Año tras año el Eurosonic de Groningen (Holanda) se ha convertido en un referente para la industria musical europea, sobre todo para todos aquellos países, programadores y managers que desean descubrir nuevos talentos que pueden dar mucho que hablar en el futuro, y que utilizan este evento como pistoletazo de salida de unas carreras que solo el destino sabe qué sentido adoptarán.
En el fondo esta feria no se diferencia mucho, en cuanto al objetivo, de otras como el Mercat de Música Viva de Vic o el Monkey Week sevillano. Sin embargo, la gran cantidad de profesionales acreditados venidos de toda Europa y el buen número de salas que se encuentran ubicadas muy cerca las unas de las otras, confieren a este encuentro de un atractivo al que cabe añadir que Groningen es una ciudad universitaria con un ambiente joven y desenfadado, y que los precios no resultan desorbitados sobre todo para alguien que viene de Barcelona. Tan solo hay que ponerle la pega de un tiempo con una tendencia natural hacia la lluvia, la humedad y el frío que en realidad solo parece importarle a los que venimos de otras latitudes menos septentrionales.
Precisamente una de las representaciones que lleva ya unos años asistiendo al Eurosonic es la capitaneada por el ICEC (Instituto Catalán de Empresas Culturales) que, bajo el paraguas de su marca internacional “Catalan Arts”, este año había seleccionado un total de cuatro bandas para presentar en el festival. Artistas tan variados que han ido del indie-folk de Odina a la psicodelia de The Zephyr Bones (foto superior), la elegante electrónica de Museless o el trap electrónico y desenfadado de Mueveloreina. Un póker ganador que ha tenido oportunidades diferentes a la hora de asomar la cabecita en la inabarcable oferta musical, de cada una de las cuatro noches de la que consta el festival holandés. De hecho, la primera en abrir fuego el pasado miércoles fue la joven Odina, que me sorprendió por su seguridad pasmosa a la hora de hacerse dueña de un pequeño auditorio, en el que unas cien personas disfrutaron con su delicado indie-folk del que sobre sale un timbre de voz agudo y firme, que por momentos recuerda al de Julia Holter o incluso a los primeros pasos ya lejanos de Russian Red. Un pase que dejó vislumbrar las posibilidades que esta cantante catalana afincada entre París y Londres tiene de cara a un futuro prometedor y máxime si decide revestir a sus canciones con la solidez del formato banda.
A Museless también le tocó abrir ronda de conciertos pero del jueves 18 de enero. Y a punto estuvieron de no llegar a tiempo debido al temporal que dejó sin actividad ferroviaria a buena parte del país. Su actuación fue en una pequeña sala, anexa de otra mayor, ante una cincuentena de espectadores que aplaudieron de forma educada la exquisitez electrónica de la propuesta de Laura Llopart, arropada por las proyecciones de su inseparable Enric Sant. Aunque ya fuera por lo temprano de la hora, o por la no presencia de un mayor número de personas, su pase no logró alcanzar las cotas de emoción a las que está destinado, aunque tampoco ayudó demasiado que la voz de Laura quedara excesivamente sepultada. Sin duda la catalana habría lucido mucho más a una hora más adecuada para disfrutar de las envolventes atmósferas sintéticas de su electrónica.
Ya el viernes le tocaba el turno a The Zephyr Bones y Mueveloreina, pero el capricho de los programadores quiso que ambos pases coincidieran en el tiempo y en salas distintas, por lo que tocaba realizar una difícil elección. Finalmente fueron los primeros los que acapararon toda nuestra atención, no en vano y al igual que Museless, son grupos que han pasado por nuestras fiestas demoscópicas catalanas, en las que ya augurábamos el potencial futuro que puede alcanzar su propuesta. Y lo cierto es que los chileno-catalanes salieron a por todas a base de volumen, pedalera y distorsión, dotando a su megalítico dream-pop psicodélico de una dimensión rocosa a costa de sacrificar detalles. Erigieron un muro de notas que no paraba de soltar certeros ganchos guitarreros aupados por una tremenda base rítmica y un bajo juguetón que dota de mucha personalidad a su música. Así, fueron unas doscientas personas las que pudieron disfrutar de una actuación que destacó por su solidez y las ganas de agradar. Ahora solo toca que alguno de los programadores europeos que habían prometido su presencia a los responsables de La Catanya, se personaran en el bar en el que tuvo lugar la actuación y quedaran atrapados por semejante despliegue de sonido y buen gusto.
En lo que respecta al resto del festival cabe destacar que más allá de los representantes de la escena catalana, hubo más artistas venidos de nuestro país, en concreto de Mallorca. Por un lado los ya veteranos L.A. y los siempre sorprendentes Zulu Zulu. Los primeros hicieron un paréntesis de su gira europea que los ha llevado por Suiza, Alemania e Inglaterra, para tocar en el mismo bar en el que al día siguiente descargarían The Zephyr Bones, aunque con resultados distintos. Si los chilenos andan ávidos de que sucedan cosas que los proyecten hacia el futuro, los de Luis Alberto Segura conocen de cerca la gran cantidad de piedra que hay que picar para lograr entrar en el circuito europeo de festivales y la del Eurosonic no era más que un mero trámite que solventaron con profesionalidad y echando mano de sus canciones con mayor vocación de clásico. Nada nuevo para todos aquellos que ya los hayan disfrutado en directo. Por su parte Zulu Zulu salieron al escenario sabedores de que su propuesta puede levantar mucho interés en Europa. Su bacanal de ritmos étnicos, a los que cabe sumar una puesta certera puesta en escena con sus vestidos y máscaras, son vistos con cierto exotismo y desata adhesiones y baile. Habrá que ver qué puede surgir en el futuro, pues ese es el principal objetivo de una visita en la que las bandas se han de sufragar buena parte de los gastos si no cuentan con cierto respaldo institucional que los avale.
En lo que respecta al resto de actuaciones internacionales cabe decir que hubo un poco de todo como resulta lógico en un festival de jóvenes valores como este. Sorpresas muy agradables como la de los raperos alemanes Ace Tee & Kwam E. que desplegaron una actuación aguerrida oscura e intensa, más próxima al rap hardcore old-school que al r'n'b, con unas bases muy crudas que hicieron que la temperatura del local se elevara unos cuantos grados. Otro que también supo jugar muy bien sus cartas sobre el escenario del Grand Theatre de Groningen, fue un jovencísimo hasta el insulto Isac Eliot. Pasmados nos quedamos ante el desparpajo de este joven finlandés de diecisiete años, que salió muy bien arropado por una banda tan precisa como solvente, más un par de coristas que le venían como anillo al dedo a su pop discotequero del que sobresalieron temas ganadores como la trepidante y envolvente “She”; el que es su mayor hit hasta la fecha “Beast” o baladas con vocación comercial como “What About Me”.
En ese mismo apartado de artistas a tener en cuenta cabe destacar la intensa actuación de los franceses Tshegue, basada en dotar a los ritmos tribales del África subsahariana de una estructura rock sobre la que destaca una intensa vocalista que no tiene ningún reparo en bajar a la platea micro en mano para acabar de animar a la audiencia a mover las caderas y convertir su actuación en toda una fiesta. Todo lo contrario a una celebración es lo que pretende la propuesta de School Of X. Lo suyo se basa en crear atmósferas envolventes y en mezclar sin complejos todo lo que se ponga a tiro. Por momentos rayan el post-rock, para luego entrar en una ensoñación dream-pop dando pie a una ensalada en la que cabe hasta un saxo y que logra despertar el interés por su art-pop apuntalado por las percusiones y los pre-grabados.
Si nos adentramos en el terreno del pop-rock chillón de tintes comerciales, dejó huella la actuación de Alice Merton, que pese a ser ya conocida en países como Alemania, Suiza o Francia, gracias a temas tan rotundos como “Hit The Ground Running” o “No Roots”, todavía no ha pegado el gran salto. El mismo que anhelan Pale Waves, formación de pop-rock pizpireto y rotundo venida de Manchester y que me hicieron rememorar la época en la que Cindy Lauper reinaba en la MTV. No son nada del otro jueves, pero dan el pego. Lo mismo me sucedió con Kytes, formación de dance-rock en la línea de Two Door Cinema Club o Foals, pero sin los hits de estos. Hay que ser más que correcto para destacar en el Eurosonic. Claro que si tu propuesta musical no está a la altura, lo mejor es darle al maquillaje y a los ropajes extravagantes. Algo así debieron pensar HMLTD a la hora de plantear unos shows que parecen una mezcla entre Ian Dury y los New York Dolls, pero sin gracia. Otros que también tiran de vestuario para impactar, además de proyecciones y un evidente poso friky que tira de espaldas, son Superorganism. Están llamados a ser la nueva sensación que está por llegar desde la Islas Británicas y... qué queréis que os diga, a la tercera canción ya estaba pensando en desplazarme a otro escenario. Les quitas la purpurina, las gabardinas de colores, las panderetas y campanillas y te queda un art-pop raruno que tan pronto recuerda a Flaming Lips como a Los Campesinos. A mi me da que se les nota mucho las costuras y que la propuesta es tan intencionada que no me acabo resultando del todo creíble. Otro que parece que ya está dando la campanada es Jacob Banks y su elegante y poderoso soul-pop que por momentos puede recodar a Michael Kiwanuka. La expectación era tan grande que fue imposible acceder al interior de la sala donde tocaba. Cosas que pasan en un festival en el que las salas y la ciudad son los auténticos protagonistas.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.