Se abre el telón
ConciertosMaz Basauri

Se abre el telón

8 / 10
Ainara Medina (viernes) y Edu Gsscón (sábado) — 15-11-2023
Fecha — 10 noviembre, 2023
Sala — Social Antzokia / Basauri
Fotografía — Dave Blanco

El Social Antzokia acogió los días 10 y 11 de noviembre la undécima edición del festival MAZ Basauri. La elección del lugar no pudo ser más acertada porque lo que se vivió en la primera jornada fue, más que una serie de conciertos, una obra de teatro en tres actos. El dramatis personae fue el siguiente: Silitia, Merina Gris y Tremenda Jauría. Silitia, entró en escena con su rebeldía e inquietud fuera de toda lógica imaginable, desde lo cómico, a lo dramático, pasando por lo satírico; Merina Gris, con su anonimato por bandera y unas letras que invitan al drama, pero sin dejar de lado la fuerza y la resiliencia para romper con todo y, finalmente, Tremenda Jauría que fue la catarsis.

Silitia fueron los encargados de abrir la primera jornada del MAZ Basauri con un concierto que bien podría haber salido sin edición o modificación alguna de una compañía de teatro. Con la cara pintada de blanco, los ganadores del Rockein del año pasado son difíciles de calificar porque parecen escapar a cualquier etiqueta habitual. Inspirados por el rock más psicodélico de los 60, una electrónica errática y con tintes de pop-punk, Xabier Barrutia e Ibai Silicato tocaron temas como "Akeneguna" y "Cipolla" de su último EP, "Hiru Ate", pero también la no tan irónica “Tú. Eres. Un. Culo”. Silitia es la prueba de que muchas veces no se necesitan demasiados arreglos o instrumentación para dar un concierto memorable y de calidad. La cantidad de registros vocales (a veces comedia, a veces pantomima) de la que se vale Ibai para cambiar el sentido melódico de una canción es, cuanto menos, sorprendente. El público, muy probablemente en estado de shock, hacía lo posible por no quedarse atrás, pero es que es difícil, por no decir imposible, alcanzar el ritmo cardíaco del dúo sin morir en el intento.

Silitia por Jon Goikouria

La aparición de Merina Gris en escena fue anunciada en una oscuridad absoluta, solo quebrada por los focos luminosos que cruzaban la sala en todas direcciones como un espejo refractando la poca luz que le llega. Algo de sentido tiene pensar en un espejo, a veces roto y otras sólido, cuando se trata de Merina Gris. Los de Donostia se presentaron ante una sala expectante en el que era uno de sus últimos conciertos de la gira de presentación de su disco ‘Zerua Orain’. Entre potentísimos sintetizadores aparecía Sara, siempre resguardada bajo unas gafas enormes que le tapan la cara casi al completo. A pesar del despliegue sonoro previo, ella sonó nítida y sin distorsión en ese lamento casi esperanzador que es ‘ALMAR’, la nota a pie de página que constata que Merina Gris tan solo acaba de empezar porque “Os lo juro que es la hostia / Lo que tengo que contar”. Al acabar, salieron el resto de miembros del grupo, Paskal y Julen, esta vez acompañados por un tercer músico. Tocaron "Nadie cuando lloro", su última canción publicada en colaboración con el navarro Hofe y que tiene una base electrónica que hizo reverberar desde el mismo centro a cada persona que estaba allí.

El grupo completo, ahora sí, con sus máscaras repletas de cristales dieron un bolo que, pese a definirse ellos como “pop violento”, por momentos parecía una rave en el mejor suburbio inglés o un concierto de hardcore punk con patadas a la batería o a manotazos a los platos incluidos. La disonancia entre la voz de Sara y la base cruda, enfadada y acelerada de sus canciones hace de Merina Gris un grupo que se debe lamer por capas y disfrutar de cada una de ellas, aún más en directo. Con ‘90’ y ‘hemen orain’ la gente les acompañó hasta el final, yendo de la mano en todo momento. Puede que por eso Sara dijera que este final de gira tenía un punto de nostalgia y daba las gracias a todos y a todas por asistir. Versionaron uno de los grandes temas de Kuraia, esa breve, pero intensa banda euskaldun de punk rock de principios del milenio, ‘Egunsentian’ y también ‘Dancing on my own’ de Robyn, haciendo gala de lo buenos músicos que son. La canción más esperada fue ‘Ardi Latxen Herrian’, recibida con gritos y saltos, seguida por ‘Antes no era más feliz’ y su descarnada ‘Llevo tanto tiempo aquí que se me ha olvidado andar’. Los gritos y la energía frenética de Paskal y de Julen hicieron caer hasta los soportes de micro, para luego terminar por todo lo alto subido uno en la batería del otro, muy al estilo de IDLES, en el espectacular cierre que fue ‘sAIATZEN nAIZ :)’. Merina Gris dijo en su momento que la razón por la que se cubren la cara es para darle todo el protagonismo a su música, pues bien, su música habla por sí sola libre de prejuicios.

Tremenda Jauría dejó más que claro todo aquello en lo que creen y por lo que se mueven desde el principio con una voz en off que, entre otras cosas, decía que la única manera de salir de esta situación es todas juntas. En plena gira presentación de su segundo trabajo, ‘Todxs igual’, las de Madrid arrancaban con ‘Cayena’ y ‘¿Dónde vas corazón?’ poniendo a todo el mundo a bailar. Una energía, la del baile y el disfrute, que ya se había gestado en Merina Gris pero que explotó a ritmo de cumbia y reguetón con ellas. Tremenda Jauría apuesta por hacer del baile y del ocio un espacio combativo y reivindicativo, apostando por integrar ambos aspectos, algo tangible en su directo. A lo largo de todo el bolo se sucedieron las consignas en apoyo a la lucha feminista como “gora borroka feminista” y no dudaron en recordar la convocatoria a la huelga internacional del 30 de noviembre que se celebrará también en Bilbao. ‘Si tuviera’ sonó y rebotó en cada persona del público que la cantó y jaló, seguida de ‘Tú no eres mi papi’ que reivindicaba el derecho de todas para bailar en paz, sin intención ninguna más allá de estar con tus amigas. En recuerdo, como ellas mismas dijeron, de nuestras abuelas, de sus hijas y de sus nietas cantaron ‘Flow partisano’ para también reclamar la reparación de la memoria histórica y la dignidad de aquellos y aquellas que fueron arrebatadas. El público fiel como pocos, demostraron su cariño y consideración hacia ellas siguiendo al pie de la letra las canciones y acabando por todo lo alto con ‘Con tol deskaro’ junto a Mc Larrata que bajó del escenario para compartir ese último momento con todas.

El cartel del sábado para cerrar esta edición lo conformaban dos bandas con diferentes estilos pero una cosa en común: propuestas poco comunes pero hermosas dentro del panorama estatal. Juntar a McEnroe y Depedro fue una gran idea por parte de la organización del MAZ y así debió pensar también el público que agotó las entradas de esa última jornada.

Con puntualidad salieron a escena los getxotarras McEnroe que, con una formación en quinteto (faltaba Jaime Arteche a los teclados), ofrecieron un repertorio de quince canciones en algo menos de hora y media. Disfrutamos de un sonido perfecto que nos permitió percibir hasta el mínimo de los arreglos con los que la banda adorna cada una de sus canciones. Unas luces suaves y sugerentes, junto con la voz de Ricardo Lezón, nos metieron de lleno en los paisajes y pasajes del universo McEnroe.

La última vez que vimos a los de Getxo fue en su concierto del Kafe Antzokia donde celebraron sus veinte años de carrera y, aunque estuvieron muy bien, el concierto que ofrecieron en Basauri estuvo, al menos para nosotros, muy por encima en todos los aspectos, incluso en el repertorio. Creo que no me equivoco si digo que pocas canciones se echaron en falta. “Mundaka” y “Montreal”, dos temas que hablan de la añoranza y la felicidad compartida, abrieron la noche.

“Llevamos más de veinte años tocando y somos muy sosos a la hora de hablar pero nos iremos animando”, aseguraba Ricardo Lezón. La verdad es que no es habitual la charleta en sus conciertos y todo se limita a agradecimientos y algún que otro comentario chistoso. Lo demás se lo dejan a sus letras épicas de absoluta introspección como las de la muy aplaudida “La cara noroeste”, “Tormentas” y la siempre esperada “La electricidad”.

Nos llevaron al centro de Madrid con “La Palma” y nos animaron a romper con el miedo en “La distancia del lobo”. “Aunque no lo parezca estamos muy emocionados”, aseguraba Lezón (como hacía el humorista Eugenio en algunas de sus actuaciones). Ellos no sé (supongo que sí) pero el público, sin duda, sí lo estaba y no era para menos con temas como “Asfalto (Libres los animales)”, “La veleta”, la muy coreada “Los valientes” y la preciosista “Rugen las flores”. Antes de retirarse llegó uno de los momentos más tiernos de la noche con “Un rayo de luz”, el tema compuesto para su hija.

No se hicieron de rogar y volvieron al escenario para cerrar el bolo con tres bises. La primera fue “Cuando suene This Night”. Esta canción es una de esas que nunca llegó a convertirse en single quedándose en la nebulosa discográfica de la banda y, sin embargo, es un temazo tanto por su letra como por su sonoridad. Le siguió “Gracia” la cual sonó perfecta como anticipó a la que cerraría el concierto. Esta fue “Luz de gas” que interpretaron con un derroche melódico como pocas veces se ve. Una buena forma de acabar, exaltando los momentos vividos en buena compañía.

Con el buen sabor de boca que nos dejó McEnroe llegaba el turno de Depedro. Jairo Zavala, como realmente se llama el madrileño, es un seguro de buen directo. Pocas veces falla. Una de ellas fue en el Getxo Sound de 2019 (crónica aquí) en el que estaba enfermo y eso mermó sus condiciones. Sin embargo, el resto de veces que le hemos visto ha ofrecido muy buenos conciertos. El sábado, sinceramente, es de las veces (si no la que más) que más nos ha gustado. Un sonido en el que las guitarras cobran más importancia si cabe y un Depedro que se mueve por el escenario con total libertad y, sobre todo, con una seguridad pasmosa. Vamos, que después de tantos años de carrera, es como su casa.

Como digo, sabedor de lo que les gusta a sus fans y de la capacidad que tiene, lo da todo en el escenario. Sale provocador animando y contagiando al público. El sábado se ganó al público desde el primer acorde acompañado por una banda pletórica de talento: Hector Rojo (bajo), Kike Fuentes (guitarra), Raúl Marques (multinstrumentista) y Javier Gómez Pacheco (batería). Un sonido igual de perfecto que en la anterior actuación y unas luces más cálidas y coloristas que las de los getxotarras. Era lógico, desde el frío (y precioso) norte por el que deambulamos con McEnroe nos trasladamos a latitudes más cálidas y lejanas (e igual de preciosas) con Depedro.

Rompió el hielo con “Máquina de piedad” una cumbia acompañada de una guitarra suave y fluida. Estar quieto en un concierto de Depedro es misión imposible y lo pudimos comprobar con “Hombre bueno”, una canción que fue muy coreada. A la tercera sonó “Nubes de papel” que funciona de manera increíble en directo a pesar de los quince años que ya tiene. Nos llevó hasta una atmósfera recogida con “La brisa” y nos meció con la letra de “Como el viento” (solo contigo, solo soy feliz si yo te miro. Me falta tu aliento, para que me sienta como el viento. Como el viento. Como el viento. Como el viento, que mece mi cuerpo"). No faltó “Déjalo ir” y “DF”, esa dedicatoria a México Distrito Federal en la que solamente echamos de menos la voz de Bunbury del dueto que grabaron ambos.

Sin tiempo para coger aire, Depedro y los suyos, bajaron entre el público para romper la barrera que marca el escenario. Interpretaron esa cumbia sabrosa que es “El pescador” en medio de un corro en el que la gente estaba totalmente rendida a Jairo y la banda. Con un intimista solo de trompeta empezó “Te sigo soñando” para sorpresa del respetable. Este tema ha incorporado o dado más importancia a unas guitarras fronterizas que son una delicia. Llegó una sorpresa con la versión que hicieron de “Fiesta” de Serrat. Sorpresa también para un servidor que pudo disfrutar de otra cover de ese mismo tema el día anterior de la mano de Tahúres Zurdos. Casualidades.

“Los conciertos son momentos únicos que valoramos mucho”, aseguró Jairo. En “Noche oscura” nos habla de las contradicciones de nuestro tiempo y nuestra sociedad. Raúl Marques se lució con la trompeta en “Tu melodía” y Hector Rojo hizo lo propio en “Diciembre” cantando parte de la canción. Antes decíamos que Depedro nos lleva a otras latitudes y, de ahí, temas como “Panamericana”, dedicada a esa red de carreteras que vincula a casi todos los países americanos. Antes de los bises caen dos clásicos como son “Mañanita” y uno de los temas más coreados, “Llorona”.

Tres canciones regaló en los bises, dos en solitario con la acústica y la última, de nuevo, con la banda. La primera fue “El puñal”, de su último disco de estudio, y en la que Jairo explicó que “el amor es un tema recurrente”. Siguió con esa preciosidad que es “Miguelito” y en la que la suavidad con la que la toca hace que hasta la cotorra mayor del reino se calle. Para terminar otro de sus clásicos: “Comanche”. Así llamaban a Jairo Zavala de niño cuando hacía travesuras. Una ritmo que sirvió para acabar con las energías que le quedaban al personal.

Muy buenos conciertos para cerrar el MAZ Basauri 2023. El público disfruto cada instante, que al final es de lo que se trata. Una celebración gozosa de la música la que ofrecen estos artistas tan singulares y tan necesarios. Si no existiesen habría que inventarlos.

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