Aires de gran evento para la prémière mundial de “Blunt Force Trauma”, el nuevo disco de Cavalera Conspiracy. La jornada festivalera –tocaban seis grupos- empezó a la hora de la siesta. Siete personas en la cola y veinte para ver el hard rock impetuoso y electrizante de The Lizards, la propuesta menos metálica de la velada que, pese a todo, demostró merecer mucha más atencion de la que ha obtenido hasta el momento. Noiseast noquearon. Procedentes de las Baleares, su mathmetalcore llegó, vio y venció. Vortice, en su línea, descargaron su habitual tonelaje de furia, decibelios y riffs a mansalva. Sonaron mejor que otras veces y convencieron, seguro, a los periodistas internacionales de la sala. Lo mismo podríamos decir de The Eyes. Conocidos, ya, por cualquier metalhead de la ciudad que se precie, los barceloneses se entregaron al cien por cien con un show dinámico culminado por una “Wake Up Steel” que hace esperar su nuevo disco aún con mayor interés. El renovado trío vasco Berri Txarrak salió ya ante una sala casi repleta y pronto adecuó su repertorio al tono la noche con una “Hil nintzen eguna” brutal. Los de Gorka Urbizu repartieron gritos guturales sin renunciar a sus marcadas melodias y en temas como “Libre” invocaron a los mejores System Of A Down para terminar con el bajista volando sobre el público. Y así llegamos al esperado clímax de la noche, ya con la prensa europea entre el público. Quienes habían visto a los Cavalera en acción aseguraban que su sonido en directo dejaba mucho que desear, por decirlo de forma educada. Los primeros temas lo desmintieron temporalmente. Atronadoras pero definidas, la inicial “Warlord” y los dos rápidos tiempos que la siguieron marcaron un arranque que hizo honor al título de su nuevo disco, destacando por sus ritmos vertiginosos, su simplicidad estructural –nada malo- y por una brutalidad desatada. Las nuevas piezas que más gustaron: “Rasputin” y “Blunt Force Trauma”, monstruosas; “Killing Inside”, filmada in situ para su próximo videoclip, no pareció, por el contrario, de las más inspiradas. A estas alturas el sonido ya hacía aguas, especialmente las guitarras. Marc Rizzo se esforzó, pero su instrumento sonaba lejano y apagado. Todo lo contrario que la sección rítmica, capitaneada por un Igor Cavalera pletórico. No podemos decir lo mismo de Max, quien retiene su poder vocal, pero se muestra lento de movimientos y apenas rasga su mástil de cuatro cuerdas. Aún así, la segunda parte del set, mezcla de temas de Sepultura y de “Inflikted”, propició arremolinados y generosos mosh pit (“Refuse/Resist”, “Sanctuary”), incluso desató la locura momentánea (“Troops Of Doom”, la final “Roots, Bloody Roots”), pero los temas sonaron vacíos, carentes de emoción. Celebramos la reunión de los hermanos Cavalera –verlos abrazados y sonrientes, además en esta sala, fue ciertamente entrañable-; su nuevo disco promete; pero definitivamente, el directo sigue siendo su asignatura pendiente.
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