El de Cigarettes After Sex es de esos fenómenos difíciles de explicar. Antes de que lanzaran su homónimo álbum debut este verano, el grupo afincado en Brooklyn ya contaba con una gran masa de seguidores. Con tan solo un EP publicado en 2012, el número de fans del grupo fue creciendo de forma exponencial simplemente por el boca a boca y, sobretodo, gracias a las redes sociales: su tema Nothing’s Gonna Hurt You Baby acumula a día de hoy más de 60 millones de reproducciones en Youtube. Fue tal el crecimiento de popularidad, que llegaron incluso a tocar en festivales de renombre -como en la edición pasada del Primavera Sound- sin todavía un largo en el mercado. No es de extrañar por tanto que a día de hoy sean considerados como uno de los hypes de la temporada, lo que en su visita a Madrid se tradujo en entradas agotadas desde hace meses, cambio de recinto (de la sala El Sol a Copérnico) para aumentar el aforo y una larga cola media hora antes de empezar el concierto. ¿Cuál es su secreto? Anoche en Madrid nos dieron algunas pistas.
Siguiendo con ese espíritu monocromático y sombrío que caracteriza a la banda, desde la portada hasta su sonoridad, Cigarettes After Sex salieron al escenario entallados en ropajes negros. Con los cuatro integrantes ya en sus puestos, comenzó a proyectarse un melancólico vídeo en blanco y negro que nos asomaba a una nevada que parecía sacada de una película de Frank Capra. Justo cuando comenzábamos a quedarnos embobados con los copos de nieve, comenzó a sonar Sunsetz para poner el motor de la nostalgia y ensoñación en marcha. Una atmósfera que lograron mantener durante todo el concierto gracias a evocadores temas como John Wayne, Each Time You Fall In Love o Sweet. Cuando le llegó el turno a Young & Dumb, el rostro de Anna Karina apareció a espaldas del grupo. De la misma manera que la princesa de la Nouvelle Vague conseguía transmitir tantas emociones solo con la mirada, Cigarettes desde la uniformidad consigue transmitir un sentir y una emoción al alcance de muy pocos.
Parte de la culpa de este logro se encuentra en las letras, las cuales son pura pornografía emocional. Lejos de esconderse en metáforas, Greg González habla del amor sin tapujos, de forma directa y real, logrando así establecer una conexión de empatía con el público que anoche se palpaba en el sobrecogimiento con el que muchas y muchos iban asimilando canción tras canción.
Sobre el escenario, los cuatro miembros parecían distantes, como si cada uno estuviera absorto en su cometido. Esa puesta en escena que pudiera parecer en un primer momento fría, con el paso de las canciones se tornó más a una calidez e intimidad que también se reflejaba en el público: ojos cerrados, cabezas ladeadas al nostálgico ritmo de las melodías, parejas abrazadas,… Tal clima de ensoñación dream popera tan solo se veía deteriorado en ocasiones por el horrible juego de luces y la mala sonoridad de la sala, haciendo en ciertos tramos del concierto imposible distinguir la voz de González. No obstante, estos contratiempos no fueron capaces de ensombrecer los dos mejores momentos de la noche: cuando salieron a escena K y Apocalypse, las cuales, acorde con la temperatura emocional del concierto, fueron coreadas por el público casi susurrando, de una forma bella y sugerente.
Tras una hora de concierto e interpretar el álbum en su totalidad, el grupo abandonaba la escena para volver instantes después en formato dúo. González y el encargado de los teclados –y de las geniales atmósferas- Phillip Tubbs interpretaron mano a mano la preciosa Please Don´t Cry. Con la banda al completo de nuevo, ponían punto y final con la acertada Dreaming Of You.
Ya sin los músicos sobre el escenario, comenzó a sonar Voilà de Françoise Hardy (declarada fan del grupo) para despedirnos y alimentar aún más la atmósfera nostálgica, ensoñadora y, sí, mágica con la que, pese a las ocasionales dificultades técnicas, Cigarettes After Sex inundaron la sala en su primera visita a Madrid.
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