Programa doble para inaugurar el MaF (Málaga de Festival) con Maika Makovski y McEnroe. La noche se proyectaba en una pantalla y la película que íbamos a vivir, en un único pase, no entendía de amores cobardes ni cadenas, solo de remar juntos y “ser sombra y luz” en una trama sin final.
Como previa al Festival de Cine de Málaga, el MaF desplegará más de un centenar de actividades a lo largo de toda la ciudad hasta el 12 de marzo, con el feminismo y la emergencia climática como latidos que marcaran su rumbo. Y como cada año, el Cine Albéniz es el mejor marco para el concierto inaugural, con una vibrante propuesta musical a 24 fotogramas por segundo.
Ricardo Lezón, acompañado por Jaime Arteche al teclado y guitarra, sale a escena con su acústica y solo necesita unos pocos fraseos de Seré tú para erizar hasta la tela de las butacas. Una voz que no entiende de distancias, solo de entrujar sentimientos y recorrer cada recoveco emocional dejando a su paso un rastro de luz imborrable. La intensidad no cesará ya hasta el silencio último y, antes de seguir sumergiéndonos y borrando la Distancia (19), Rugen las flores (15) y aparece de pronto La electricidad, esa que perdura en algún recuerdo y que también provoca la chispa de un nuevo incendio. En esa hoguera nos quedamos y rompemos La distancia del lobo y toda noche helada, para seguir caminando por tres compañeras de surcos: el florecer de La vereda, Luz de gas (“a todo lo que nos intente separar”), con un falsete que es brisa y fuego, y Asfalto (libres los animales), donde Lezón teje un puente luminoso en la oscuridad. Una llamada al padre que se fue, acercándonos a esos seres queridos que nos dejaron con un estribillo que es un pellizco continuo en el alma: “Deberías venir, / deberías venir / y agarrarme de la mano, / y nunca soltar mi mano”.
Rescatan Gracia del Lluvia y truenos (17) que firmó junto a The New Raemon, pero ya poco importan las tormentas y los aguaceros, porque justo antes se encontraron las manos entre las butacas y apretaron más que nunca, con La cara noroeste y Ricardo cantando desde el centro de la tierra, para después, fundirse esos dedos entrelazados para siempre en Un rayo de luz imparable que “nos da la fuerza de saber / que nada podrá detener / ni a la luz ni a la voz, ni al roce de la piel”.
Con el eco inextinguible de (como diría la compañera que le dio el relevo) “la voz más conmovedora de nuestro país” aún resonando por las cuatro paredes de la sala de cine, Maika Makovski cambia el rollo de celuloide y, guitarra eléctrica en mano, comienza su actuación con Canada, para poco a poco ir rezumando azufre e intercalando piano de cola y seis cuerdas, cadenas en el tobillo incluidas, ofrecernos su cara más afilada y rockera.
La mallorquina, dejando atrás el formato preciosista en el que presentaba las canciones de su anterior trabajo Chinook wind (16), junto a un cuarteto de cuerda de alto vuelos, retoma hoy en solitario el espíritu gamberro y enérgico de su aventura como power trío con The Mani-Las. De una personalísima versión del China girl de Iggy y Bowie a la eléctrica, a desbordar ragtime endiablado al piano, adelantándonos además nuevos temas que poseen esa fiereza rock y que verán pronto la luz, pertenecientes al disco que ha grabado junto a Howe Gelb en Arizona: primero una sosegada y brillante Persian eyes y luego una Gang más rocosa, en la que hace saltar chispas a las teclas.
Virtuosismo y garra desencadenada en cada interpretación, tocando techo en una Iron Bells de cierre en la que parece que, de un momento a otro, alguien de seguridad tendrá que salir al escenario y vaciar un extintor sobre el piano de cola, que está al rojo vivo.
Y cuando parecía que lo único que le quedaba a nuestra historia era el temido The End, vuelven al escenario todos los protagonistas, Ricardo, Jaime y Maika, para interpretar juntos El último unicornio, tema central que compuso Lezón para ese film de ausencias y reencuentros titulado Los Amores Cobardes (17).
Tras ese “¿Dónde estabas tú / el tiempo en que yo no estaba? / ¿Dónde estaba yo / el tiempo en que tú no estabas?”, ahora sí, aparecen los créditos de una velada mágica de cine y música. Y ya en la calle, en el aquí y ahora, con el “tú y yo” presentes en el tiempo, comienza otra nueva, única y verdadera película.
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