Hace calor en el salón de la casa de Christina Rosenvinge, un salón efímero que hoy está sobre el escenario de Las Armas y en donde camina del teclado a la guitarra, de la guitarra al suelo con la elegancia de una anfitriona que sabe manejarse entre un gran número de invitados.
No por nada lleva más de 30 años de trayectoria enredados en la melena, aunque cualquiera que la tenga cerca juraría que ha hecho un pacto con el diablo. Después de la octava canción, cuando el temblor ya es remolino, Rosenvinge nos cuenta que el disco que hoy presenta, ‘Un hombre rubio’, es una elegía al padre y un intento de comprender la soledad masculina. Una elegía áspera –La raíz que tú arrancaste / No ha crecido nunca más / Nadie vino de esa tierra fría, a llorar tu funeral– de letras finas y reflexivas y destacado contenido social. Después se baja del escenario y atraviesa la tercera fila hasta que una mujer más decidida que los demás le toca el hombro y las dos bailan ‘La piedra angular’, la última canción del álbum, en el centro de un círculo espontáneo.
Como punto final Rosenvinge nos regala ‘Voy en un coche’ y el público baila como uno baila antes de despedirse.
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