Catarsis metalera
ConciertosMeshuggah

Catarsis metalera

8 / 10
David Sabaté — 28-03-2024
Empresa — Resurrection Fest
Fecha — 25 marzo, 2024
Sala — Razzmatazz 1, Barcelona
Fotografía — Eduard Tuset

Cita ineludible marcada en rojo en el calendario de centenares de metalheads, la de Razzmatazz fue la enésima constatación de que Meshuggah son una de las bandas más importantes del metal extremo de las últimas décadas. Cierta vibración de liturgia, a ratos de festival, se impuso en una sala rebosante. Ni la lluvia ni el reloj, que apenas marcaba las seis y media de la tarde, impidieron que fuéramos ya unos cuantos los que asistimos con devoción a la descarga del dúo alemán de sludge metal Mantar, para algunos incluso el auténtico reclamo de la jornada. Encarados entre sí, el cantante Hanno Klänhardt y el batería Erinç Sakarya intercambiaron afrentas verbales, guitarrazos y redobles en un combate cuerpo a cuerpo impregnado de bilis y sudor. Presentaban su último “Pain Is Forever and This Is the End” y, sin duda, le pusieron ganas y punch, como demostraron las recientes “Egoisto” y “Hang ‘Em Low (So the Rats Can Get ‘Em)” o la más lejana “Era Borealis”.

Les sucedieron los suecos The Halo Effect, formados durante la pandemia por ex miembros de In Flames para recuperar, en sus propias palabras, el sonido de la escena de Gotemburgo de principios de los noventa. Y quizás precisamente ahí radica su problema. Por mucha estima que le tengamos a Mikael Stanne, líder también de Dark Tranquility, su propuesta, bien ejecutada, eso sí, despertó cierta sensación de inercia: un death melódico competente pero sin garra ni personalidad.

Muy distinto fue lo de sus compatriotas Meshuggah. Si las palabras son importantes, el adjetivo catártico debería reservarse a experiencias en directo como la suya. Los de Umeå juegan en otra liga: no han variado demasiado en cuanto a estilo, pero poseen un sonido tan personal e intransferible que ha devenido atemporal. En la repetición radica, además, una de las claves de su poder: una reiteración no sólo palpable a lo largo del tiempo, asentando disco tras disco una voz propia como pioneros del djent, sino en la estructura de sus composiciones. Diseñadas con la precisión de los ingenieros alienígenas del universo “Alien”, cuya imaginería de horror sci-fi impregna la cosmogonía de la banda, sus canciones, por llamarlas de algún modo, se asientan en el bucle, en patrones machacones e infinitos que incitan al trance. Un efecto espiral retroalimentado por sus monumentales riffs, fríos y calculados pero abrasivos al mismo tiempo, despachados con precisión aritmética por Frederik Thordendal y Mårten Hagström. El mantra se impuso ya desde la inicial “Broken Cog”, sonda espacial hacia lo desconocido que afianzó el rumbo con “Rational Gaze” y “Perpetual Black Second”. Con la pista convertida en un amasijo de cuerpos y un imponente Jens Kidman comandando la nave, prosiguieron con el díptico “In Death - Is Life” e “In Death - Is Death” para finalizar con una tensa y veloz “Future Breed Machine” y unas torrenciales “Bleed” y “Demiurge” que nos dejaron sin aliento y flotando en la ingravidez. Un punto y seguido en su exploración del vacío cósmico que promete nuevos y estimulantes capítulos.

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