“Heavenly Hell” (Universal, 09) fue el disco que cambió todo para L.A., tras varios trabajos previos autopublicados por el mallorquín. Un álbum que situó bajo el foco de los medios especializados a Lluís Albert Segura y señalaba al autor como uno de los nuevos grandes nombres de la escena independiente, con potencial para traspasar fronteras y llegar a un público más amplio. El músico se ha enfrascado ahora en una generosa serie de conciertos en solitario por pequeñas salas, con la intención de recuperar la más pura esencia de aquellas once canciones y, quizá, la suya propia, reencontrándose así con ese artista en estado puro que por entonces comenzaba una aventura que contaría con no pocos vaivenes. Un auténtico lujo, en cualquier caso, que derivó en preciosa y emocionante experiencia propiciada por ese tipo de realismo inherente a las distancias cortas.
El Avalon Café presentó un aspecto espléndido, para comprobar cómo sonaban los temas de “Heavenly Hell” sin el apoyo de esa excelente banda completa que suele secundar a Segura. Hay una teoría que indica que, cuando una canción es realmente buena, funcionará en cualquiera de sus formatos, incluyendo aquel que muestra sus mimbres. Y resulta que, de ese tipo de canciones impecables, elegantes y con gancho, L.A. va sobrado, por lo que el triunfo era inexcusable. Arropado únicamente con guitarra eléctrica y algunos pedales y efectos, el balear ofreció un magnífico concierto, dando protagonismo mayúsculo a su espléndida voz, a través de una interpretación plena en matices y, por momentos, acongojante. Un repertorio sucedido en el riguroso orden original, con piezas destacadas como “Crystal Clear”, “Perfect Combination”, “Elisabeth”, “Hands”, la propia “Heavenly Hell” y, por supuesto, “Stop The Clocks”.
Un viaje impecable por el pasado que, una vez finalizado (y por si fuera poco), resultó completado con algunas gemas de otros álbumes, caso de “Living By The Ocean”, “Outsider” o “Dualize”, hasta que una convincente versión de “Girls Just Want To Have Fun” de Cyndi Lauper sirvió para echar el cierre. Tras publicar hace un par de años un disco sin artificios y tan recomendable como fue “Evergreen Oak” (Al’s Workshop, 21) y atendiendo a las peculiaridades de la presente gira, bien pudiera ser que Lluís Albert Segura esté reconduciendo su carrera a partir de la más pura esencia de la propia música. Una redención que, a su paso por el Avalon Café, dejó un concierto de poso precioso que pasa directamente a formar parte de ese catálogo de momentos mágicos que, de tanto en cuando, suceden sobre el escenario del veterano local zamorano.
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