), como “Tarde de perros” o “En el disparadero”, mano a mano con Eduardo Ortega, a quien, todo un detallazo, le dejó cantar una de sus composiciones.

Para retomar la cara B del último trabajo, Los detectives, como si fueran The Acetones en “Local Hero”, la película, se pusieron manos a la obra con “Ahora piensas rápido”, para dejar paso a una de las “favoritas de grabar y de tocar”, “Orquídeas”, o el blues de “No es lo que habíamos hablado”. Al final, en “La casa de mis padres”, Quique deja toda su timidez de lado y, con el recuerdo de su padre, se derrumba y ha de volver a empezar: “Es más difícil tocarla en Madrid que en ningún otro sitio”.

Así, con esa sensación de “luchar con la puta culpa” en nuestras cabezas, llegaron los bises, que, la verdad, supieron a poco. Con dedicatoria a Santi Segurola, la rubia de “Su día libre” vino de la mano de la chica de la lavandería, la de “Avería y redención”. Y, cómo no podía ser de otra manera, la otra sentimentalidad de “Aunque tú no lo sepas” dejó la constancia final de que Quique González, a pesar de su retraimiento vital, es un puto jefe.

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