Al día siguiente en el Astin, en la noche dedicada a las versiones “hardcore”, lo más sorprendente fue la ausencia de público, algo inexplicable dada la cantidad de invitaciones -¿quizás confusión de fechas?- que repartió esta casa. Alfaro, visiblemente intoxicado, no brilló y, además, no se apartó de lo que es habitual en sus conciertos: intensidad guitarrística, dramatismo del apóstol y claves cómplices para satisfacer a los discípulos. Quizás para justificar el título del evento, en el bis se suprimió la gozosa “Magic” que se cubrió con amenazadoras versiones de Dead Kennedys y Mötorhead.
El viernes, en el concierto de formato normal, abrieron Meteosat prácticamente coincidiendo con la salida de su primer Lp “Espunk”. Algo dubitativos en su papel de teloneros ante un público no hostil, pero si indiferente, tampoco aportaron nuevos argumentos a quienes ya estamos enganchados a su revisión, cada vez más descarada, de la nueva ola madrileña, tanto que la imagen de Diana fumándose un porro durante “Metal S.A.” debe pasar ya a la historia gráfica del pop español. Después, Chucho salió a morder con unas lecturas realmente intensas de “Erección Del Alma”, “Alicia Rompecuellos” y “Cirujano Patafísico” que prometían una sesión inolvidable y convirtieron la platea del Apolo en una verdadera olla a presión. Lástima que la relajada, incluso algo gótica, “Aguacero Al Infinito” sirviera de indeseada válvula de escape en medio de un bajón que, a pesar de los intentos de “Mi Vida Con Fiebre”, “Una F-Foto Tuya” y la descarga de “Perruzo” ya no remontarían hasta el bis con la estigmática “Cerca Del Animal” que consiguió la perseguida y definitiva comunión entre el apóstol y sus acólitos. Un concierto de notable que cerró un experimento, que si bien aportó poco a nivel artístico, mostró a un artista con un repertorio realmente envidiable. Nos lo merecíamos. Se lo merecía.
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