Quienes asistieron, el pasado viernes, a la Sala Capitol de Santiago de Compostela son conscientes de haber vivido algo histórico. Las salas de aforo tan reducido –en esta ocasión, 800 personas– se están quedando demasiado pequeñas para ellos. Tanto, que en este caso las entradas se agotaron en escasas horas con gran demanda de público pidiendo una segunda fecha. Entre el público las expectativas eran grandes, con bastante gente esperando en el recinto con antelación y bajo el frío santiagués. En el concierto de Arde Bogotá, que casi alcanzó las dos horas, quedó demostrado que la salvación no solo está en un beso o en una caricia en el pelo. Está también en poder disfrutar de tu grupo favorito en directo. De ver a unos chavales gozar sobre el escenario como si se tratase del parque de bolas en el que jugaban de pequeños. De ver un directo que está controlado desde el primer acorde pero que, al mismo tiempo, permite ciertos momentos de locura al compás del público.
La salvación también en compartir cánticos, saltos, abrazos y alguna que otra lágrima con 800 personas. En escuchar esas letras o las reflexiones tan necesarias, para remover la mente con pensamientos que te hacen replantear cosas del día a día. Lo que se vivió en este concierto de Arde Bogotá en Santiago fue de película. No en vano, Antonio ya avisó que eso sucedería, haciendo referencia a que la Sala Capitol fue otrora unos cines. El filme que se proyectó, con ellos sobre el escenario, empezó con toda la acción que ofrece “Los Perros”, una de las canciones con más fuerza del grupo. A partir de entonces, tocaron más palos de su cinemática e imprescindible banda sonora, en la que no podía faltar “La Salvación”, “Antiaéreo” o un “Qué vida tan dura” que hizo temblar la sala ante los cánticos de unos fans entregados a más no poder. Y es que la fuerza con la que son interpretados estos temas supera, en directo, cualquier expectativa. No pudieron faltar los bises que, si bien es cierto que son un recurso habitual en los todos los conciertos, en ocasiones bajan el ritmo después del éxtasis propiciado por esos temas que avisan del final. Esto fue lo que pasó tras “Escorpio y Sagitario”, pero hasta esto tuvo sentido al regresar al escenario con una versión más íntima de “Copilotos”, ejecutada únicamente por Dani Sánchez a la guitarra y la voz inconfundible y espectacular de Antonio para llevar en volandas a la gente.
El éxtasis final llegó con “Cariño”, siendo el momento de más conexión entre banda y público. Antonio saltó la separación entre foso y escenario, para cantar, saltar y bailar abrazado a un público que terminó rendido a sus pies y a los del resto de la banda. El ambiente que se respiraba a la salida, entre la mayoría de los asistentes, era el de una alegría absolutamente desmesurada. Quién sabe si algo así volverá a suceder en un futuro o si, por el contrario, la próxima vez que se les pueda ver será en un recinto de mayor aforo siguiendo la magnífica progresión que están teniendo. De hecho, la última vez que actuaron en la capital gallega, en 2022, fue en una sala para 400 espectadores, cifra que duplicaron en este 2023. ¿Qué les deparará el 2024? Sin duda, y visto lo visto, todo lo que llegue será absolutamente merecido: llegaron cabalgando a lomos de sus éxitos después de recorrer un 2023 triunfante, para salvar a una Sala Capitol llena hasta la bandera.
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