El lenguaje de las guitarras
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El lenguaje de las guitarras

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Roberto Palacios — 10-04-2017
Fecha — 08 abril, 2017
Sala — Sala Niágara, Santander
Fotografía — Roberto Palacios

Como todos los fines de semana la Sala Niágara nos ofrece la posibilidad de comenzar las noches con música en directo. La mejor de las costumbres. La noche que nos ocupa venía con una propuesta cántabro-aragonesa de sonidos de guitarras bien diferentes.

Abrieron los locales Asma, que para esta noche venían acompañados de otras enfermedades pulmonares muy de moda esta temporada: tos, bronquitis… cosas del cambio de estación. La principal referencia a la que se suele asociar a Asma es el slowcore. No cabe duda que los sonidos saturados en cámara lenta y la intensidad son dos de las señas de identidad del trío, pero más allá de eso se intuye mucho más clara una pasión desmedida por los desarrollos ruidosos de los Yo La Tengo más lentos de la década de los 90, de todo lo bajo de revoluciones que vino desde el Painful. Manual de autoayuda, una de sus canciones más rotundas, parece una composición de los de Hoboken hispanizada, un poco en onda de lo que hace un cantautor atípico como Julio de la Rosa. Aquí está otra de las claves de Asma: la voz (sonido y poética) de Juan Aguirre va muy en la onda de las referencias del gaditano y es una de las señas de identidad de la banda. La parsimonia emocional de Low está presente por ejemplo en Nunca más y también tienen un puntito spoken word actualizado, como en el cierre, en un tema que les emparentó con fórmulas que han sabido usar estas armas para el salto como Nudozurdo o los omnipresentes León Benavente. Para un amante de estos sonidos crudos, emocionales y contenidos siempre es un placer verlos.

Desde Huesca venían Domador a cerrar una noche con cambio de tercio hacia el pop rock. Más melodía, rock castizo con influencia de ambos lados del Atlántico y con el marchamo de unos últimos trabajos han sido muy destacados en su tierra. Mucha carretera a sus espaldas, nos contaron que ya estuvieron en Cantabria hace la friolera de 10 años. Ahora venían presentando su EP Ser accidente. Guitarras bien armadas como en La maldición de las tuercas, en las que Chema Barrio jugó un poco a un cruce entre Bunbury y Morrisey mientras las guitarras jugaban a ser Kaiser Chiefs. Canciones un poco engoladas para melodías pizpiretas y con puño en alto, pero sin desmadrarnos tampoco. Lo que sí que fue una sorpresa fue verlos interpretar Pasaporte de los Brincos, un aire vintage que les sentaba muy muy bien. Como cierre, una canción que han madurado desde sus primeros tiempos, Proyecto Manhattan en la que sacaron a relucir un aire a Golpes Bajos pero sin ser tan raros. En definitiva, una banda con mimbres y carretera pero que en cierto modo juega al despiste por falta de especialidad.

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