Primera gira internacional de metal extremo del año y una gran entrada en la sala Razzmatazz para ver a los británicos Carcass, toda una institución del death metal que, visto lo visto, mantiene intacta, y de forma más que justificada, su reputación y poder de convocatoria. El cartel de sold out colgado en el primer emplazamiento previsto para la noche motivó el cambio de la segunda sala del club a su recinto principal, que aún lucía a media asta para recibir a los finlandeses Rotten Sound. Estos venían a presentar su último disco “Apocalypse”, aunque tampoco olvidaron su álbum más clásico, “Murderworks”, en una descarga de grindcore puro y duro que creemos que no se veía en la ciudad desde su última visita junto a Exhumed hace más de una década. Con su cantante G moviéndose entre sombras y ataviado con un chaleco parcheado con el “Symphonies of Sickness” de los propios Carcass, la banda encadenó temas hasta la extenuación. “Slay”, “Targets” y “Blind” sonaron atronadoras y ejercieron de aperitivo perfecto para el resto del menú.
Ver a los renacidos Brujería en este arranque de 2025 suponía toda una incógnita, sobre todo desde la muerte de Juan Brujo. Quien más quien menos se preguntaba qué tal lo harían ahora en directo y con Sangrón al micrófono creemos que hicieron justicia al legado de la banda. No nos pasaron desapercibidas las ganas de tocar y la aparente alegría por poder hacerlo que transmitía a las baquetas el propio hijo del malogrado cantante. El único pero es que quizás su directo mejoraría enteros con un segundo guitarrista acompañando a Criminal. Aún así, protagonizaron un buen concierto y, sin duda, corear himnos como “Colas de rata” o “Matando güeros” continúa siendo “la chida”.
Brujería
Lo de Carcass fue otra cosa. El cuarteto de Liverpool es desde hace tiempo un clásico de aquellos que no necesita material nuevo para salir a la carretera. Con un último trabajo a la altura de su legado, “Torn Arteries”, publicado en 2021, el cuarteto no requiere nada más ni nada menos. Abrieron con “Buried Dreams”, apertura también del que sigue siendo, probablemente, su disco más popular, “Heartwork”, el que encarnó mejor, además, la transición del goregrind de sus inicios al death metal melódico de su etapa de los primeros noventa. De este disco rescataron también las celebradas “No Love Lost” o la final “Heartwork”, un tema de temas que resume con bastante fidelidad los distintos registros del grupo. En la hora y escasos minutos previos convivieron sin estridencias piezas lejanas (“Genital Grinder”, “Incarnated Solvent Abuse”) y recientes (“Dance of Ixtab”), así como algunas gemas perdidas extraídas de “Swansong”, su contribución al death ‘n’ roll, discutido en su momento por los más puristas pero que ha envejecido mejor de lo esperado, como certificaron “Keep On Rotting in the Free World”, “Tomorrow Belongs to Nobody” y “Black Star”. Un buen aderezo servido con mano maestra por sir Jeff Walker y su bajo apuntando al techo, y un Bill Steer (ex-Napalm death y Angel Witch) que sigue haciendo magia a las seis cuerdas. Una banda cabal que se reivindica sola.
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