La palabra éxito es fea porque remite al fracaso. Hablar de éxito puede tener que ver con la ambición (otro vocablo chusco), con las desmedidas aspiraciones. ¿Qué mierda es el éxito? Un festival pequeño que da comienzo a las 17:00 de la tarde y consigue que la carpa esté a rebosar desde tan temprana hora y se mantenga llena, con un persistente fluir de público, en cada una de las cinco actuaciones, ¿puede decirse que ha logrado su pequeño éxito? Va a ser que sí.
Anari demostró por qué es capaz de congregar a tanta gente a la hora del té. Junto a sus 5 músicos presentó su extraordinario último disco, Giza Zarata. Arrancaron con Troiako Zaldia, la primera gran canción de las muchas que se sucederían durante su hora de actuación. La intimidad que logra Anari con su público es especial. Una intimidad labrada canción a a canción, letra a letra. Igual daba si se trataba de canciones reposadas y “viejas” (Zubiak) o rabiosamente actuales (Kontinente Zaharra). Presentó Vesna Vulovic y parecía que presentaba un clásico de su repertorio. Para ir terminando nos hizo vibrar con la electricidad de Inmolazioa. Disfrutamos de la más importante cantautora de nuestra tierra, en un momento de su carrera tan excepcional.
A priori, Beige Banquet lo tenían difícil. Desconocidos por estos lares, y programados en hora temprana. Pues nada, los de Londres salieron y la carpa ya estaba transformada, seguía llena pero con cambio en parte de la alineación de público. Una mutación en toda regla. Un sonido prístino ayudó a que toda alma viviente clavara sus pies en el suelo y se dejara llevar por unos sonidos tensos y salvajes, que cabalgaban a lomos de una base rítmica construida con armadura de hierro. Uno no sabía bien dónde estaba: un festín de math postpunk? Tambien presentaban disco en ciernes (Ornamental Hermit) y dejaron la carpa temblando y al personal con la boca abierta y corazón en puño.
Le tocaba a Perro la difícil tarea de salir después del huracán “guiri”. Pero nada amilana a los murcianos. Ellos están hechos de otra pasta. Son especiales y congrega a su público, también especial. Lo que no contaban es que la carpa les recibiera llena, dividida entre sus seguidores y ese público receptivo que acude al FNMN dispuesto a dejarse querer. Y claro, Perro son especiales sí, pero con repertorio para encandilar al atento melómano. No tuvieron más que arrancar con Escucha Pariente, de su nuevo disco, para sentar cátedra durante una hora de canciones nuevas y clásicas, a cual mejor. Ey, y conste en acta: sus líneas de bajo son todo un caso del rock cantado en castellano. Volved chicos, que nos supo a poco.
A las 22:00 en punto Parquesvr subían al escenario. La carpa, una vez más, a tope. Y ya sabemos que ofrecen los de Leganés: fiesta, humor, denuncia y una amalgama impredecible de estilos que van desde el rock y el pop, hasta el synth o merengue made in puerta del sol: la verbena de toda la vida, vaya. Así que sirvieron de un perfecto contrapunto para que unos se lo pasaran en grande mientras otros rumiaban el concierto perruno….hasta que, de golpe, se forma la de dios en el escenario, con los Perros dando brincos al grito de PELOTÓN! ese Hit compuesto para reventar carpas…y hacerlas volar. Fiestón.
Grande Amore fueron los encargados de cerrar la tarde noche. Nuno Pico es un maestro de ceremonias y lo tenía todo a sus pies. Sus temas más emblemáticos (Esta pena que a veces teño y Vamos enchernos) funcionaron a la perfección en una misa pagana a base de insistente electropunk con la que la sección más joven del FNMN conectó hasta la hora del cierre.
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