Hace unos meses hablábamos con Crack del 29, aprovechando la publicación de "El Perfecte Imperfecte" (autoeditado, 19), sobre el concepto de escena y el estado de salud del underground catalán. Su posición era clara: no se puede confundir el éxito de una banda con el éxito de la escena, especialmente si ese éxito va de la mano de dinámicas ajenas al marco del underground. Y no está de más que alguien nos lo recuerde de tanto en tanto, dada la facilidad que tenemos los periodistas para utilizar "escena" como una abstracción que opera a nivel simbólico y no como un tejido real y tangible.
Tirando del hilo, no podemos confundir el éxito de un festival con el éxito de una escena. Me explico: podemos estar de acuerdo en que el éxito del Resurrection Fest no es igual al éxito de la escena hardcore gallega. Pero en todo hay excepciones; casos y casos. Y sí podemos decir que el éxito del Can't Keep Us Down es un éxito de la escena. Lo es por la manera que funciona y la manera en que establece lazos reales y tangibles, ejerciendo de punto de encuentro para la comunidad hardcore en general y la straight edge en particular en una ciudad que tiende a ahogar cualquier iniciativa que no pueda mercantilizar.
Un encuentro que se materializa, además, en un espacio público de gestión comunitaria, el Ateneu Popular de 9Barris, con precios populares, comida vegana y espacio para colectivos como Salva 1 Huella y Hardcore Hits Cancer. Está, en buena medida, más cerca de proyectos como el Say It Loud que de otros festivales de punk rock del área catalana. Todo ello sin renunciar a una programación que integra bandas de referencia del circuito barcelonés, catalán, estatal y, en los últimos años, también norteamericano. Y no necesariamente otorgando más importancia a unos que otros.
Viernes 31
En el Can’t Keep Us Down, en general, aprendes cosas. Una de ellas, que todas esas veces en que un festival de punk justifica un all men en el cartel porque no encuentra bandas con mujeres es una excusa de mierda. Más aún si la excusa es que no encuentra buenas bandas con mujeres: Waste y Accidente dieron dos de los mejores conciertos del festival, que abría el viernes con otra banda liderada por una mujer, Minima. Como de costumbre, dieron un bolo redondo de hardcore punk afilado y abrasivo, de raíz ochentera, que pone la voz en primer plano, en contraste con otros grupos de su cuerda que la entierran en la mezcla. La razón, en parte, es que tienen mejores canciones que muchos otros grupos de su cuerda. Las pruebas están en “Minima” (Static Shock Records, 19). Misma historia con Disaster Jacks, con Angi como cantante, una banda que crece en las distancias cortas: en directo ganan enteros y sacan un nervio imposible de replicar en estudio. En disco siempre han sonado bien, correctos, en sintonía con el libro de estilo del punk rock noventero, pero está claro que es en el escenario donde pueden jugar sus mejores cartas.
Era el turno, poco después, de un grupo del que hemos hablado bastante en esta revista: Serpent volvían al Can’t Keep Us Down (ya habían estado el año pasado con la demo recién publicada) para presentar “Lluna roja” (varios sellos, 19), un debut que cerraba 2019 en lo alto de nuestra lista de mejores discos de hardcore/punk. Y la doble visita quedó plenamente justificada, dada la evolución que se pudo ver entre el concierto del año pasado y el de este fin de semana. Esta vez dejaron que las canciones hablasen por sí solas, que las secciones contundentes ganaran peso y los matices quedaran en un segundo plano. Y aunque da la sensación de que la puesta en escena tiene aún margen de crecimiento, de que el rodaje va a llevarles a otro plano como grupo, hay picos de intensidad altísimos que les sitúan como una realidad tangible, y no ya una promesa, dentro del post-hardcore estatal.
Otra de las señas del Can’t Keep Us Down: el hardcore manda, pero hay hueco para otras cosas. Y así pasamos de Serpent a Hell Division y de ahí a Bullitt. Hell Division marcaron un punto y aparte en la primera jornada con un hardcore rocoso y profundo, de voz cavernosa alimentada con reverb y aires d-beat, sumándose a la lista de los que ganan y arrollan en directo. Bullitt, por su parte, ejercieron de contraste con un concierto emocionalmente intenso pero contenido, dando espacio a todas sus caras: la más pop, la más clásica, la más emo; todas formando parte de una misma forma -amplia y honesta- de entender el punk rock. No encontraron sintonía total con el público, quizás por estar en un sandwich con dos de las bandas de hardcore más contundentes de la noche, pero fue un soplo de aire fresco y una nota de color en el día que, a la postre, se agredecería.
Si Hell Division marcaban un punto y aparte, Waste marcaban el clímax. Los suecos, con Rea Rage al frente, pillaron el punto ideal de la noche: una de esas bandas que sabe lo que hace -hardcore metalizado, concretamente- y sabe cómo hacerlo: como una hostia en la cara, concretamente. Era la hora, era lo que pedía el cuerpo, su último EP es lo mejor que han hecho y en concierto saben combinar potencia y dinámicas de forma magistral. Creo, siendo honesto, que ni siquiera el bolo de factura clásica de Mainstrike pudo hacerles sombra. La banda holandesa tiene a su favor, eso sí, que cuenta con un repertorio de referencia dentro del straight edge de los noventa y que se mantienen en plena forma, muy lejos de ser un ejercicio de nostalgia. Fue de los conciertos más esperados y disfrutados de todo el festival, y no es de extrañar.
Cerraban la noche Candy, una de las bandas más interesantes de la nueva generación de hardcore del sur de EEUU, y responsables con “Good To Feel” (Triple B, 18), para el que firma, de uno de los mejores discos del género de los últimos años. Y si bien es cierto que en directo mantienen toda la potencia que muestran en él, que no es poca, da la sensación de que abarcan algo más de lo que -por ahora- pueden apretar. Son capaces de romperte cada veinte segundos, de ser impredecibles y de integrar mil influencias sin perder personalidad, pero el concierto deja una sensación agridulce, precisamente, porque dejan escapar demasiado rápido los momentos álgidos. Con todo, una muestra de uno de los posibles caminos que seguirá el hardcore en los próximos años.
Sábado 1
Tal y como decíamos, el Can't Keep Us Down es un festival de y para la escena. Y solo a través del relevo generacional se puede mantener viva una escena. Es el papel que juegan Kid Tunero, que abrían el sábado presentando su primera referencia, "Emancipar-se" (autoeditado, 19). En directo ganan en pegada y en contundencia -hay momentos en los que están a años luz del disco en ese sentido- y sobresalen especialmente en los momentos más emocionales, en pequeños himnos como "Barcelona" y "La Primera Canço". Puede que falte aún rodaje, pero la materia prima está ahí. En bruto.
También comentábamos, párrafos atrás, que aunque el hardcore es el centro gravitatorio hay hueco para otras cosas. UDOL fueron los encargados de añadir el doom y el sludge a la lista de estilos del festival, con un concierto de esos en los que asomas la cabeza para ver dónde están los miembros de la banda que no llegas a ver. Pero no: son solo dos, Adrià Boluda y Joan Roquerias, que explotan la química y la compenetración, dosifican los momentos de épica, consiguiendo la dinámica necesaria para dar sentido y continuidad a los bucles hipnóticos y pesados que crean; y añaden un punto freak que aporta cercanía y ligereza a una propuesta que en manos de otros se pasaría de trascendental. Acabaron con una pequeña (y merecida) ovación.
Tras ellos vendría uno de los conciertos más esperados de la edición, el de los canadienses Change. Había, principalmente, dos razones: una, que era prácticamente su estreno, ya que solo habían actuado una vez antes y apenas cuentan con dos temas publicados, entre ellos un trallazo llamado "Reason". La segunda, que no son unos debutantes cualquiera, sino que sus miembros vienen de bandas como The First Step, Betrayed, Champion, Go It Alone, Keep It Clear, Odd Man Out y Blue Monday. Y en directo dan lo que prometen: straigth edge clásico, en la línea de los grupos que lo definieron en los ochenta (de Youth Of Today a Uniform Choice pasando por Verbal Assault), atacado con solidez y energía. Ni trampa ni cartón: no inventan nada, pero si es lo tuyo es un regalo caído del cielo.
La expectativa de cara a la actuación de los noruegos Weight era bastante similar: un nuevo grupo formado por miembros de bandas como Shipwrecked, Common Cause y Damage Control que llegaba con su primer EP recién salido del horno. En su caso se centran en el hardcore neoyorquino de la segunda mitad de los 80, y aunque caen en el ejercicio de estilo -perfectamente ejecutado, eso sí- destacan gracias a un frontman de lujo que se echa el concierto a la espalda.
Y por fin llegaba el turno de Accidente. Hablar de grupo de culto suena un poco pretencioso para una banda que ha demostrado ser humilde en cada paso que ha dado, pero es una manera rápida de describir la posición que ocupan dentro del punk estatal. Y de hecho parecen pequeños, casi tímidos, cuando salen a escena entre tanto despliegue de contundencia y hardcore. La misma Blanca deja constancia de ello a mitad de concierto, con una frase que podría servirles como lema: "no sé cómo va a salir porque somos un poco desastre, pero siempre desde el corazón, que es lo que importa". Pero tienen un cancionero tan enorme que habla por sí solo, tanto que no pudieron evitar deja fuera dejar fuera temas verdaderamente brillantes, y pocos pueden entrelazar nervio y emoción de la manera en que lo hicieron en canciones como "Rejas de color", "Las victorias más bellas" o una coreadísima "Pulso". Solo se les puede poner una pega: que nos tengan aún mordiéndonos las uñas esperando el nuevo disco.
La vuelta al hardcore y la contundencia, a su vertiente más agresiva, de hecho, vino a cargo de los alemanes Spirit Crusher, que repetían en el festival -fueron de lo mejor del CKUD de 2018- para presentar su primer LP, "Whispers Against the Roar of the World" (The Essence, 19). Demostraron un dominio sin fisuras, al igual que Weight, del hardcore neoyorquino, aunque en su caso más de la vertiente noventera, y lo cierto es que el festival dio en el clavo cuando los definió como "la mejor reencarnación del 'Best Wishes' de Cro-Mags".
Al igual que Accidente, las canciones fueron la mejor baza de La Inquisición, que puede que tengan pocos temas pero dejaron claro que no tienen ni uno malo. Entraron y salieron como héroes del Can't Keep Us Down, y más que canciones, "Rosa de Mort" y "Octubre" fueron himnos preñados de rabia. Y además de buenos son valientes: reivindicaron por igual a Eskorbuto y a MCD que a Dorian, y acertaron: la versión de "Verte Amanecer" fue seria candidata a lo más coreado del festival.
El cierre del festival fue, sencillamente, un sueño cumplido para los que crecimos con "Ill Blood" (Bridge Nine Records, 02) y quemamos vídeos de hate5six como si no hubiera mañana. No Warning no necesitaron esforzarse demasiado para firmar un bolo memorable, con un acercamiento personal y brillante al hardcore neoyorquino, que despejó cualquier duda acerca de su estado de forma actual y de su papel como principal reclamo del festival. Fue, también, la confirmación de que el listón del Can't Keep Us Down no deja de subir, año tras año. Y de que lo hace sin perder de vista donde están sus raíces. Siempre desde el corazón, que dirían Accidente. Y mientras siga siendo así, el éxito no será solo suyo.
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