Antes incluso de celebrarse, este concierto ya se había convertido en un hito musical para la región de Galicia. Aida, Olaia y Sabela grabaron el nombre de Tanxugueiras en el olimpo de la música gallega al ser aquella banda que, cantando en su lengua natal, lograba convocar a más personas en un recinto cerrado. Un Coliseum lleno hasta la bandera fue testigo de un día histórico para la cultura autóctona.
Es por ello que esta crónica no debe ser la típica en la que se enumera el setlist alrededor de adjetivos superlativos. Porque lo más subrayable del evento no ocurría en el escenario. Personas de todas las edades se congregaron cual tribu, con el propósito de realizar un ritual de celebración al que las gallegas llamaron “O derradeiro diluvio”. A lo largo de dos horas de concierto se sucedieron éxitos, colaboraciones e incluso temas inéditos, que dotaron de energía a un público que transformó la pista en una foliada donde grupos de personas se animaban a realizar bailes tradicionales. Un precioso espacio seguro, asertivo y lleno de sororidad. Durante el emotivo tramo final fue muy difícil reprimir las lágrimas para todas las personas allí presentes, incluidas las que estaban sobre las tablas.
Más de 8500 gargantas gritando a pleno pulmón que “non hai fronteiras”. Todas ellas sabedoras de haber logrado realizar un acontecimiento que sabe a victoria de la lengua, la cultura y la tierra. El cierre lo pusieron unos aplausos que no solo eran dirigidos a las Tanxugueiras, eran para aquellos que pavimentaron el camino de la riqueza y diversidad de la música gallega, para los que están colocando nuevos adoquines y, también, para los que están empezando a recorrerlo.
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