Por lo visto, para diferenciar la simpatía popera del pop con mayúsculas hay que ser un experto. Sólo así puede entenderse una velada como la de “El Conciertazo”. Primero salieron a escena L-Kan, quienes, además de majos, son actores. En lo bueno y en lo malo. Saltan, bailan, se disfrazan, bromean con el público... Divertido, sí, pero al final se trata sólo de hacer teatro. Bastante más chicha (valga la redundancia) la de Chico y Chica. En su caso, ni los modelazos imposibles ni su peculiar humor absurdo deberían restar credibilidad a su propuesta, ni mucho menos ensombrecer sus elaboradas composiciones y su exquisita producción, que ya quisieran para si artistas mucho más populares. Detrás de las risas hay un dúo de pop perfecto, aunque su sarcasmo de doble fondo puede llevar a equívocos. Tienen buenas, incluso excelentes canciones (“Vaquero”, “Te van a matar”). Una pena pues que su público, ajeno a lo que estaba pasando sobre el escenario, prefiriera quedarse con el chascarrillo fácil y solicitara más y más gags al grito de “¡quismondos! ¡quismondos!”.
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