El mejor trabajo del mundo
ConciertosChris Robinson

El mejor trabajo del mundo

8 / 10
Yahvé M. De La Cavada — 10-03-2018
Empresa — Kafe Antzokia
Fecha — 07 marzo, 2018
Sala — Kafe Antzokia, Bilbao
Fotografía — Music Snapper

Lo mejor de ser Chris Robinson es ser Chris Robinson. Por estúpido que esto suene, la evidencia se impone: hay que ser Chris Robinson para hacer una música que no tiene espacio en el mercado actual, una música casi anacrónica que en cualquier otro sonaría caduca, rancia, apta solo para nostálgicos y aficionados acérrimos, pero que en el caso de Robinson suena atemporal, fuera de cualquier consideración que no sea que, aparte de sus obvios antecedentes, es propia e inconfundible.

Hay que ser Chris Robinson para tocar durante horas un puñado de composiciones que no son excepcionales, ni particularmente diferentes entre sí, y hacer que todas ellas suenen exquisitas, manteniendo el interés y la complicidad de un público entregado, no por mitomanía, sino por simple conexión con lo que suena.

Hay que ser Chris Robinson para ensamblar una banda que no es una banda: es una hermandad, como su propio nombre indica. Y grabar y salir de gira con músicos que parecen una pandilla de colegas, pero que son también, cada uno de ellos, el elemento perfecto para construir un sonido genuino que suena a muchas cosas, a cosas ya oídas, de las que dejan buenos recuerdos, pero también, y por encima de todo, a Chris Robinson Brotherhood.

Hay que ser Chris Robinson para, después de sentar las bases del revival del rock sureño liderando una banda que ha trascendido el género como ninguna, montar un proyecto con un sonido tan radicalmente diferente a la alargada estela de los Black Crowes, y al mismo tiempo tener un elemento que invoca irremediablemente aquellos días: esa inconfundible voz.

Hay que ser Chris Robinson para reclutar a músicos tan fascinantes como Neal Casal, Adam MacDougal, Jeff Hill y Tony Leone, y permitirles volar libres, dejarles sonar a sí mismos sin imposiciones de líder que demanda tal o cual estilo. Casal toca de forma completamente personal, y aporta un sonido y una finura que podrían parecer en las antípodas de la tradición sureña, pero que está en sintonía con las enseñanzas de Jerry García en sus Grateful Dead, referente evidente de la Chris Robinson Brotherhood. Y MacDougal, el auténtico arma secreta del grupo, alternando teclados con Rhodes, Clavinet, Moog y Hammond para construir texturas en ocasiones poco habituales, pero que encajan a la perfección con los temas, y desgranar algunos solos fabulosos en contrapunto con la guitarra de Casal y la ocasional, aunque excelente, armónica de Robinson.

Y, en definitiva, hay que ser Chris Robinson para plantarse en un Kafe Antzokia a rebosar y tocar como si estuviese tocando en el granero de su rancho, con unas costillas asándose en la barbacoa y los colegas bebiendo cerveza, y salirse con la suya: encandilar a todo el mundo haciendo exactamente la música que le apetece, sin más concesiones que la relajación y buen rollo que envuelve todo desde el primer acorde hasta el último, facturando al mismo tiempo un concierto intachable. Sí, escuchando a la CRB en directo uno tiene claro que estos tíos tienen el mejor trabajo del mundo.

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