El pasado martes 24 de Septiembre aterrizaba en el Centro Botín de Santander la propuesta Dust del artista alemán Robert Henke. Conocido con anterioridad por su pseudónimo Monolake, Henke es un investigador activo situado entre los campos de la ingeniería y el tratamiento sonoro.
Sorprendente para todo el mundo que no supiera con anterioridad de qué trataba el espectáculo, éste no contaba esta vez con un apartado visual. Y es que se trata de una experiencia inmersiva donde, tanto los espectadores como el artista, situado esta vez en el centro, estaban rodeados por ocho altavoces. No contento con esto, el artista de Múnich, meticuloso en su estudio del espacio y la luz como condicionante de una experiencia sonora, repartió a una sala repleta un antifaz para cubrirse los ojos.
Desde el inicio, una masa de sonido iba creciendo de forma exponencial a base de largas frecuencias de sonido que se repartían por todos los altavoces, generando una sensación tridimensional, cercana a una experiencia holofónica o binaural, cargada de intensidad.
Durante la hora larga que duró la experiencia, Henke propuso una mezcla de sonidos de origen sintético y orgánico, conjugando drones densos con pequeños crujidos sintéticos en pasajes más ambientales, que en ocasiones tornaban más melódicos y reconocibles, cercanos a la realidad. Desplazando la densidad de sonido en diferentes direcciones, el espectáculo se tornaba en algo casi performático, introduciendo al espectador en una especie de nube sonora, generando un contexto concreto, donde únicamente existía el sonido.
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