Mucho frío afuera, lo típico para una noche de diciembre. Pero, nada más atravesar las puertas de La Cueva del Jazz en Vivo ya se anticipaba la vibra de lo que resultaría siendo una noche mágica de concierto. En la sala zamorana andan celebrando sus 40 años de música en vivo, casi nada, para quitarse el sombrero y darles las gracias una y otra vez. Ángel Stanich (set trío) había generado muchas expectativas y el cartel de sold out se había colgado en la taquilla hacía ya varios días, por lo que cuando el cantante hizo su aparición con los primeros acordes de "Cosecha", algunos fieles ya estaban murmurando la letra en las primeras filas. Con el segundo tema, "Nazario", esos pocos que cantaban al principio eran ahora más de la mitad de la sala... y no sólo se cantaban ya los estribillos. Con la tercera canción, "Un día épico", los coros y los brincos eran mayoría aplastante entre el público: el éxtasis había tardado poco en llegar y, para goce del personal, ya no decayó ni un sólo momento de la hora y tres cuartos que duró la actuación. Apoteósico.
Una sala pequeña en una ciudad pequeña puede parecer plaza menor y arriesgada por la extrema cercanía del público, pero hay artistas que saben reconocer su potencial y explotarlo. Algunos managers deberían tomar nota y permitir cierta rebaja en las pretensiones habituales a cambio de regalarle a sus bandas ese chute inmenso de energía que surge del contacto tan íntimo y honesto con sus fans. No todo es cuestión de inmediato caché en esta vida. Así pues, el músico santanderino entendió la cercanía con el público como una oportunidad, aceptó el reto con valentía y supo ganarse a la sala desde el primer momento. Ayudó a ello también el trabajo técnico que consiguió un sonido perfectamente equilibrado entre la particularísima voz del cantante, el poso western-rock habitual, y los matices y efectos que con el paso de los años se han ido añadiendo y enriqueciendo en la propuesta hasta casi lo cinematográfico.
Todo muy bien hilvanado para que la acidez de los temas, la marginalidad poética del autor y su humor puntiagudo luzcan esplendorosos durante todo el show que, en conjunto, adquiere dimensiones de gran artista mucho más allá de sus nada desdeñables cifras de ventas. En cuanto a la selección de temas, el concierto era una de las últimas paradas de la gira "Polvo de Battiato" (Sony Music, 21) y de este su último álbum hubo varios cortes en el directo (el mencionado "Nazario" pero también la satírica "Rey Idiota", "Motel Consuelo"), pero más allá de presentaciones innecesarias, hubo más canciones de otros trabajos anteriores que de este último LP. Particular mención merecen los momentos protagonizados por "Carbura!" (todo un himno), "Escupe fuego" o "Metralleta Joe", con la que el trío se despidió por todo lo alto, dejando exhaustos, pero con hambre de más, a un público entregado que siguió vibrando en la sala hasta mucho tiempo después. Sin duda, uno de los conciertos del año, ante lo que sólo cabe terminar dando las gracias a todos los culpables.
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