Siempre he pensado que lo mejor de un concierto es su imprevisibilidad. Por eso siempre me rebelo cuando acudo a un evento en el que todo está medido a claqueta y nada está sujeto a las reglas del azar. En ocasiones, ese imprevisto puede llegar de la interacción con el público e incluso darte un titular. Y eso es justo lo que pasó anoche en la pequeña sala del Hegiogábal de Barcelona. Una persona del publico le chilló a Cristina Len un ¡Qué bien cantas! Al que la cantante respondió con: ¡Pues mira que llevo auto-tune!
¡Lo tengo! El dichoso auto-tune fue el protagonista, nada involuntario, de la velada. Y lo digo con cierta pena, porque Cristina Len tiene una preciosa voz que no necesita del ‘maligno’ para ser modulada. No necesita ningún filtro que le haga perder el encanto de las inflexiones vocales, los matices y -porqué no- los gloriosos fallos. Puedo llegar a entender que en algún tema eche mano del recurso pero, si lo haces durante todo el bolo, lo iguala tanto que pierde la famosa dinámica. Eso tan indeleble que convierte un directo en un ente con vida propia. Algo animal, orgánico, que debe huir de lo sintético, de lo automatizado.
Y es una pena porque Cristina Len podría llegar a ser muy carnal si ella quisiera. Tiene muy buenas dotes y sabe meterse al público en el bolsillo, pero debería explotar mucho más y mejor lo que atesora. Lo puede hacer con la escenografía, a la que podría sacar mucho más partido a toda la iconografía religiosa y en cierta medida cañí que la rodea y que en directo queda reducida a una especie de confesionario y una escopeta como pie de micro. Lo puede hacer también con su vestuario al que le sentaría de perlas una mantilla y unos claveles rojos, por jugar con el contraste entre todo ese folclore tradicional y la modernidad de la electrónica.. Y ya puestos, podría mejorar incluso los visuales. Aunque cabe reconocerle el acierto de acercarnos a Martiago, su pueblo de la provincia de Salamanca, vía Google Maps y hacerlo protagonista y referente de la velada.
A todo esto están las canciones y Cristina Len las tiene muy buenas. No en vano “TMLN” es uno de los discos que más ha sonado en mi reproductor en lo que llevamos de año. Por eso me resultó algo doloroso comprobar que en directo no alcanzaron el nivel de sensualidad y tragedia que sí hay en el disco. Temazos como “Lamento” precisan de una interpretación mucho más dolida y sin tantos efectos. Y lo mismo podría decir de otros como “Se Mata”, “Castigo”, “Ai, Morena” o esa “En Medio de la plaza” con la que despidió su concierto. Son canciones con una tensión dramática muy difícil de interpretar y por ello requieren de cierta teatralidad que no se consigue solo con una gran voz. Hay que trabajarla sin artificios o incluso exagerarla en algunos momentos puntuales. De lo contrario la sensación de asistir a un karaoke se acrecienta y eso es lo peor que le puede suceder a alguien con un cancionero tan espléndido como el suyo, que todavía tiene mucho camino por recorrer. Y esa no deja de ser la mejor de las noticias. Porque estoy convencido que Cristina Len no va a parar de crecer y conciertos como este quedarán como el bonito recuerdo del inicio de una fructífera carrera.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.