Al final, el rock, era esto: Bowie, Lou Reed e Iggy Pop. Y según Cápsula, sobre todo el primero. Así lo llevan pregonando desde que versionearan por vez primera el totémico disco de Bowie, convertido esta ocasión en la fiesta de la noche vieja bilbaína y llenando, para sorpresa del rockerío local, la sala más importante del botxo. Esta vez, a diferencia de otros pases, no hubo temas propios, sino un compendio de covers, de esos que están incrustados en el imaginario colectivo y facilitan la exaltación individual en las noches de excesos.
Entre la proclama de Ziggy Stardust, anunciándonos a los terrícolas lo que queda para el final del mundo (“Five Years”) hasta que el propio extraterrestre queda fagocitado por su éxito (“Rock And Roll Suicide”), el esta vez quinteto argentino (se acompañaron de unos teclados y de la guitarra de Gaizka Insunza, de Audience, con la colaboración esporádica de David de Sonic Trash y Felipe Sobrado, ex Pornosaurio) amplió el repertorio Bowie (“Rebel Rebel”, “Life On Mars?”, “The Jean Genie”), para orbitar alrededor del mismo lustro, guiñando un ojo a la Velvet (con un “Run Run Run” en forma de mantra, espectacular, de lo mejor del show, y un “White Light/ White Heat” colectivo y visceral que cerró el concierto) y otro a Stooges (acelerando “Gimme Danger” y clavando “I Need Somebody”), para lanzarnos el subliminal mensaje del principio de estas líneas: que el rock se circunscribe a unos años y que no hay Dios ni nuevas tendencias que los entierren, sobre todo mientras Cápsula sigan soñando. Y nosotros con ellos.
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