Milagro de diversión
Conciertos / Canela Party

Milagro de diversión

9 / 10
David Pérez Marín — 02-09-2024
Fecha — 24 agosto, 2024
Fotografía — David Pérez Marín

Canela Party rules. Y es que, las cosas que se fundamentan en el cariño y la empatía (con el público y las bandas en el centro), se hacen grandes y queridas tan rápido que, cuando te vas a dar cuenta, estás celebrando la 16ª edición (tercera en este cómodo y cada vez más familiar espacio de Torremolinos) de uno de los festivales más genuinos y diferentes del panorama nacional. Ese sueño de un grupo de amigos en montar una movida gordísima y traer a sus bandas favoritas, sí, suena a película/documental… ahí lo dejo.

Nada puede fallar cuando reina el buen rollo, se cuida hasta el último detalle y la única lluvia asegurada es de mil colores (el confeti se inventó aquí), con dos escenarios únicos, “Fistro” y “Jarl”, más un lema que sobresale en el merchan de este año y ya nos dibujan una sonrisa colectiva al cruzar la entrada del recinto, “Make Canela Great Again”. Un Canela cada vez más intergeneracional y con público (22.000 personas repartidas en cuatro días) venido de todo el territorio, conviviendo en puro disfrute y armonía. Pues sí, Yes, We Can! Nubarrones fuera y que comience el huracán de guitarras y la fiesta.

Miércoles 21 de agosto

Los termómetros aprietan y las primeras bandas sudan de lo lindo y se funden con el público tempranero más valiente, que comienza a colorear este Canela Party 2024, con muchas familias, niñas y niños disfrutando a lo largo de esta jornada inaugural gratuita, con castillos flotantes y actividades para los más pequeños. Así, todo comienza a vibrar y las preocupaciones se pierden en el Triángulo de las Bermudas que conforman Amigas Íntimas, La Culpa y Monteperdido, tromba punk/post punk y afilados y corrosivo power pop que invita a arder y primeros pogos sanadores.

Abre la 16ª edición del festival el super trío Amigas Íntimas, formado por Álvaro García (Biznaga), Adriana Moscoso (Texxcoco) y Súper Carmen (Tiburona) en el escenario Jarl, con tan sólo un EP bajo el brazo y combustión instantánea en cada uno de los zarpazos sin pausa que nos conectan: de la pegadiza “Enemigos” o “La Culpa”, a la rabiosa “Amores perros”, hasta llegar al chupinazo final con “Verano muerto”, joya de la corona que cantamos bajo la primera lluvia de confeti. Los estribillos pop siguen su rumbo en el escenario Fistro con los valencianos La Culpa, extra de post punk en cada embestida y cierre a quemarropa con la ganadora “Mágico trágico” y la flamante “Puñales”.

La tarde cae y Monteperdido pisan las tablas a corazón abierto, con Bego a la cabeza, anunciando que será esta la última vez, que la banda se disuelve, pero están felices de que sea en el Canela Party el último baile. Y eso hacemos, bailar, saltar y corear la enérgica y resplandeciente descarga pop-noise que nos regalan, haciendo especial parada en su último y notabilísimo “Daño físico” (23), del que gozamos: “Año 2k”, “Nunca nunca” y la triada explosiva que invita al pogo infinito en la recta final, “No estoy bien”, “Vas a petar” y “RIP”. Una batería de himnos que nos explotan en la cara sin tiempo a reaccionar, con la banda al completo quemando las naves, entrelazando melodías adictivas, guitarras afiladas y un sin fin de estribillos cargados de quereres que parecieron apagarse y siguen ardiendo muy adentro, como en la frenética “Tu nombre” o esa versión que hacen suya de “Al amanecer” de Los Fresones Rebeldes. Se acuerdan del sufrimiento y la lucha Palestina (muy presente a lo largo del festival) y nos dicen adiós (ojalá sea un hasta luego), entrelazándose en un abrazo grupal. La música, la vida.

El recinto alcanza su mayor aforo en el frescor de la noche, con las estrellas tintineando sobre Torremolinos y Adiós Amores desplegando su juego de armonías vocales, poderío electro-yeyé y envolvente psicodelia pop sesentera. “Quiero volver a lo que perdí, yo ya lo puedo ver, / está dentro de mí. / Caminando sola me encontré, ya llega el renacer, / es hora de partir”. Y partimos sin pensarlo, con la irresistible brisa fronteriza de “El camino” bajo nuestras alas, con Inma y Ana cada vez más libres y disfrutonas en el escenario, ya sea bajo el embrujo coplero y cañí de “La culpa” o con dardos directos al centro de la compartida diana sentimental, como las pegadizas “Cara nueva” o la vecina de surcos “Humo negro”. Subimos al cielo y vemos la luz al son del hechizo andalusí de “Noche iluminada”, y tragamos saliva en la inevitable, amarga y bellísima “Canción de despedida”.

La primera sorpresa/descubrimiento de la edición llega con el cuarteto de Chicago Deeper, con una base rítmica rebosante de energía y clase, un río de guitarras que te empujan a una caída libre continua y la hipnótica voz de Nic Gohl, con esa lágrima natural en la garganta (alumno aventajado de Robert Smith) que araña por dentro y sólo poseen los elegidos. Caemos en sus redes desde la inicial “Build a bridge”, corte de su último disco hasta la fecha, “Careful!” (23), del que también suenan especialmente brillantes “Glare” y “Bite”. De sus dos álbumes anteriores, “Auto-pain” (20) y su debut homónimo de 2018, nos quedamos con la calma crepuscular de “Pavement” y el nervio de una “This heat” que nos zarandea y ya no volvemos a tocar el suelo hasta el final de los finales, con “The knife” y “Trust”.

El concierto más multitudinario llega con Los Punsetes. Toman posiciones y las distorsiones crecen hasta que la hierática estatua más punk del universo, Ariadna, con vestido blanco de pura fantasía y siempre creación propia, comienza a escupir una balacera de himnos casi sin pestañear: de la “Opinión de mierda” con la que rompen el hielo, a las muy coreadas “Arsenal de excusas”, “España corazones”, “¡Viva!”, “Maricas” o “Una persona sospechosa” de cierre, tras la que, por primera vez en toda la actuación, Ariadna mira al público y, muy amablemente antes de irse, nos da las buenas noches. Suenan más potentes que nunca y son todo un referente nacional con más de 20 años de historia, pero, siendo muy fan de Los Punsetes, “Me gusta que me peguen” me sigue pareciendo una letra cero transgresora y de muy mal gusto y poca empatía. Viva la libertad de expresión y la ficción sin límites, pero teniendo un setlist que roza la perfección, esta canción me sobra desde siempre. Mi “opinión de mierda” y ¡viva Los Punsetes!

Tras Deeper, la otra sorpresa de la velada del miércoles también fue foránea, los galeses (que no ingleses, como bien dejó claro su batería con un airado “Fuck England!”) The Tubs, en esa encrucijada donde The Smiths y los REM más joviales se van de verbena con Rolling Blackouts Coastal Fever. Nos subimos a su tren desde el primer tema al último, rezumando una contagiosa efervescencia vital y personalidad abrumadora en cada interpretación de las pistas de su magnífico debut, “Dead Met” (23). Del nervio de una “Illusion pt. II” que no nos deja tocar el suelo, al pildorazo titular “Dead Meat” o esa “automentira” que duele más que sana en el temazo que le saca brillo a un miércoles glorioso, un “Wretched Lie” en la que se nos vuelve a agrietar el lado izquierdo del pecho y, dicho sea de paso, se cae de la cama Morrissey, allí donde esté.

Los hemos visto muchas veces, incluso antes de su incendiario debut, “Desorden” (18), y los valencianos La Plata dejan claro en pocos segundos por qué son los encargados de cerrar la jornada inaugural. Guitarras, actitud y un puñado de hits en llamas que la gente baila y canta sin parar, con pogos mil incluidos. De su arsenal de clásicos, como “Incendio” o “La luz”, a nuevas canciones redondas como “Ángel gris”. Mascletá en el 3, 2, 1 final, con “Un atasco”, “Esta ciudad” y “Me voy”. No hay atasco posible, la diversión fluye imparable en este Canela 2024, como el agua clara que baja del monte.

Jueves 22 de agosto

La humedad y el sol sigue apretando cuando en el escenario Jarl descargan sin pensar en un mañana las cuatro fantásticas de Fin del mundo, sudando post-rock envolvente y rebosante de melodía. Ya nos conquistaron en el Monkey Week, pero hoy arden especialmente y se vacían sobre las tablas, con magnetismo propio y garra en cada interpretación de los temas de su único disco hasta la fecha, “Todo va hacia el mar” (23), además de un buen puñado de adelantos que nos hacen frotarnos las manos, como “Una temporada en el invierno” o “Vivimos lejos”. Nos quedamos a vivir en la base rítmica y el hermoso y cegador torbellino de guitarras de “La noche”, un clímax continuo donde “pulsaremos los espejos / hasta que nuestros rostros / canten como ídolos”, con Pizarnik de la mano y el cañonazo multicolor que prende “El incendio” final y que, aunque nos cantan que “todo va hacia el mar”, aún llevamos las llamas, incontrolables, en nuestros adentros.

Teníamos muchas ganas de ver a Bar Italia, pero no lo hizo mal el dúo sustituto, los canadienses Ghostwoman, aunque desprendían cierto desgano y no se les vio cómodos con el calor, sobre todo a su líder, Evan Uschenko, conectando muy intermitentemente con el público. Una pena, porque su pop-rock psicodélico sí que araña en estudio, otra vez será. Los que sí conectaron a la primera y lo dieron absolutamente todo de principio a fin, fueron los cordobeses Viva Belgrado. Con el lema “Poético, político, un poco espiritual” (frase de “Jupiter and beyond the infinite”) coronando el escenario, y con el colosal y aún humeante “Cancionero de los cielos” (24) bajo el brazo, no dejan títere con cabeza en un bolo de una intensidad, sensibilidad y potencia que corta la respiración. Los nuevos y afiladísimos temas parecen ya clásicos de siempre de su cancionero: de “Chéjov y las gaviotas” a la rabia de “Gemini” y la crisis de fe de “El Cristo de los Faroles”, pasando por la cegadora belleza de una “Jupiter and beyond the infinite” que nos teletransporta a otra dimensión, o esas “veinte formas de acordarme de ti” en “Un tragaluz” por donde se ahoga la pena, aunque sea por momentos. Post-hardcore de altísimos quilates y giros melódicos marca de la casa, de cero a cien en centésimas de segundo. Y para terminar de devorarnos el corazón, Cándido Gálvez baja del escenario y, con la banda a todo trapo, abre las fauces de “El gran Danés” entre las primeras filas y chupinazo de confeti incluido. Brutales, una de las bandas nacionales a batir este año.

El ecléctico repóker ganador de este jueves grande que nos tienen preparado la familia del Canela es para no parpadear, tras Viva Belgrado, cambiamos de escenario y sumamos otro As con el flamenco más vanguardista (a veces dialogando con thrash metal, otras con doom o la psicodelia más atmosférica y electrónica) de Frente Abierto, Marco Serrato, David Cordero, Raúl Cantizano, Carlos Pérez y Borja Díaz, acompañados hoy por dos cantaores siderales que forman parte de este descomunal proyecto, Lela Soto e Israel Fernández. Soleares, bulerías, bamberas, alegrías a fuego lento, con contrabajo de regusto jazzístico, guitarras eléctricas, la magia de las seis cuerdas flamencas de Cantizano, zanfona incluida, batería atronadora y bajo eléctrico, más los teclados y nave sintetizada de Cordero. Israel fajándose por soleá y bulería, Lela partiéndose el pecho por caña, con la banda atronando, entre dos aguas, las de Exquirla y los Lagartija del “Omega”, para pasar a degustar esa alegría a ralentí y “hacer con el polvo de tus huesos un reloj de arena, para que con el paso del tiempo se queden marcá tus huellas”. Pura fantasía que deja con la boca abierta a la mayoría de las 5.000 personas que abarrotan el escenario Fistro y rompen a aplaudir como si fuera la última noche en la Tierra. Mano a mano por soleá de Israel y Lela, con atmósfera arabesca, contrabajo con arco y zanfona al mando para terminar por estrujarnos el pecho: “Por donde quiera que voy, / ay, que me parece que te voy viendo. / Parece que yo te veo, / ay, que me parece que te voy viendo. / La sombra de tu querer / que me viene persiguiendo…”.

Los que hemos tenido la suerte de escuchar el disco, sólo podemos decir que, cuando esto eche a rodar y la máquina esté del todo engrasada, la cosa va a ser muy muy sería. Y Morente siempre presente, con su espíritu libre y estrofas inmortales, por tangos y rumbas reposadas en las que entrelazan voces Lela e Israel: “El amor que me dabas, / que como era de polvo y arena, / el vientecito se lo llevaba… / (...) / Yo pensaba haber cogido / la naranja y el azahar, / y con hacer leña del tronco / me tuve que conformar”.

Bajamos un poco la intensidad con el soul-funky de Curtis Harding y su banda, que encandiló con su falsete y voz prodigiosa, de otra época, con momentos cumbres como la muy bailonga “On and on”, un “With A Little Help Of My Friends” a lo Joe Cocker o el esperado “Need your love” del cierre. Quizás me pareció un poco frío por momentos y le eché en falta algo más de garra, pero claro, con los quejíos y el arte sin igual de Lela e Israel aún en la cabeza, puede que fuera más problema mío que del bueno de Curtis.

No hay tres Ases sin cuatro, y el póker lo conseguimos con los que quizás fueran los cabezas de cartel de la jornada y puede que del festival, los neoyorkinos <strong>Big Thief. A los tres titulares que quedan, James Krivchenia a las baquetas, Buck Meek a la guitarra y coros, y ese ser de luz al mando, Adrianne Lenker, tras la marcha del bajista Max Oleartchik, se han sumado Justin Felton como sustituto a las cuatro cuerdas y la batería extra de Jon Nellen. No sonó el hit incontestable “Vampire Empire” o delicatessen como “Real love”, “Change” o “Certainty”, pero poco importa, Lenker y los suyos paran el tiempo a su antojo y eso hicieron en un concierto de pocas revoluciones, pero de una belleza y sensibilidad desgarradora. Si Lenker ha firmado en solitario uno de los mejores discos internacionales del año, el hermosísimo “Bright Future” (24), folk desnudo e introspectivo que deja marca, una senda parecida recorrerá por el cancionero escogido de Big Thief para la velada de hoy, más un buen puñado de nuevos temas que siguen por esos derroteros folk con un extra de electricidad. Dos joyas del “Capacity” (17) para empezar, que ya nos dejan tocados, una vibrante “Shark smile” que brilla hasta cegarnos, y una delicadísima interpretación de “Mary”, para pasar a cantar dos del último trabajo de la banda hasta la fecha, “Dragon New Warm Mountain I Believe in You” (22), la magnética cadencia de “Simulation swarm” y la onírica magia de la titular. Estamos levitando sin darnos cuenta y Adrianne y los suyos nos impulsan a las estrellas y más allá con una “Not” que nos regala una vida extra, para pasar luego a mostrarnos un ramillete de nuevas canciones que siguen agrandando la sonrisa colectiva de la noche, entre las que destacamos una acelerada e intensa “Words”, con la banda al completo a por todas, la brisa fresca de los casi diez minutos trotones de “Grandmother”, y una “Incomprehensible” con Adrianne demostrando que su fraseo está a la altura de los más grandes, a medio camino de Dylan y Neil Young, con un coro muy The Band. Y para terminar una “Masterpiece” que pasa ante nuestros ojos como una perseida a cámara lenta y, aunque su fuego quema, nos aferramos a ella con uñas y dientes para que no termine.

Standstill

Y el prometido repóker de una jornada inolvidable, lo completan Standstill, que vuelven a juntarse tras aquella despedida que ha durado casi diez años. Estuve en aquellos últimos conciertos, en La Riviera, con la emoción compartida con más de mil personas de ojos vidriosos que no querían que aquello acabara… Nosotros acabamos más allá del Manzanares, tomando mezcal para aplacar las penas, pero eso es otra historia. Ahora tomamos posiciones y nos preparamos para lo que se avecina, una bomba emocional no apta para defensas bajas, pero hemos venido a jugar y ¡adelante! Sale Enric Montefusco, guitarra acústica en mano y “Me gusta tanto ir de tu mano…”, con la banda generando un crescendo cada vez más y más grande. Ya tenemos el nudo en la garganta y, tras “Me gusta tanto”, un zarandeo más para que los latidos aceleren y termine de descarrilar la noche con “Poema nº3”, del disco homónimo de 2004 que marcó un antes y un después, primero en español: “Cada vez que oigo hablar de algo / que podríamos denominar triste, / y que consiste en explicar algún detalle / de una historia que se acaba, / entonces yo me callo y no sé qué decir, / ¿qué puedo decir?”. Nada, mejor no decir nada, dar un trago largo a la copa y unirnos a viva voz al desenfreno controlado de unos músicos que están disfrutando cada momento sobre el escenario: “La última borrachera / para morir sin decirnos adiós… / ¡No hay dolor!, ¡no hay dolor!”. Sí que duele, pero seguimos con “La risa funesta”, primer tema del que muy probablemente esté en el podio de los mejores discos del indie-rock/post-hardcore nacionales de las tres últimas décadas, “Vivalaguerra” (2006). Alcanzamos velocidad de crucero “y sabes que no es lo mío suplicarte, pero ven, ven…”, “Adelante, Bonaparte (II)”, “que vamos tarde. / Y si luego resulta que hay dudas, / será perfecto para volvernos a escapar”. Adelante seguimos y la intensidad en cada interpretación y letra no nos da tregua, con un sonido inmejorable y cada miembro echando el resto: una brutal y sentidísima “¿Por qué me llamas a estas horas?” sólo al alcance de ellos, seguida de una “Feliz en tu día” que parte el cielo en dos y que, recién cumplidos los 42, me absorbe al ojo del huracán hasta la doliente y desgarradora frase final, con Enric desgañitándose como si fuera la primera y última vez: “Cántame una canción / que me diga lo feliz que estoy…”. No hay tiempo casi para respirar y dos más de “Vivalaguerra”: acabose sónico con “La mirada de los mil metros” y cuenta atrás, “1, 2, 3, Sol”, arrojando un rayo de luz que deje la sombra vencida, marcando el camino a la redención y la esperanza en los pequeños momentos, como estar en un festival rodeado de amigos, y es que “hoy puede ser un gran día” y lo está siendo. Montefusco, Falkner, Elvira y Lavado se saben ganadores y, tras una “Cuando” que hace temblar a Torremolinos, por si fuera poco, se guardaban sorpresa/regalo para los organizadores del Canela y para los seguidores de siempre, una “Ride down the slope” a tumba abierta que crea en un plis plas un pogo hardcore de los de antes, de los de aquel “Memories Collector” (2002) y principios de los dosmiles. Y “aunque no lleguemos a ninguna parte, / sabes que esto es lo único importante. / Y sabes que no es lo mío suplicarte, / pero ven, ven…”. Cierre perfecto con “Adelante, Bonaparte (I)”. Se podría haber parado el mundo y nos habría dado igual, bolazo y repertorio de diez.

Vamos tarde y estamos vivos de milagro, pero antes de volvernos a escapar, nos llevamos una ráfaga de stoner metalero y psicodélico a cargo del trío francés Slift, dejándose la piel en cada endiablada interpretación, con una “Ummon” como guinda explosiva de la ya indiscutible jornada reina de este Canela Party 2024.

Viernes 23 de agosto 

Llega el día más hardcore y no recomendado para oídos sensibles, con ese “Make Canela Great Again” muy presente. Nuestro viernes comienza con el regreso de Lisabö, tras doce años, por estos lares, desplegando una rotundidad instrumental, compromiso y enérgica belleza (la prosa de Martxel Mariskal está al alcance de pocos) que nos conecta y atraviesa desde que llegamos al recinto, con una enorme bandera palestina en la pantalla gigante del escenario hasta el final incluida. Los de Irún sacan brillo a lo mejor de su extenso cancionero, con parada especial en su sobresaliente último álbum, “lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte” (23), pasándonos por encima como una apisonadora sónica de ida y vuelta, con tres guitarras que nos devoran y dos baterías simétricas que golpean el centro de la Tierra. Alegato final de Karlos Osinaga en apoyo del pueblo palestino y en pro de la solidaridad, lo verdaderamente importante, el sostenerse mutuamente y el amor como única resistencia posible. Se convierten en la única banda que prescinde del cañonazo de confeti durante su aplastante actuación.

El fuego hardcore continúa con los angelinos Militarie Gun, con el frontman Ian Shelton (se dejará la garganta y surfeará sobre el público) como indiscutible animador incendiario de un show a todo gas, con “Life Under The Gun” (23), disco debut de la banda como artefacto bomba preparado para arrojárnoslo a la cara una y otra vez. En esa fina línea donde el hardcore choca de frente con el power-pop, con balaceras que van de la pegadiza “Never fucked up once” a “Do It faster” o “Very High”. Cambio de escenario y Cloud Nothings comienzan de menos a más, recorriendo su reciente “Final Summer” (24), abriendo con la titular y despegando con “I’d get along”, para terminar quemando las naves (momentazo y pogo de libro con “Stay Useless”), dejando a fans de siempre y a gran parte del público que no los conocía con ganas de más tralla de la buena.

Wednesday dan uno de los bolazos de la jornada, con una Karly Hartzman que demuestra sensibilidad y poderío vocal por los cuatro “costaos”. Sí, aquí decimos “costaos”, con acento (vivan todos) andaluz, cosa que parecía extrañar a más de una chica de oro, como si creyera que el Canela se celebra en Júpiter. Siga el baile y Hartzman nos mece y araña con la misma facilidad en temazos que van del folk-rock al indie-pop, pasando por el grunge más sucio que funde por momentos con el hardcore. De las pegadizas “Chosen to deserve” o “Quarry”, a una “Bath County” que gana un extra de fiereza en vivo y nos sabe a pura gloria, hasta llegar a la traca final de distorsiones de “Fate is…” y “Bull believer”.

Protomartyr, con un Joe Casey como crooner post punk y la banda en perfecto estado de revista, salen a por todas con ese “Hello there” de una “Ain’t so simple” que provoca el primer seísmo del show. Recorren lo más granado de su discografía y conectan con el público a la primera, haciendo especial parada, en la recta final, en su espléndido “The agent intellect” (15), con “The devil in his youth” y el enjambre de distorsiones de “Why does it shake” como cumbres de otra de las grandes actuaciones del día.

Los ya malagueños de adopción e hijos predilectos del Canela, Alex Edkins (voz y guitarra), Chris Slorach (bajo) y Hayden Menzies (batería/apisonadora) toman posiciones y vuelven a hacer las delicias del concurrido público que ha venido expresamente a verlos a ellos, Metz. Los canadienses repiten por cuarta vez en el festival y, como era de esperar (nacieron en un pogo), encienden la mecha y corre el fuego de principio a fin, con un inicio que deja quemaduras: “No Reservation / Love Comes Crashing” y su vecina de surcos “Glass eye” de su flamante y estupendo “Up on Gravity hill” (24), del que también caen bombas como “Entwined”, “99” y “Superior mirage”. Suena tan contundentes como siempre y llevan en la sangre la esencia/confeti del Canela. Todo vuela en el envite final con “Headache” y “A boat to drown in”. Fijo que terminarán comprándose casita en Torremolinos.

Si ya me sonaban a LCD SoundSystem en estudio, también me ganan en directo, Model/Actriz, otra grata sorpresa, con su incombustible frontman, Cole Haden, gorra brillante incluida, bajando del escenario y paseándose entre el público (dicen que tras el bolo se fue a la feria de Málaga y aún sigue de parranda por Torremolinos) y, tras hacer que todos nos agachemos, se marca una apoteósica “Crossing Guard” en la que baila y salta hasta Paquito de la Torre. Maravilla y fiesta sin fin.

Despedimos la jornada más cañera de esta edición con el tribalismo industrial y sintetizado del entregado dúo barcelonés Dame Area de fondo, pero antes nos dan una buena dentellada y vapuleo los irlandeses Gilla Band, con un elegante y magnético Dara Kiely a la cabeza. La banda maneja como nadie el ruidismo y una violencia sonora contenida que, por momentos, recordaba a los mismísimos Idles. Pistoletazo de salida con artillería pesada: “Fucking butter”, “Lawman” y una fantasmagórica y abrasiva “Umbongo” en su parte final. De su espléndido último trabajo hasta la fecha, “Most normal” (22), rescatan y nos dejan sin aire con la frenética “Bin liner fashion”, la vibrante “Backwash” y el disparo de gracia a cargo de una “Eight fivers” que aún nos da vueltas en la cabeza.

Sábado 24 de agosto

Es el día del gran pitote. Os he contado con pelos y señales muchas ediciones, pero si no has estado aquí alguna vez, jamás podrás ni tan siquiera imaginar la que se forma. Disfraces, fantasía, buen rollo y diversión por cada metro cuadrado. Creatividad y locura al poder: llega una carroza del Rocío, tirada por un tractor (literal), a la puerta de entrada del festival y se arma la Marimorena y, sin que te dé tiempo a parpadear, te construyen al lado una parada de autobús con toda su bendita fauna a la espera de que pase el transporte público; o llegan todos (sí, todos y todas) los artistas del mítico “We are the world” y te lo interpretan a capella de principio a fin… Entre medio pueden aparecer los limpiadores de retretes de “Perfect Days”, el loco de Milei con uno de sus perros o tiriti Trump con la oreja aún catacrocker y su equipo de seguridad y fanáticos escoltándolo; puedes preguntarles la hora a los mismísimos Flik y Flak, o cruzarte con el “Súper 8” de Los Planetas, o al Patrick Swayze del Puerto cogiendo al vuelo a una Jennifer Grey hinchable en la famosa escena de Dirty Dancing. Hasta cuentan que Snoop Dogg se vino corriendo de París, antorcha fumable en mano, porque lo que en realidad le pedía el cuerpecito era animar el Canela 2024. Y lo que entonces era un secreto, ahora puedo contarlo: Liam Gallagher estuvo allí y entre todas y todos lo convencimos para que hiciera las paces con su hermano… Sí, la ya anunciada reunión de Oasis en 2025, se fraguó en el gran pitote del Canela de este año.

Llegamos con Yawners-Spidergirls y Spiderman sobre el escenario Fistro, a pleno sol, pero sin escatimar energía y batería de hits pegadizos, hasta la lluvia de confeti final con la ultra coreada “La escalera”. El día coge velocidad y, tras muchas paradas y reencuentros, mientras Elena Nieto (Yawners) reparte banderitas blanquinegras de meta desde el foso, nos enteramos de que la escudería Ferrari ha fichado a Cala Vento, que salen con el acelerador pisado a fondo: “Gente como tú”, “Fetén” o clásicos que aún escuecen como “Isabella cantó”. Manejan un setlist que daría cien vidas cualquier banda por tener, y es que no hay tema que no cante el público al completo. De su sobresaliente “Casa linda” (23) suenan fulminantes “No hay manera”, “Teletecho” y, claro, hoy más “Ferrari” que nunca. Con Antonio Luque (Sr. Chinarro) nos cruzamos días pasados, y hoy Joan y Aleix, antes y después de volar sobre la gente con disfraces de mil colores y la Virgen surfeando, se hacen su versión de “Del montón”. Bajamos revoluciones, pero no intensidad: “Estoy aquí y aquí seguiré, / no me moveré, me quiero quedar / para ver si tú también te quedas. / Hay un botón que puedo pulsar / y aniquilar la desilusión / y que tú también lo quieras…”. Ay, “Conmigo”, pulsamos el botón y que siga la fiesta.

La siguiente banda que gozamos (y mucho) en nuestro recorrido particular es The Lemon Twigs. Tras tanta caña el viernes, las armonías vocales y preciosistas, con mucha alma y garra, que tejen los hermanos Brian y Michael D'Addario junto a Danny Ayala y Reza Matin nos hacen flotar hasta el séptimo cielo. Funden a la perfección sonidos que nos retrotraen a The Beatles, The Byrds, Big Star o The Beach Boys, con una personalidad y brillantez propia tan abrumadora que, justo antes del final, terminan por regalarnos y hacer suyo el “You're So Good to Me” de Brian Wilson, Mike Love y compañía. Caemos a sus pies desde el “My golden years” inicial, y es que todo lo que tocan, lo convierten en oro sonoro: irresistible “The One”, indescriptible la enredadera vocal que crece hasta las estrellas y más allá en “In my head” o la hechizante y psicodélica “Peppermint roses”, pasando por una “Foolin’ Around” más cruda y guitarrera y, poco después, nos fulminan con la adictiva “Rock on (over and over)”. Y pensar que vinieron de “rebote” (junto a Cloud Nothings) para sustituir a Shannon & The Clams y White Reaper… La suerte y, sobre todo, el buen hacer del Canela.

Una de las banda abanderadas del rock alternativo noventero americano, Superchunk, siempre underground y con estatus de culto al mismo tiempo, hacen parada en Torremolinos, dentro de su gira 30 aniversario del mítico “Foolish” (94), cuarto álbum de la banda. Esta noche, con el carismático Mac McCaughan en primera línea guitarrera y vocal, nos brindan una tromba de éxitos inapelables de su amplia discografía, comenzando con dos trallazos del disco que celebra tres décadas de historia: “Driveway to Driveway” y una “The First Part” en la que la banda al completo no echa a arder de milagro. Del “Foolish” también nos obsequiarán con otro artefacto altamente inflamable, “Water wings”, pero antes sonaron eternamente jóvenes y resplandecientes temas como “Skip steps 1 & 3” o la más melódica “Hello Hawk”, para terminar a lo grande con dos aguijonazos punk rock, “Slack Motherfucker” y “Precision auto”, más una sentida“Throwing things” de broche final.

T.A.B.

Hay bandas que te pueden gustar más que otras por mil motivos, pero, además de eso, hay otras pocas a las te unen una conexión especial y alguna que otra historia personal… Los hemos visto muchas veces, pero más ganas que nunca les teníamos a Triángulo de Amor Bizarro, que celebran 20 años de música y que fue, junto a Crack Cloud, una de las formaciones que tuvieron que cancelar su concierto el pasado año por el famoso vendaval. Recuerdo que, en la pasada edición, cuando aún Mujeres estaban sobre el escenario tocando y el viento comenzaba a tirarlo todo, me encontré a Isa de Triángulo y me dijo que la cosa no pintaba bien… Este año no habrá fenómenos climáticos externos que paren a la banda gallega, el huracán lo desatan ellos nada más pisar las tablas (en formato trío tras la marcha de Zippo), Rafa disfrazado de Rococó barroco, Rodrigo de Leiva e Isa, bandera de Madrid como capa y peluca (justo me la encontré en un bazar chino esa misma tarde y andaba buscando los últimos complementos del disfraz), de, nada más y nada menos que Isabel Díaz Ayuso, saludando e incendiando todo con un: “Hola, hijos de puta. ¿Habéis comido mucha fruta? ¿Hay muchos comunistas aquí o qué?”, y nos lanzan “Robo tu tiempo”, cóctel molotov que abría “Victoria mística” (13), fundiéndose y explotando con las llamas de “¿Quiénes son los curanderos?”, haciendo que el recinto al completo se tambalee como si fuera de juguete. Dos más del debut homónimo de 2007, la atmosférica “El fantasma de la transición”, con la voz de Isa Cea surfeando sobre nosotros, y “El himno de la bala”, con Rodrigo Caamaño en primera línea e Isa serpenteando voces al estribillo y coros. La decena de himnos que les siguen, con el trío dejándose la piel y sudando fuego en cada interpretación, salen sobre todo de tres discos (a excepción del acabose final con la esperadísima “De la monarquía a la criptocracia”): cinco del disco “negro” homónimo de 2020, dos de su último “Sed” (23) y otras dos de un “Salve discordia” (16) que nos marcó para siempre. Así, con estos mimbres tan ganadores, sólo toca levitar en piezas magnéticas y espectrales como “No eres tú” o “La espectadora”, o seguir ardiendo en pogos continuos bajo la crudeza noise de “Ruptura” y sumergirnos en ese sueño que nos martillea el pecho (bestial Rafa Mallo a las baquetas durante todo el show) en el que “sólo puede quedar uno” (“Canción de la fama”), con Rodrigo escupiendo rabia y veneno sin parar. Y claro, entre baile, saltos, empujones y disfraces volando por los aires, el corazón en la boca en “Asmr para ti”, “Estrella solitaria” y las dos compañeras de surcos donde nos quedaríamos a vivir hasta es siguiente Canela, “Baila Sumeria” y esa “Barca quemada” que aún arde muy adentro. Fin de fiesta para seguir abriendo y sanando heridas con “Vigilantes del espejo” y ese bajo de Isa que le sigue, despertando volcanes y fundiendo con Rafa y Rodrigo, con el público dejándose la garganta desde el primer “Esta vez, no creo que me encuentres mejor de lo que estaba…”, hasta el bucle infinito de “¡Y que esta vez no te sigo!”. Y así, una noche más, los gallegos firman uno de los mejores bolos del festival.

Los canadienses Crack Cloud salen en formato sexteto, alineados horizontalmente, muy cerca del borde del escenario y con su ultimísimo y muy recomendable “Red mile” (24) preparados para implosionar. Entramos en su juego a la primera, post punk fresco y rebosante de matices, con Zach Choy (batería y vocalista) como líder indiscutible y toda la banda perfectamente armonizada, desplegando desarrollos instrumentales que nos vuelven a despegar los pies del suelo sin que nos demos cuenta, saxo hechizante incluido. Uno de esos conciertos que, si te dejas llevar, no quieres que termine bajo ningún concepto. Deliciosas e irresistibles piezas como “Blue kite” y “I am (I was).

La banda de Filadelfia Sheer Mag, con el espíritu sesentero y setentero de Thin Lizzy y Janis Joplin bajo las alas, salen al escenario Jarl y nos tienen en sus manos desde el primer segundo, con Tina Halladay como reina y jefaza de la madrugada. Hard rock con mucha sensibilidad y nervio punk por momentos, con regusto soul y rítmica funky que hace que las caderas se muevan solas, con un poderío vocal tan natural que se nos olvida respirar en más de una embestida. Del “Playing favorites” inicial, del disco de este año con el mismo nombre, del que también suena enorme “Moonstruck”, a una “Expect the Bayonet” como una de las cumbres de otro de esos bolos que no se olvidan.

Snoop Dogg está ya con poca batería, pero mantenemos la antorcha encendida con el electro-afrofunk de Ibibio Sound Machine, en formación de sexteto, con dos vientos y con su vocalista Eno Williams llamando a la fiesta continua. Vibrantes sobremanera los temas de “Electricity” (22), para un servidor, su mejor disco hasta la fecha, como la pista titular, “Protection From Evil” y “All that you want”.

Recta final con el trío neoyorkino Show Me The Body, con el vocalista Julian Cashwan Pratt y su banjo al mando, con clara proclama al aire para presentar a la banda y sus ideales: “Tres judíos anti Estado, ¡Viva Palestina libre!”. Descargan una tormenta de post hardcore descomunal, no apta para todos los oídos a las tres de la mañana. Contundentes como una lluvia de meteoritos que te pilla en campo abierto y sin paraguas. Especialmente locos nos dejan con una brutalísima versión del “Sabotage” de los Beastie Boys.

Última conga al son del techno-machacón-adictivo de unos VVV (Trippin’you) que hacen bailar hasta al abuelo de Heidi, que yacía dormido instante antes, o a la mismísima Clara, que ya en la entrada del festival, La Virgen del Rocío del gran pitote, la ayudó a levantarse de su silla de ruedas. Canela Party, un puto milagro de diversión. Desde ya, comienzan los preparativos para la próxima peregrinación a Torremolinos, Xacobeo 2025, año Santo Jubilar Canelano.

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