Nuevos horizontes
Conciertos / Barcelona Rock Fest

Nuevos horizontes

8 / 10
David Sabaté y Eduard Tuset — 09-07-2024
Fecha — 07 julio, 2024
Sala — Parc de Can Zam de Sta Coloma de Gramenet
Fotografía — Eduard Tuset

El Rock Fest ha vuelto. Tras una versión de 2023 desterrada del Parque de Can Zam, cerrado por obras, y que acabó convertida en un concierto de Scorpions, Saxon, Angelus Apatrida y Eclipse, la de 2024 ha sido la edición del regreso al emplazamiento y el concepto originales de la cita. Un festival con una marca reconocible y un público fiel que ha sabido mantenerse en una ciudad -y alrededores- a menudo más atenta a las tendencias y a los macrofestivales como parques temáticos e imán de público extranjero.

Si hablamos de tamaño, el del Rock Fest se mantiene, con ambiente de festival pero sin agobios ni colas, pero crece su amplitud de miras. Lejos de lo que podría parecer, el encuentro ha reunido desde sus inicios múltiples subgéneros, del hard rock y el heavy metal al death, el thrash, el black metal y el metalcore, por poner algunos ejemplos.

Sin embargo, esta edición ha destacado por la inclusión de nombres hasta ahora fuera de sus coordenadas como Parkway Drive o Wolfmother, cuyos conciertos comentamos más abajo. Otro ejemplo claro ha sido el de The Warning, trío femenino de hard rock procedente de México que parece estar en boca de todos, incluido Kirk Hammet, y que, a pesar de su juventud (sus edades oscilan entre los 19 y los 24 años), cuenta ya con cuatro discos que las han llevado a abrir para Muse y Foo Fighters. Definida en alguna ocasión como la versión rock de Haim, la banda de las hermanas Villarreal ofreció un concierto electrizante que augura mayores éxitos más allá del hype.

Pero vayamos a los momentos que hemos considerado más destacados de la presente edición. Vimos muchos más, pero los siguientes conciertos representan, según nuestro criterio, un buen resumen del presente y, seguramente, del futuro del festival.

Cavalera

Con el sol de media tarde aún ardiente, los brasileños defendieron el repertorio más extremo de los inicios de su carrera como Sepultura, un death metal crudo y vertiginoso extraído de sus primeros lanzamientos de la segunda mitad de los ochenta, regrabados recientemente por los hermanos Cavalera: “Bestial Devastation” (1985), “Morbid Visions” (1986) y “Schizophrenia” (1987), estos últimos con elementos thrash metal que acabarían asentándose en posteriores lanzamientos y que en su momento hicieron sentirse amenazados a los propios Slayer. Cortes como “Necromancer”, “Mayhem” o “From the Past Comes the Storm” se sintieron como napalm en la esplanada central de Can Zam. En la recta final rescataron piezas de su etapa más popular (“Roots” aparte) como “Refuse/Resist”, “Propaganda” y “Territory”, coreadas puños en alto, así como fragmentos de otros clásicos como “Troops of Doom” y “Dead Embryonic Cells”. Aunque no fueran exactamente Sepultura, fue justo y significativo verlos en el mismo cartel que Pantera como dos de las bandas imprescindibles del metal de los noventa.

Crisix

Los catalanes Crisix, sustitutos de los inicialmente programados Ángeles del Infierno, salieron a matar. Tras la intro grabada del “All My Friends Are Dead” de Turbonegro, nos avasallaron con su thrash metal imaginativo, contundente y plagado de cambios, y un sonido que ya querrían para sí un sinfín de bandas internacionales. “Bring 'Em to the Pit” nos voló la cabeza, dedicaron “Frieza the Tyrant” a Freezer, el villano de Dragonball Z; e incluso animaron aún más la fiesta, por si fuera necesario, con un medley de versiones de “Fight for Your Right” de Beastie Boys, “Walk” de Pantera y “Antisocial” de sus amados Anthrax, versión a su vez de Trust. Y aún nos esperaba otro giro de guión, como en sus canciones: en la final “Ultra Thrash”, Arnau, percusionista de la banda hardcore Bellako, sustituyó a las baquetas a Javi Carrión, quien se sentó en un pequeño kit de batería montado sobre una plataforma que el público se encargó de pasear sobre sus cabezas. Un cierre épico que el incansable frontman Juli Baz remachó con un emotivo agradecimiento al seguimiento recibido durante sus dieciséis años de carrera. “¡Os queremos, Rock Fest!”. Otros pesos pesados de nuestro metal y hardcore que ofrecieron conciertos igualmente aplastantes fueron Terminal Violence y los repetidores Angelus Apatrida y Soziedad Alkoholika. Listón muy alto.

Crisix

Sodom

La presencia de Sodom en el festival supuso una grata sorpresa, más aún tras la anulación de sus últimos conciertos debido a los problemas de voz del cantante Tom Angelripper. Por suerte, los días de reposo y la medicación hicieron su efecto y salieron al escenario al son de “Procession to Golgotha”, extraída de esa maravilla de disco que es “Persecution Mania”. Debo decir que aún no entiendo qué se les perdió en la carpa, ya que su sitio natural era uno de los escenarios principales. En cualquier caso, el público estuvo mega entregado, desde el minuto uno, a temas como “Agent Orange”, “Ausgebombt” o “Nuclear Winter”, aunque para un servidor la parte más cruda y black thrash de la velada vino con la concatenación de “Blasphemer” y “Outbreak of Evil”, de ese fantástico primer EP de 1985 titulado “In the Sign of Evil”, donde Tom lo dio absolutamente todo. Con “Bombenhagel” se despidieron, con el guitarrista Frank Blackfire encaramado a los altavoces. Con ganas de poder volver a verlos muy pronto, en sala o en algún festival algo más extremo, y si fuera aquí en Barcelona… mejor.

Wolfmother

Una de las mejores actuaciones del sábado fue la del trío australiano Wolfmother. Su hard rock de raíces clásicas pero formas refrescantes supuso un soplo de aire fresco que nos permitió oxigenar los sentidos entre la épica y los sonidos más duros de la jornada. “Dimension” y “Woman”, la tercera de su repertorio, o el punch imbatible de “Joker and the Thief”, más cercana por momentos a The White Stripes, arrancaron una respuesta entusiasta generalizada poco habitual para una banda supuestamente secundaria del cartel. Un bálsamo de melodías pegadizas que, sin embargo, nos recordó por qué en su momento se les comparó tanto con Led Zeppelin y Black Sabbath: riffs engrasados y graves combinados con melodías vocales bien construidas y dinámicas con pegada que cuajaron entre el público de media tarde y que le sentaron de lo más bien al Rock Fest.

Dark Funeral

Si Wolfmother aportaron la ración de rock sin aditivos, la mejor dosis de black metal llegó de la mano de los suecos Dark Funeral. El quinteto apareció en escena silencioso, estático en los segundos introductorios, con el logo de la banda y la silueta de Nosferatu presidiendo el fondo del escenario, en sintonía con el aspecto vampírico del cantante Heljarmadr. Posado muy serio, corpsepaint, solemnidad, cruces invertidas, algún que otro “hail Satan”. Todos los ingredientes teatrales consabidos. En lo musical, bastante mejor sonido que Sodom la noche anterior y un arrollador repertorio sostenido en los dobles bombos y las armonías disonantes. Furia nórdica en su máxima expresión. Más atmosféricos y majestuosos que Abbath, todo épica y punch demoledor en la tarde del domingo bajo un sol asfixiante que motivó que el cantante, maquillaje derritiéndose cuello abajo, proferiera su ya mítico "fuck the sun" estrenado por él mismo en el festival Metalway de 2003, cuando militaba aún en las filas de Immortal. Puede que Abbath se haya convertido en una caricatura de sí mismo pero sigue despachando auténticos himnos de guerra de poder indudable.

Europe

Europe

Lo de Europe merece un capítulo aparte. Y eso que ya han demostrado su sobrada profesionalidad en anteriores ocasiones (en el mismo Rock Fest de 2017, sin ir más lejos). A diferencia de W.A.S.P. la noche anterior, no parecieron tan fuera de su tiempo y, con permiso de Michael Schenker Group, protagonizaron el mejor concierto de hard rock del sábado. Cómo buena formación sueca, todo sonó en su sitio; Joey Tempest lideró la banda con tesón, y los temas se sucedieron sin altibajos demostrando tablas y que son mucho más que unos one hit wonder, como los menos familiarizados con la banda podrían presuponer. Sonaron la hímnica “Rock the Night”, la balada “Carrie” o “Superstitious”, con fragmento intercalado de “Here I Go Again” de Whitesnake. Y como cierre, la inevitable “The Final Countdown”, probablemente una de las canciones más escuchadas involuntariamente por todos aquellos y aquellas que crecimos en los ochenta, pero pieza clave de esa década, al fin y al cabo, que celebraron incluso algunos niños a hombros de sus padres.

Deep Purple

Encaramos la actuación de Deep Purple con la veneración absoluta que merece una de las bandas seminales del hard rock y clara precursora del heavy metal. En otras palabras, sin ellos muchas de las bandas presentes en el festival no existirían. Abrieron sin rodeos con una flamante “Highway Star” que nos metió de lleno en la carretera pero que nos hizo sufrir un poco por los infructuosos esfuerzos vocales de Ian Gillan. Por suerte fue un espejismo: la voz del cantante, de 78 años, se fue atemperando con el avance de un repertorio que incluyó “Into the Fire”, la bluesera “Lazy” o tótems del género como “Space Truckin’”, la inevitable “Smoke on the Water” o la final “Black Night”. Un cierre en ascenso para un concierto en el que se excedieron un poco con los solos: de guitarra primero, que sirvió para presentar con honores a su nuevo guitarrista Ian McBride, de 45 años, más que solvente y luciendo orgulloso camiseta de Social Distorsion; y de teclado, con un Don Airey mágico que dejó como anécdota un celebrado himno del Barça. Por lo demás, destacar la robusta sección rítmica, con Roger Glover al bajo y, en especial, un Ian Paice que mantiene el pulso en la retaguardia. Respeto máximo.

Pantera

Las cosas claras. El gran reclamo de esta edición del festival eran los norteamericanos Pantera (en la foto principal), que regresaban a nuestros escenarios 24 años después de su última actuación en nuestro país. El Rock Fest, además, ha sido su único concierto del año en el conjunto del Estado y las expectativas eran altas. Aún así, la prudencia se imponía. El hecho de que la mitad de la banda ya no esté entre nosotros (el mítico guitarrista Dimebag Darrel murió en 2004 y su hermano, el batería Vinnie Paul, falleció en 2018) contribuía a cierto rechazo ético de partida que la banda ha sabido reconducir con una gira dedicada a ambos músicos, a los fans y al legado del grupo. Un legado que, visto el transcurso del concierto, se encargó de mitigar cualquier duda. Empezaron con unos minutos de retraso y nerviosismo por un problema con las luces que no fue tal: los focos blancos del arranque confirieron a su descarga un halo especial y de alguna manera íntimo, si es que podemos aplicar ese término a un derechazo como “A New Level”. Decir brutal es quedarse corto, por mucho que la guitarra del oficioso Zakk Wylde sonara en segundo plano en los primeros temas, eclipsado por un Rex Brown y un Charlie Benante exultantes en la rítmica. Pero Pantera nos tenían ya arrinconados en la esquina del cuadrilátero, donde nos mantuvieron con “Mouth for War”, Strength Beyond Strength”, “Becoming”, “I’m Broken” y una violenta “5 Minutes Alone” en la que Phil Anselmo, mucho mejor de voz que en anteriores ocasiones, nos invitó a practicar el noble arte del headbanging. En “This Love” sonó algo menos afinado pero “Floods” resultó de lo más emotiva, con un honesto recuerdo a los hermanos Abbott, presentes en la pantalla. La llovizna confirió al momento una épica especial, para instantes después devolvernos al ring con las imbatibles “Walk”, con Lord Ahriman de Dark Funeral a los coros; “Cowboys from Hell” y “Fucking Hostile”. Dudas disipadas y felices de haber podido presenciar un nuevo embate de estos animales escénicos.

Hatebreed

Hay pocas bandas tan brutas en directo como Hatebreed. Los de Bridgeport celebran tres décadas de carrera, como se encargaron de recordarnos con un vídeo introductorio con las alabanzas de un sinfín de músicos. Con un Jamey Jasta crecido, con media melena asomando bajo su gorra de visera en sustitución de su sempiterno pañuelo, la apisonadora de Hatebreed nos arrolló sin compasión, dando réplica a sus queridos Pantera de la noche anterior. Su aparente linealidad no es tal y sus clásicos del metalcore fueron coreados como auténticos hits, sucediéndose sin pausa mientras el caos se desataba en las primeras filas: “Destroy Everything”, “Life for This”, “Last Breath”, “Perseverance” o “I Will Be Heard”, entre las que interpretaron su versión de “Ghosts of War” de Slayer, a quienes tanto deben, ellos y tantas otras bandas. Entre tanta bilis testosterona también hubo espacio para el sentido del humor en forma de ball of death, una pelota hinchable gigante que se paseó sobre el público en un juego de palabras con wall of death, la división y choque del público habitual en conciertos del género. Más serios se mostraron los australianos Thy Art Is Murder, poco después en la carpa, con su deathcore efectivo pero algo frío; y unas horas antes Ratos de Porao, leyendas brasileñas del hardcore punk, que incendiaron la Rock Tent a base de trallazos antisistema y los pogos más auténticos y coloridos de todo el festival.

Parkway Drive

Parkway Drive

Muchas camisetas de Parkway Drive, principalmente de público más joven que la media, llenaron el recinto del Rock Fest durante los tres días de festival; sin duda, un dato interesante a tener en cuenta. Abanderado del metalcore australiano, el quinteto desembarcó en Can Zam para cerrar la cita sin escatimar medios: escenario con aspecto de trinchera, desniveles y pinchos amenazantes, pirotecnia ruidosa, llamaradas y una pasarela en mitad del público que Hatebreed y Blind Guardian utilizaron esa misma tarde. El cantante Winston McCall, tan musculado como los riffs de la banda, la recorrió sonriente en múltiples ocasiones, sorteando la metralla de las explosiones e interactuando con un público o bien entregado o bien escéptico pero que pronto se rindió a su rotunda espectacularidad. Abrieron con “Glitch”, de su último “Darker Still” de 2022, y ese punteo incisivo que trepana el tema por la mitad; prosiguieron con la épica trotante de “Prey” y en “The Void” ya tenían a toda la audiencia en el bolsillo. Breakdowns, cortinas de chispas, guturales y detalles progresivos confluyeron en una “Dedicated” brutal en la que literalmente incendiaron el escenario grande. Un broche distintivo para un festival consolidado que forma parte ya del circuito de festivales no solo de Barcelona, sino de las citas europeas del hard rock y el metal, y que, como hemos comprobado, cuenta aún con un interesante margen por explorar. A todo esto, sus organizadores han anunciado ya las fechas de la próxima edición, que se avanza a finales de junio (del 26 al 29) y que cuenta ya con la primera confirmación de Running Wild.

 

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