El Kanka llenó el Teatro Principal de Zamora en parada dentro de su gira “Cosas de los Vivientes”. Los vivientes son una especie de vividores cuyas ambiciones son supuestamente sencillas de satisfacer: buen rollo, conexión honesta y algo de encontrar la felicidad en las cosas pequeñas. El nombre de la gira refleja muy bien lo vivido en la plaza zamorana. Tras los aplausos iniciales y en respuesta a un grito de “¡guapo!” desde el abarrotado patio de butacas, el artista se congratula de que en este mundo haya lugar para su público. Es decir, un público popular con ganas de disfrutar escuchando y cantando a coro canciones relativamente sencillas, pero muy bien trabajadas, en las que todos podemos reconocernos; todo ello dentro del tono de bienestar y felicidad serena que el artista malagueño rezuma a raudales. Una especie de bálsamo para el alma que te deja con una sonrisa de oreja a oreja.
La valentía de El Kanka, no obstante, es digna de elogio: el concierto no tiene un guion previo, ningún estudio que permita armar un viaje con un principio, un desarrollo y un final por todo lo alto. Al contrario: es una prueba de fe, al ser el público el que, antes de sentarse, selecciona los temas que le apetece escuchar. La idea, por un lado, garantiza una magnífica conexión con el respetable, sin duda lo mejor de la noche, pero por el lado contrario, exige que el artista mantenga todo bajo control desde esa soledad que luce en el escenario, y que, además, venga con los deberes hechos y teniendo casi todo su repertorio a punto.
Y precisamente por eso, el concierto se convierte en una sucesión de grandes éxitos para goce de todo el personal que enseguida acompaña, las letras con coros y los ritmos con aplausos. Y por eso, también, puede suceder, como pasó, que el primer tema sea el mayor éxito, “Volar”, y que no se sepa, aunque vaya a suceder casi siempre, si otros éxitos como “Qué bello es vivir” o “Canela en rama” van a sonar en el día en cuestión. Además, se puede colar alguna versión como la magnífica “Piensa en mí” a la que despoja del drama: la capacidad de cantar, no a evitar, sino a reponerse de los malos vientos de la vida es una de las señas de identidad de El Kanka. Todo diferente, como reza el neón de la puesta en escena, pero con un resultado inmejorable que satisfizo las expectativas de todos. Al final, había más ganas de sacar que de abrigarse, una magnífica manera de empezar la semana el domingo por la noche: cantando a la alegría de vivir... son las cosas de los vivientes.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.