Noche de exhibiciones en Montjuïc la del pasado domingo 26 de enero. A la misma hora que el Barça le endosaba siete goles al Valencia, Carolina Durante nos dejaban sin aliento a base de potentes guitarrazos e himnos certeros ampliamente coreados por un abarrotado, a la par que entusiasmado, Sant Jordi Club. Una comunión total entre público y grupo que ejemplifica a las claras lo mucho y hondo que han calado las canciones de los madrileños, que ya forman parte del imaginario juvenil del primer cuarto del siglo XXI. Casi nada. Y es que hay pocos como ellos a la hora de conectar con las filias, fobias y deseos de ese abismo que se abre cuando se acerca uno a la treintena, sin que las cosas parezcan haberse definido. Si es que esa circunstancia llega a suceder algún día. Aunque eso es algo que a esa edad se intuye, pero no se procesa. Algo parecido sucede con la metáfora de la oficina que construyen sobre el escenario de la misma forma que 1975 hicieron con la recreación de una casa sobre las tablas. Los Carolina nos muestran ese lugar donde rendimos al servicio de otros y que actúa a la vez como cárcel del deseo y fuente de ingresos para sobrevivir. Una realidad cabrona que nos golpea y nos dice que va a ser así para siempre. Una realidad de la que se puede escapar a base de café y las canciones de Juanita.
Los cuatro Carolina Durante, más dos músicos de soporte, llegaron en ascensor a su peculiar puesto de trabajo dispuestos a darlo todo desde el primer minuto. Es engarzar “Joderse la vida”, “Aaaaaa#$!&” con “Misil” y meterse a la audiencia en el bolsillo. Y máxime cuando el público catalán entona con deleite esa última estrofa final: “Y ahora que te has vuelto a Barcelona, Qué aburrida mi vida ahora”. Un, dos, tres, cuatro y a seguir sin apenas descanso. Aunque no todo cuadra a la perfección en su set. Me refiero al innecesario aderezo de un cuarteto de cuerdas y una trompeta en un pequeño tramo de su show, que no aportaron gran cosa a su muralla de sonido y que provoca que recuerde que, hace tan solo unas semanas y en este mismo escenario, una jugada similar cuadró definitivamente mejor a la épica roquista de Arde Bogotá. Cuestión de escuelas y de ADN. Pero anécdotas a parte, poco se le puede reprochar a un concierto que encadena sin aliento temas como “Dios Plan”, “San Juan” o “Verdes, Césped” para certificar lo que resultaba evidente para la redacción de Mondo Sonoro: que su último trabajo “Elige tu propia aventura” es el mejor disco a escala nacional de 2024.
Y así, entre pogos repletos de euforia juvenil y -pese a los precios- alguna cerveza voladora, llegamos a la recta final del concierto con la aparición de Barry B para cantar junto a Diego esa maravilla del primero titulada “Yo pensaba que ma había tocado Dios” que los Carolina han adaptado a su ruidismo alternativo. Después le tocaba el turno a otra irreconocible versión, esta vez de Marcelo Criminal, que ya han hecho totalmente suya y tras la que casi resultaba obligado finalizar con dos de la mejores canciones de su último trabajo: “Hamburguesas” y una “Normal” en la que, aunque anhelada, no aparece Rosalía por la puerta del ascensor. Y, con el inevitable broche de “Las canciones de Juanita”, cerraron de la misma forma que lo había hecho la noche anterior en el mismo lugar que lució igual de abarrotado. Y es que llenar dos Sant Jordis en su formato Club es la mejor muestra de que el camino de Carolina Durante prosigue su imparable ascenso y no parece que haya tocado techo todavía.
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