Galicia es un lugar con un ambiente ideal a todos los niveles para la celebración de festivales. Muestra de ellos son el Resurrection Fest, O Son do Camiño, PortAmérica, SonRías Baixas, Noroeste, Ortigueira, Ribeira Sacra, Morriña, Caudal Fest, Sinsal SON Estrella Galicia, Revenidas o el nuevo y venidero Pirata Galiza, además de muchos otros hechos con igual o incluso más mimo e ilusión como el Kanekas, Arcanxo, Armadiña, Castelo Rock o Rock In Río Tea.
Es bien sabido que en la variedad está el gusto y que la tendencia actual es combinar dos o tres artistas de gran caché con una línea media sólida y una apuesta -a veces- por nuevas promesas locales y nacionales. Es el caso del Río Verbena, que por tercer año consecutivo trae a las orillas del río Lérez un cóctel de pop rock y música indie efectivo pero muy predecible. Su ya tercera edición (segunda en la explanada del Recinto Feiral de Pontevedra tras una primera más recatada en el parque de Tafisa) congregó a varios miles de personas en dos días en los que veinte artistas de la talla de Amaral, Lori Meyers, Baiuca, Dani Fernández o Alcalá Norte pisaron la capital de provincia.
La difícil tarea de abrir el festival cayó sobre la malagueña Joana Romero. A pesar de su esfuerzo por animar al poco público presente, su repertorio de pop latino bailable se sintió escaso y difuso, tanto en cantidad y calidad como en puesta en escena. Las bandas locales Four Passengers y Son das Tabernas continuaron con una oferta musical centrada en versiones más que en temas originales, en el momento álgido de llegada de público. Aunque mostraron química y energía, el inicio del festival se sintió un poco fuera de lugar, destacando tristemente más por la pedida de mano del cantante de Son das Tabernas a su pareja que por la música en sí.
Mikel Erentxun fue el primer artista en lograr una verdadera conexión con el público, gracias a una sucesión de hits en solitario (“A un minuto de ti”, “Mañana”) y clásicos de Duncan Dhu (“Cien gaviotas”, “Algún lugar”) que trajeron los primeros cánticos al unísono de la noche, disipados poco más tarde por la presentación de Siloé, que se vio afectada por problemas técnicos en un generador que no impidieron que la banda continuase en formato “desenchufado” entre coreos de los más fanáticos hasta que se solucionaron. Lo cierto es que la banda supo sacar las castañas del fuego, a pesar de pecar de un estilo que da la sensación haberse escuchado ya docenas de veces.
El plato fuerte del viernes fue el ultracomercial Dani Fernández, exmiembro de Auryn, quien demostró tener experiencia y carisma además de un respaldo clave de su profesional banda de apoyo. Su tributo ya conocido a Supersubmarina, a pesar de no coger a nadie por sorpresa, fue uno de los momentos más emotivos de una noche que concluyó con las actuaciones de Vicco, Viva Suecia y el DJ Michenlo quienes, al igual que al inicio de la jornada, dejaron una sensación de incertidumbre en el ambiente. Hasta los aclamados Viva Suecia, a los que se unió el omnipresente Pepe Solla en “A dónde ir” y Dani Fernández en “Lo siento”, parecieron sonar más monótonos y planos de lo habitual y tema tras tema.
El sábado comenzó con una mejoría notable. Law, promesa emergente de la música viguesa, aportó una actitud y energía que fueron justo lo que necesitaba el festival para arrancar con fuerza. Con Mamasunción, en cambio, se repitió lo del viernes con las versiones. El jovencísimo trío promete brillar y tiene muchísimas tablas y actitud, pero quizá tenga que empezar a pensar en optar por buscar un camino propio y original. La actuación de la eurovisiva Nebulossa, aunque bastante bien recibida, pasó sin pena ni gloria dejando paso a la banda más veterana de Pontevedra (activa desde 1969), Black Stones, continuando la corrección musical tan reincidente en este Río Verbena en el que nada pareció destacar realmente hasta que llegó el turno de Los Zigarros. Estos últimos dieron un giro de 180 grados al festival con un rock and roll que encendió el recinto con su sonido cercano a AC/DC que también recuerda al Miguel Ríos más lozano o a M-Clan.
La tarde se convirtió en noche gracias a Alcalá Norte, que, aunque sonaron bastante regular en su comienzo con “Los chavales” y “Dr. Kozhev” (la voz del errático Álvaro Rivas parecía un poco cascada), fueron a más a partir de “420N” hasta derivar en pogos y coros por parte de un público que, aunque no fue masivo, fue entregado, fiel y bailongo. El clímax del día llegó con Amaral (en la foto), cuya actuación fue, de lejos, lo mejor del festival. Con su mezcla de nostalgia pop y rock y un mensaje reivindicativo, la banda logró una conexión única con el público (con guiño incluido a Ana Peleteiro en “Salta”) desde los primeros acordes de “Sin ti no soy nada” hasta las finales “Marta, Sebas, Guille y los demás” y “El universo sobre mí”.
El nivel se mantuvo estable hasta el final con la psicodelia roquera a ratos montada en la ola del pop sesentero de Sarria, uno de los grandes descubrimientos de esta edición, y los míticos Lori Meyers, quienes llevaron la energía hasta bien arriba con sus hits más míticos coronados por el triplete final “¿A-ha han vuelto?”, “Mi realidad” y “Alta fidelidad”. Baiuca, acompañado de sus habituales e indispensables en directo Andrea y Alejandra Montero de Lilaina y Aliboira, Xose Lois Romero y Adrián Canoura, cerró el festival con un homenaje a la tradición gallega, demostrando por qué es uno de los artistas más innovadores del panorama aun sin haber dado un concierto que vaya a pasar a la historia dentro de su carrera.Con el recinto ya semivacío, los ubicuos DJs de moda Galician Army hicieron bailar hasta última hora cerrando el Río Verbena Fest 2024, un festival con sensaciones encontradas y un contraste gigantesco de un día para otro.
Aunque festivales como este son necesarios y un aporte innegable para Pontevedra, la falta de riesgo, la recurrencia de los mismos artistas y ese afán por meter con calzador y a primera hora a artistas random comienza a fatigar un poco. Parafraseando a Iván Ferreiro, quizás el equilibrio sea imposible en estas celebraciones, pero a veces hay que tirarse a la piscina y arriesgar en vez de dejarse llevar por la corriente exprimiendo hasta la última gota de los de siempre, a sabiendas de que funcionarán y sin asumir riesgos. A pesar de los bastantes detalles a mejorar, el poder disfrutar de la música en directo siempre acaba ganando. Estaremos ahí para ver crecer al Río Verbena en, esperamos, muchas más ediciones venideras.
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