Contra viento y marea
ConciertosSopela Kosta Fest

Contra viento y marea

7 / 10
Ainara Medina — 28-09-2023
Fecha — 22 septiembre, 2023
Fotografía — Ander Moreno

La nueva edición del Sopela Kosta Fest arrancaba el 22 de septiembre entre vientos, lluvias, mares revueltos y algo de frío que no impidieron, sin embargo, encontrar un refugio donde poder calentarse. Un fin de semana completísimo que resulta ser una gran oportunidad para conocer nuevos grupos locales para todos aquellos frikis de la música (vivan lo local porque nunca se dice lo suficiente) y reencontrarse con otros que, si bien parecían haber caído un poco en el olvido, suenan más frescos que nunca.

El viernes se presentaba complicado para celebrar cualquier tipo de evento. El verano parecía haberse acabado de improviso con el torrente de agua que cayó durante todo el día y que no auguraba nada bueno. El Sopela Kosta Fest arrancaba, a pesar de todo, con los primeros acordes de Pasadena, banda gasteiztarra encabezada por Libe García de Cortázar y Jon Basaguren. Dentro de la carpa dispuesta para acoger a grupos y público, éste estaba todavía intentando hacerse al ambiente. Equipados con alguna bebida que ayudara a sobrellevar el frío incipiente de la noche, junto con las guitarras y el canto melancólico de Jon y Libe, los asistentes lograron soltarse un poquito, atreverse con un levísimo contoneo. La calidad instrumental de cada uno de los miembros es evidente y del todo innegable. Se pudieron escuchar temas como ‘Hutsune’ y ‘Sumendi magalean’, ambos de su único álbum hasta la fecha, "Pasadena" (además de su último EP), que hicieron volar la imaginación hacia un futuro que en su extrañeza parece pasado. “Nola dei egin jada ez denari? Nola erantzun oihartzun bati?” cantaba Jon y la gente escuchaba en un silencio casi sagrado. No es nada fácil conseguir eso.

Tomaban el relevo Cecilia Payne, armadas con unos punteos de guitarra que nada tenían que envidiar al de bandas más grandes. Entre las luces violetas, quizá en referencia a uno de sus primeros EP, "Pink Town", y humo, las bilbaínas parecían sacadas de un sueño y es que algo de ello hay en su sonido. El aura naif que desprenden todas ellas se mezcla y contagia de la guitarra distorsionada haciendo de su concierto un increíble choque de sensaciones. Lo más llamativo de Cecilia Payne es que no hay una frontwoman, hay tres. Cada una de ellas complementa a nivel vocal a las otras, siendo por momentos protagonista y en otros la voz de apoyo. Cantaron ‘Fuck u’ que, como ellas mismas dijeron, es una de las primeras canciones que hicieron y donde ya puede apreciarse ese gusto por el indie más surfero, oscuro y envolvente. Ir a un concierto de las vizcaínas es no saber a ciencia qué canciones tocarán o si sorprenderán con temas nuevos o antiguos pero no publicados.

La carpa que acogía los conciertos y que hacía retroceder un poco al frío fue llenándose poco a poco en lo que el bolo de Cecilia Payne acababa. No era para menos porque la siguiente en la lista era Olaia Inziarte. La artista navarra sorprendió a todo el mundo con la publicación de su primer álbum, "Lehenengo Lepotikan Burua", que mezcla sonidos de ayer y de hoy envueltos en un delicadísimo pop que se vale también de la electrónica. Arrancaba con ’Zerua Gorriz’ sobre las mentiras que parecen verdad y las verdades que luego resultan mentira. Olaia acababa la canción sentenciando “Zerua gorriz mozorratu da infernuari keinuka / Ohartu zara egia osoa ez dena gezurra dela”. La única verdad aquí, sin embargo, es que la joven artista lo está petando y, como siempre, la mejor manera de certificarlo es el público.

Al sonar el principio de ‘Gereziak’, la gente, antes aletargada, mutó en un ciclón de saltos, gritos y coros demostrando lo mucho y bien que se sabían la canción. No sería la única. Después de cantar o llorar ‘Zure mina’, Olaia admitía que iba un poco justa de tiempo y que lo que debería hacer es hablar un poquito menos y cantar más. Dicho y hecho. El resto de músicos abandonó el escenario, dejándola sola con la guitarra acústica y le cantó a su amatxi, persona que le da título al disco, ‘Maitatzen zaitudalako’ de Tapia eta Leturia. Le seguía otra increíble cover, esta vez de Dover y su ya mítica ‘Let me out’ que reverberó como un trueno en todo el espacio. Olaia se despedía primero con ‘Berak Badaki’, canción en la que colabora también Hofe para el disco, y, por último, ‘Behe Klasekoa’, el hit que publicó junto con Olatz Salvador. El público respondió haciendo un tren que ondeó por toda la pista sacudiendo a los más despistados.

O’funk’illo coronó la noche con su dosis altísima de funk, rock y rap que, por otro lado, solo parecía entusiasmar a unos pocos. El concierto en realidad empezó antes que el propio concierto. Muchas cabezas se giraron extrañadas durante las pruebas de sonido para preguntar a su amigos si había empezado ya o no, un momento del todo Schrödinger debido a la maestría de Pepe Bao, bajista del grupo. Era tal la técnica y calidad del músico que todos allí creyeron estar presenciando, en realidad, a un solista en su mejor demostración. Pero había más. Con el buen rollo que transmitían los sevillanos, con ‘Rulando’ los menos convencidos empezaron a moverse al son del bajo y la guitarra, cantando aunque no se supieran las canciones. “Tú, qué temazo, qué bien suenan” decía alguien con absoluto asombro, como quien oye por primera vez música y descubre a qué puede sonar. Si hay algo destacable de O’funk’illo es la capacidad que tienen para interactuar con el público y hacerlo vibrar con ellos. El estribillo pegadizo de ‘Arte un waka’ con su “voy cantando, fumando… sin ti” fueron coreados a pleno pulmón, daba igual ya si te la sabías o no porque la cuestión era bailar con el resto. Uno de los momentos álgidos del concierto fue el bajo de solo que se marcó otra vez Pepe Bao tocando una mezcla de flamenco y funk acompañado nada menos que de una baqueta. Sí, puede tocarse el bajo con una baqueta de batería, lo sé, parece imposible, pero se puede. ‘En el campito’ iniciaba el tramo final del bolo, seguido de un dúo de guitarra y bajo que demostró que el talento es norma en este grupo. ‘Nos vamos pal keli’ y ‘Riñones al jerez’ desembocaron en un pogo que acabó por todo lo alto y mucha bebida desparramada con ‘Esos cuernos’.

El sábado se presentó con mucho mejor tiempo que el día anterior, lo que permitió que desde el primer concierto la gente se animara más a pasarse por la carpa. Lorelei Green inauguró la tarde con su buena dosis de folk popero y guitarras afiladas que hicieron saltar a los más pequeños que se encontraban en primera fila. Más de uno se quedó embelesado con la increíble voz de Leire Aparicio cuando cantó ‘Aire’, de su último disco "LAVA", que al acabar la canción admitía haber rezado a los dioses para que no lloviera. Bueno, funcionó y menos mal. Tras haberse subido a un escenario como el del Bilbao Music Legends Fest (crónica aquí) este año (y no es para menos teniendo en cuenta la calidad musical de cada uno de sus miembros), el del Sopela Fest podría parecer pequeño, minúsculo, inapreciable, pero un buen concierto, a pesar de lo que digan, no depende del sitio, si no de la habilidad del grupo para hacerlo bien. Leire hablaba con los padres, madres y criaturas que estaban debajo, les pedía que se acercaran, que escucharan, que bailaran con ella. Abrir un concierto así no es fácil, pero toda la banda estuvo a la altura.

La atmósfera ligera que proporciona la guitarra acústica en temas como ‘Lava’, se transformó por completo cuando Ricardo de Lucas, el bajista, cogía el contrabajo. Los graves al estilo Nueva Orleans se pudieron oír en ‘Los riesgos del directo’, canción con la que Leire reivindicaba el vivir en el momento porque “las cosas están pasando ahora, no en el futuro”. Igual por eso mismo, por lo de vivir el ahora, cantaron dos temas nuevos, “pero que muy nuevos”, ‘Historias de fuego y hielo’ (no, nada que ver con Juego de Tronos, en serio) y un blues todavía sin nombre. El broche final lo puso ‘Amildegian’ y con ello Lorelei Green demostró que no son una de esas eternas bandas emergentes, sino que van más allá.

Rüdiger aparecía sobre el escenario del Sopela Kosta Fest a golpe de sintetizador y con aura como de ensueño que Felix Buff, cantante del grupo y conocido batería de Willis Drummond, acrecentaba con su voz al más puro estilo californiano. La voz es, desde luego, el elemento clave dentro de esta banda que en 2020 publicaron "Before its Vanished", su primer álbum. Solo necesitabas dejarte guiar, dejarte conducir por donde Felix te llevara, para sentirte parte de esa relajada psicodelia con un punteo de guitarra sacado de los 60 y del LSD también. Cantaron temas como ‘Medication’, ‘Come to me’, ‘You’re Making Everything - Feel Like a Fail’. El ambiente de viaje astral lo conseguía en gran parte la guitarra bottleneck que alargaba las notas hasta el infinito. Felix Buff es un músico incansable e inquieto que dio su mejor versión en Sopela porque no, no es solo un batería más.

Se subieron Ibil Bedi dispuestos a lo largo del escenario de manera que no hubiera ningún protagonista central, pues cada uno de los componentes del grupo desempeña un papel igual de importante. En un pop oscuro, casi folklórico, con especial peso de la guitarra y el bajo entonaron ‘Atera’ con la ayuda de todos los allí presentes porque, sí, se las sabían casi todas. Un concierto mucho más pausado que brillaba, sin embargo, en las voces cantadas a coro y el sonido del violín que difuminaba la línea entre ser un grupo más y algo más parecido a una orquesta. Los graves resucitaron al público en ‘Bide zuzena’ y ‘Perimetroarena’, éste con una sólida línea de piano y acompañada de voces distorsionadas, como escuchadas a través de una puerta. No sabemos si fue un efecto pensado a propósito o si, por el contrario, fue una consecuencia sonora por estar bajo una carpa, en cualquier caso, no hizo más que añadirle cierto matiz gótico (por lo denso y ajeno a la luz) al sonido.

A continuación, Ezpalak, como si hubieran sido infusionados en un gran tanque de energía eléctrica, a poder ser rápida y furiosa como la de un rayo, salieron a dar uno de los mejores espectáculos de la noche. Con unas guitarras demenciales y un bajo que le seguía muy de cerca, los guipuzcoanos ofrecieron un repertorio de canciones que invitaban a abandonar el suelo en cada salto. Con tres álbumes publicados, "Ezpalak" (2019), "Kolpatu Topatu" (2021) y "Hortz Aina Hots" (2022) pudieron escucharse temas de los tres como ‘Denbora’ y ‘Berdin Zait’. Un ritmo frenético que fue acompañado en todo momento por su respectiva serie de gritos, loas y coros que recordaron tanto en sonido, como en actuación a los ingleses IDLES. Un sonido igual de contundente que reventó en ‘Itzala’ y con el que los pogos no se hicieron de rogar. Ezpalak transmite un entusiasmo y efusividad tales que pocos quedaron allí tal y como llegaron. Todos acabaron algo más mojados, pisados y empujados, pero siempre bien acompañados.

Cerraban el sábado y con él, el festival, Stay Homas, grupo catalán que surgió, como muchos otros, durante la pandemia del Covid. Esto, que en un primer momento parece ser insignificante, en realidad es lo que condiciona todo su sonido. En un momento de encierro, lo que Stay Homas quiso fue transmitir alegría y sensaciones de fiesta y eso fue, precisamente, lo que también se pudo vivir en su concierto del sábado en el Sopela Kosta Fest. Fueron el único grupo que llevó visuals para reproducir en directo, además de contar con doble batería y doble teclado. Es cierto que el público decayó un poco, pero es que tras el concierto de Ezpalak pocas ganas quedaban de seguir moviéndose. Presentaron su segundo disco, "Homas", pero también sonaron temas pasados como ‘In The End’ y ‘Estamos mal’. Un final de festival que subrayó que en la variedad está el gusto y que un bueno sitio para encontrarlo es el Sopela Kosta Fest.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.