La nave jonda de Califato ¾ llega a una Bienal de Flamenco que cumple 40 años y abraza valiente, más que nunca, la experimentación y la vanguardia.
En la Bienal siempre ha habido espacio para que se fundieran pasado, presente y futuro del flamenco, pero este año se sirve en bandeja de plata un ciclo completo en el primer espacio escénico del festival, un espectacular Monasterio de San Jerónimo que luce este viernes más flamenco que nunca, con la luna jugueteando tras su campanario, expectante por lo que se avecina en sus jardines.
El colectivo más efervescente del momento sigue pregonando y sampleando su buena nueva, aireando raíces y regando una enredadera de rock y electrónica que no para de crecer por allí donde pasa. La parada de hoy es cita grande marcada a fuego, y el escritor y activista cordobés Antonio Manuel, camiseta de “Enrique Bowie” incluida (Morente por siempre), vuelve a acompañar a la banda y sale a escena para dejar clara la propuesta, recitando Mençahe der profeta, intro de Puerta de la Cânne (19) que muestra el corazón, entrañas y alma de Califato ¾.
Tras reivindicar ser lo que somos y el “salud y aire” final, respiramos azahar y samples de cornetas atronan entre naranjos, acelerando las pulsaciones de los jardines del monasterio al ritmo de una marcha de semana santa que muta en endiablado drum’n’bass. Ojalá podamos bailar muy pronto como es debido este Crîtto de lâ Nabahâ, pero esta noche toca arañarse por dentro y seguir con las sonrisas escondidas tras las mascarillas, buscarnos con miradas cómplices y aguantarnos, en sillas bien espaciadas, las ganas.
El suelo es el que no para de moverse y San Jerónimo de tambalearse hasta la clausura por fiestas, dándonos un respiro solo cada vez que The Gardener aparece delante del patio de butacas, fusionado con el Conde Duque de Olivares para la ocasión, narrando episodios históricos que ocurrieron cerca de las entradas de la Sevilla amurallada. El espectáculo se titula Lâ treÇe puertâ y esas son las que recorremos de su mano y con vídeos de fondo. Y es que esta tierra estaba fortificada y llegó a tener más de una veintena de accesos, contando arcos y postigos, de los que en la actualidad solo quedan tres: la de La Macarena, el Postigo del Aceite y la única original construida por los almorávides, la de Córdoba. Entre episodios de perseguidos, asesinados en la guerra y posguerra civil, esclavos silenciados y gitanos expulsados de sus barrios, Califato sigue la estación de penitencia que se reconcilia con Andalucía, llegando a la encrucijada donde se dan la mano la tradición folclórica y la electrónica jonda, abriendo cada puerta y ventana de la identidad musical andaluza. Así, con su cuadro habitual, reforzado por dos cantaoras/bailaoras, una violinista, más un cajón que se parte de sentimiento en cada tema (igual que las palmeras) y dos guitarras flamencas, comienza el centrifugado electrónico en el que los riffs de las cuerdas eléctricas ganan peso en directo.
De la arrebatadora Buleríâ del aire acondiçionao en la que se dejan la piel sobre las tablas (echamos en falta el vozarrón de Miguelito García), a una En bûcca y câttura que es puro compás y jolgorio, taconeos bajo una lluvia sintetizada que no cesa. Y es que, por muchos “Vete ya de aquí, vete ya de aquí”, Califato ¾ ha llegado para quedarse y suena y resuena bien claro en AÇeitunitâ negrâ: “No nos vamos a ir, / somos andalusí, /no nos vamos a ir”. Sonoridades de todas las culturas que pasaron por esta tierra nuestra, de ellos, de todos y de nadie. Vientos arábigos y raíces flamencas de mil colores que se filtran en cada interpretación, de Camino de Aghmat o a la Alamea por alegrías, pasando por el subidón electrónico revisitado de La puerta de Le Parody (se acuerdan de Sole, que toca en pocos minutos en Nocturama) y por la suya propia, “La puerta de la Cânne”, en la que la capital hispalense recupera por sevillanas “califales” la feria de abril perdida, dibujando en esta noche de farolillos y neones, entre palmas y sintetizadores, esa “muralla invisible que protege nuestro amor”, con “cuatro pavos reales vigilándonos a los dos”.
No hay respiro y la rave mestiza continua con L’ambôccá, presentándose en la bienal “los bomberos y hasta la guardia civil”, con percusiones flamencas y baterías electrónicas que se mezclan como si fueran sangre de un mismo cuerpo. En la recta final la locura toca techo, y el Conde de Olivares barbudo deja su indumentaria de siglos pasados y Chaparro recupera su esencia más gamberra, pisando el escenario en una Ruina que es algarabía callejera y juerga total, para terminar, como mandan los cánones, por fiestas, con “Fin de fiêtta” y de nuevo agarrándonos con fuerza a las sillas para no levantarnos y rompernos las camisas.
Mención especial para una adictiva Clabo y canela que, con rapeo improvisado inicial que deja a Snoop Dogg con los ojos como platos, desemboca en un “karaoke” colectivo y soñado del eterno Carlos Cano, con un sampleo en el que hasta el espíritu del mismísimo Al-Mutamid se reencuentra, sin rencores y con alegría, con su reino, y nosotros con el eco de sus versos.
Califato ¾ ya abrió su propia puerta en la Bienal de Sevilla… Y no la encajó, la dejo de par en par, para que puedas entrar cuando quieras. Andalucía es tu casa y la nuestra. Salud y aire.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.