La cita más festiva de cada año en el Festival Santas Pascuas está enclavada en el día 25. Aparcada la selección de bandas de corte indie de otros años para esta jornada, tocaba saldar una cuenta pendiente con el colectivo que más ha dado que hablar en los últimos dos años dentro de la escena urban, que no son otros que Chill Mafia. Para ello, y de manera especial, venían acompañados de un puente con la tradición euskaldun, con la inclusión como telonero del trikitilari Joseba Tapia.
Lo que se podía comprobar en Zentral es la gran mezcla de público que congregaba esta cita. Imberbes chavales con txapela y público adulto de edades entre los 30 y los 60 se mezclaban sin problema en una escalado por edades en los que la juventud, como es norma general en estos casos, ocupaba las primeras filas.
Hacia las 19:30 salió a escena Joseba Tapia. El de Lasarte llevó adelante una propuesta que superaba el anclaje a la tradición que otorga un instrumento como la trikitixa desplegando una gran variedad de sonidos. Todo ello gracias a una bien ensamblada agrupación de vientos integrada por Ion Celestino, Ibon Irixoa y Amets Aznarez, tres coristas (Cristina Aranzadi, Leire Berasaluze y Nerea Erviti), batería(Iker Uriarte) y teclados (Txus Aranburu). El concierto tuvo aires de big brass band, montunos y verbena popular con colaboración final de Kiliki Frexxko y Flako Fonki en lo que fue el primer puente entre los dos nombres del cartel que pudo ver el público heterogéneo que se congregó en Zentral.
Chill Mafia por su parte demostraron el porque de su éxito y un mayor rodaje escénico que en anteriores comparecencias . A los ritmos más urban añadieron el descaro de combatir el discurso que consideran anquilosado de la euskal musica tirando de breakbeat, beats gordos, canción pop (“ay, que emoción” cantada por Irenen3s podría ser de Cariño), aires cumbieros, dub (coreadísima “31014”) y reggaeton de corte clásico. Las colaboración final de Joseba Tapia vestido con mono amarillo y su banda resultaron de hito intergeneracional con unos resultados que van más allá del homenaje al padre.
Lo de Chill Mafia, como pudimos ver en Zentral, no deja de ser otra cosa que un triunfo de la frescura y el boca-oreja. Con una prensa cultural local siempre tres pasos por detrás de estas apariciones con sonidos novedosos, ofrecen a su público desparpajo, macarrismo bien, cachondeo y ritmos populares a partes iguales. Al trabajado show y la conexión con un público con sus mismos parametros vivenciales pudieron añadirle desde esta cita festiva al público despierto (euskaldun y no) de fuera de su segmento de edades que ven en ellos una actualización del discurso punk del rock radical vasco pero por la vía beats y autotune. Si a esto le sumamos el gusto por la tradición y las ganas de montar jaleo, esto da como resultado un discurso ganador y en este caso intergeneracional que les hace cerrar el círculo. Lo que el trap ha unido, que no lo separen las revistas de tendencias.
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