La nueva edición del MAZ Basauri arrancó el viernes 8 de noviembre en el Social Antzokia, y la expectativa entre los asistentes era palpable. Este festival de Basauri se ha consolidado como un espacio vibrante y diverso que cada año atrae a artistas de distintos géneros, mezclando el indie y el pop con las propuestas alternativas dentro de la llamada “escena independiente”.
Lova Lois fue la encargada de inaugurar la jornada, y su actuación rápidamente dejó claro el tono de la noche. La artista desplegó una mezcla de funky y hip hop, añadiendo a su set una carga de poesía que sirvió como denuncia y reflexión social. Con una intensidad que caló en el público, abordó temas actuales como el miedo generacional, los desafíos de la salud mental y la “generación de cristal”, tocando en canciones como “Lógica” y “No Existen Límites.” En su más reciente creación, “El Pueblo Somos Todos”, Lova Lois lanzó un potente mensaje social, reflejando la catástrofe de Valencia en su letra y cautivando a quienes asistían en busca de ritmos y de reivindicación.
A continuación, los madrileños La Paloma se adueñaron del escenario. En esta recta final de su gira, la banda se mostró segura a pesar de la distancia con el público que impuso la disposición del recinto. Aunque el ambiente no favoreció la conexión, La Paloma siguió con una actuación sólida, alternando temas castizos con algunos toques de rock alternativo, entre el indie y los matices británicos. Con temas como “Caracola Pálida” y “Vuelta a Casa”, la banda recordó a referentes como The Smiths y Sonic Youth, y dejaron entrever nuevas direcciones musicales con el estreno de “Intacto,” guiño a un posible próximo disco. Cerraron con “Bravo Murillo” y “Quejas Célebres”, un cierre con sabor a britpop y con la energía que define su estilo. El mantra de “Palos” y su recurrente frase “Quiero que me vuelvas a explicar lo que ha pasado” la podríamos cambiar por “Quiero que me vuelvas a tocar lo que has tocado”.
El turno de Dorian, quienes llegaron con su reciente álbum "Futuros Imposibles", subió la temperatura de la sala. Con una base de seguidores esperando esta nueva etapa de la banda que se abre con el nuevo disco, su propuesta de pop electrónico cargado de sintetizadores y ambientaciones oníricas encontró eco en el público. Entre los momentos destacados estuvieron “Los Amigos” y “Verte Amanecer,” de marcado espíritu pop, y “La Isla”, que llevó al público a terrenos más atmosféricos y espaciales con el peso de la electrónica ganando espacio. En “Dual” , Lisandro, abrazó el hip hop cual Pimp Flaco junto a Marc, mientras que “El Temblor” destacó por la cuidada puesta en escena y el juego de luces monocolor que proyectaban las siluetas de los músicos (todo un acierto que aplaudimos el de incorporar a los setlist futuros este gran tema). Como era de esperar, los éxitos “Cualquier Otra Parte” y “La Tormenta de Arena” marcaron el cierre con Marc bajando al público, desatando una auténtica fiesta y dejando a todos con ganas de más. Rozaron la hora y media sin tirar de parones ni bises, ni abusar de locuciones.
Así, la primera jornada del MAZ Basauri dejaba un ambiente de fiesta y expectación para el sábado, cuando Sotomonte, Lisabö y Cala Vento se subiesen al escenario para continuar con la mezcla de sonidos que define el festival y para llenar el Social Antzokia con su propuesta única y esperada.
Imposible encontrar un cartel más variado y mejor elegido que el de la segunda jornada del MAZ. Tres bandas totalmente diferentes y que, sin embargo, tienen algo muy importante en común: combos formados, en todos los casos, por grandes músicos, aunque su manera de transmitir esa música varíe, desde el rock and roll más puro, o la psicodelia de los bizkainos Sotomonte, hasta el pop y el rock de los catalanes Cala Vento, pasando por el carácter más ruidista de los gipuzkoanos Lisabö.
De esta forma, como hemos dicho, abrieron fuego Sotomonte. Una de las bandas más importantes en la actualidad en Bizkaia y que, tras su debut, ya hace tres años en este mismo escenario, repetían experiencia, esta vez para presentar su nuevo trabajo: "Decadence & Renaissance", segundo disco de la banda tras su extraordinario "From Prayer to the Battlefield" de 2021. La banda de Jokin Salaverria y los suyos armó, para la ocasión, un repertorio formado por temas de ambos discos, e incluyeron alguna versión, como ese "Lazy Lady", de Pentagram, donde sacan su faceta más salvaje, acercándose a ritmos más hard rock, un punto que, por otra parte, tampoco escasea en su repertorio propio.
Y es que Sotomonte son muchas bandas en una, y así pasan del rock sureño, o de los medios tiempos, a la psicodelia o al metal sin inmutarse, y sin que esas variaciones estilísticas desentonen en ningún momento, ya que todo tiene cabida en un grupo en el que todos sus componentes demuestran su virtuosismo en cada concierto. Es maravilloso ver como todos y cada uno de ellos trabaja, única y exclusivamente, para la canción, olvidándose del lucimiento personal… aunque bien lo podrían hacer, dada su calidad. Una generosidad que se demuestra en el hecho de que los dos guitarristas hasta se reparten los solos, mientras Jokin hace esa magia suya, digitando sobre el mástil de su bajo, de una manera imposible, en unas canciones seguramente complicadas para el que las toca, pero muy sencillas de digerir para el oyente aunque, muchas veces, no entienda lo que está sucediendo. El líder de la banda habló en un momento del show de las “polirritmias”, y es que Sotomonte son eso: ritmos inverosímiles ejecutados con una perfección pasmosa para una audiencia que no puede quitar la vista de lo que está pasando en el escenario, hipnotizado por unas canciones que rozan la perfección.
Y si hablamos de hipnotismo, ¿qué decir de Lisabö? Otros que repetían en el MAZ, aunque en su caso ya ha llovido bastante más desde su anterior actuación en el Sozial Antzoki –doce años, si no me equivoco-. Los de Irún sacaron todo su arsenal en un espectáculo mayúsculo en el que, yendo de menos a más, no se limitaron a repasar su último trabajo hasta el momento, el sobresaliente "Lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte", publicado el año pasado en su propio sello bIDEhUTS, ejemplo perfecto de autogestión bien entendida, y en cuyo catálogo, por cierto, podemos encontrar también los discos de Joseba Irazoki, Mursego, -Gailu, Anari o Inoren Ero Ni, entre otros.
Pero centrándonos en lo que dio de sí el bolo del sábado, destacar ese “dadaísmo” musical que, aunque en ocasiones, pueda parecer una especie de jam session con pasajes inconexos, en absoluto hay nada de eso en Lisabö, porque todo en esta banda tiene un sentido, que para encontrarlo requiere un trabajo y una atención por parte del o de la oyente. Algo que no mucha gente está dispuesto a hacer en estos tiempos que corren, y que se plantean como un reto para este tipo de bandas que quieren ir más allá de la típica tonada pop de “verso-estribillo- verso-puente-estribillo…”, atreviéndose con sonidos cercanos al noise, cargados de distorsión, en el que cada músico tienen su espacio bien definido, y en el que todo funciona como un reloj. Y es que, al igual que antes cuando hablábamos de Sotomonte, hablábamos de magia, de hipnosis, de no poder quitar la vista a lo que sucede en el escenario… lo de Lisabö es lo mismo, pero ejecutado de diferente manera. Por eso nos gusta tanto la música, porque se puede llegar a la belleza por tantos caminos, que es absurdo no probarlos todos. Es por eso que cada vez entiendo menos a los puristas de cualquier género.
Para el cierre, estaban programados Cala Vento, una de las bandas más importante actualmente dentro del pop y el rock estatal, y que llegaban para ofrecer, según explicaron ellos mismos, el último concierto de la gira de presentación de "Casa Linda", editado, al igual que en el caso de los discos de Lisabö en su propio sello, en este caso Montgrí, otro ejemplo similar al que hablábamos antes de bIDEhUTS, de autogestión bien entendida. Cala Vento no defraudaron en absoluto, y tal y como hicieran hace unos meses en el Kafe Antzokia, desplegaron una energía increíble en un bolo en el que demostraron que, aun siendo sólo dos personas tocando y cantando, se puede llenar el escenario si la propuesta es así de buena, y si se complementan tan bien como lo hace esta pareja musical tan bien avenida. Fue un bolo en el que, prácticamente, no hubo ni un segundo de descanso, y en el que en ciertos pasajes de su actuación, los catalanes provocaron el delirio de un público entregado que “pogueó”, cantó saltó y se divirtió con una banda infalible en directo, que arrastra una audiencia ciertamente variada, tanto en gustos musicales, como en edad.
Joan y Aleix… o Aleix y Joan -monta tanto…- ofrecieron un concierto divertido e intenso, dado que había que ajustarse a los horarios del festi, pero no se dejaron absolutamente nada en el tintero, poniendo especial énfasis en sus dos últimos discos publicados hasta el momento: “Balanceo” y el ya mencionado “Casa Linda”, del que ya se despiden después de una gira que parecía inacabable, pero que tenía en Basauri su punto de llegada.
Así que, con ese excelente sabor de boca, poníamos fin a un MAZ que este año tampoco ha defraudado, y que demuestra una vez más que es posible un festival en el que la música, de verdad sea lo más importante, y además con precios populares, tanto en las entradas como en las consumiciones. Algo que se agradece muchísimo en este tiempo de “sobresaturación” de eventos, porque lo pone más sencillo a la hora de elegir.
Lo mejor de todo es que ya queda menos para la edición del próximo año.
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