Se pueden contar con los dedos de una mano los grupos que en Donostia despiertan tantas buenas vibraciones como Cooper. Sus seguidores no serán legión y muchos ya peinan canas, pero la ilusión y el fervor con el que reciben cada visita del incansable mod leonés no marchita. Al contrario: cada vez que Cooper viene por aquí siempre parece la primera. Cada vez que termina una actuación se repiten los elogios en los corrillos postconcierto. El grupo baja del escenario, saluda a los fans y todo queda en una gran foto de familia. Por supuesto, que Alejandro Díez haya nacido y vivido en San Sebastián también ayuda a crear una especie de armoniosa comunión.
La nostalgia es un arma poderosa, en especial para los mods. Álex Cooper otea el horizonte de los 60 a través de una mirilla, pero no le gusta vivir de las rentas. Esta gira lo demuestra. Nos encontramos ante la recomposición de las piezas de un puzle que se estaba desgastando y corría el riesgo de quedarse viejo. Ha recuperado la figura de una teclista, Inés, que brilla desde el minuto uno (“Ya llegó el verano” fue la segunda canción del setlist), ha metido a un par de vientos y ha fichado a un batería en edad universitaria (Conrado) que parece un mago con baquetas.
El resultado de esta pequeña revolución es un importante salto cualitativo. El grupo suena como un bloque compacto que en algunos tramos, especialmente en los temas de “Tiempo, Temperatura y Agitación”, se eleva hasta el cielo. Resulta curioso cómo un disco aparentemente menor pasa por encima del resto como si nada; ocurrió con “Islandia” y “Provisional”, ambas arrebatadoras, absolutamente irresistibles. Parecía una osadía, pero fue todo un acierto el cierre stonerosesiano antes del primer bis con “Dos grados bajo cero”. De nuevo un tema del último disco al que la banda saca toda la chispa en directo.
De la ración de hits y viejos éxitos de Cooper y Los Flechazos, llaman la atención dos cosas: 1) Su redistribución racionada por todo el repertorio. Como si no tuvieran más peso que el resto. Nada de juntar “Hyde Park”, “A toda velocidad”, “Rabia”, “Cierra Los Ojos” y “La señal” en el mismo bloque. Mejor las ponemos aquí y allá y que vayan dejando su semillita. 2) Que el fin de fiesta no sea con una obviedad tipo “Suzzet” o “La chica de Mel”, sino con un tema mucho menos conocido como “El hombre que confundía los sentidos”. Y, oye, sonó como un tiro. Parafraseando a un querido fan donostiarra de la banda, una lección (remodelada) del mejor pop español.
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