El festival veraniego más divertido del planeta (y puede que de la galaxia), ha vuelto a dejar el listón muy alto en una edición que han gozado casi 25.000 personas a lo largo de sus cuatro días, rozando la excelencia y el milagro…
Como la mejor de las películas, la emoción y el drama, tras cañonazos de confeti, buena música y alegría continua, aparecieron en su recta final: el sábado grande, con los ansiados King Gizzard como cabezas de cartel atisbando en el horizonte, cayó la tarde y un fortísimo vendaval provocó el rápido y controlado desalojo del recinto (más de 6.000 personas disfrazadas de todos los colores y locuras posibles e inimaginables). La fiesta de disfraces continuó entre callejuelas cercanas y parkineo rules, haciendo piña y rezándole (hasta el menos de los creyentes), entre cerveza y cerveza, al espíritu del gran Chiquito de la Calzada que, además de seguir dando nombre y esencia a los dos escenarios del festival, “Fistro” y “Jarl”, no faltó a la improvisada y mutante rave callejera, con genial transformación en Conde Brácula incluida (sí, “con B de Barbate”). Horas inciertas, sin conciertos, con el viento aullando como si se acercara el fin del mundo y, cuando todo parecía presagiar el prematuro, amargo y definitivo The End de la edición Canela Party 2023… No, la tempestad amainó y, tras la tormenta, no llegó la calma, ¡venció y tronó la música!
Un diez para la organización y trabajadores, público y artistas. Armonía y disfrute total en una segunda parte épica en el Recinto Ferial de Torremolinos, que se afianza como espacio perfecto para que Canela Party siga siendo un evento cómodo, no masificado y único en su marciana especie.
Miércoles, 23 de agosto de 2023
Como cada año, la jornada inicial del Canela es gratuita (con invitación), también conocida como “Mini Canela”: Fiesta de disfraces y actividades para niñxs. Pero además de poder saltar los más pequeños y pequeñas en castillos flotantes, el cartel de hoy no tiene nada que envidiarle a los del resto de días. Así, con el sol aún pegando de lo lindo, Alien Tango hace suyo el escenario Jarl, con el murciano y extraterrestre Alberto García a la cabeza, dando el pistoletazo de salida al Canela Party con su enérgico y pegadizo pop multicolor, repleto de matices y empapado de psicodelia, glam y ritmos sintetizados que hacen que bailen hasta las montañas y pinares que nos rodean. Siempre sorprende y vuelve a demostrarlo, poseído por el espíritu bastardo del Frank Zappa más freak y el Bowie más lisérgico. Desgrana su primer largo, “Kinda Happy, Kinda Sad” (23), envolviéndonos con la brisa de la titular y ese falsete que maneja como nadie, con saxo y sintes futuristas, o en esa hipnótica y cibernética “B.F.F” con la que termina de conquistar a nuevas y nuevos seguidores.
Con la hoguera ya encendida, las temperaturas siguen subiendo con el dúo eusko-catalán Pinpilinpussies, Ane Barcena y Raquel Pagès. Primer zarpazo made in Canela a base de actitud punk, sonido lo-fi, parpadeante dulzura pop y estallidos guturales que provocan pogos y empujones mil. Temas crujientes y eléctricos como “ERRE”, “Todo saldrá mal” o una empoderada “Makarena” en euskera, hacen que vibre el recinto ferial al completo. Chicas power y el relevo lo toman las cántabras Repion, con incendiario y pegadizo grunge-pop que comienza a derretir el sol poco a poco, a base de afiladas melodías, guitarrazos y una potente batería. Aunque ya habían lanzado un par de trabajos, es este homónimo “Repion” (23), con el que las hermanas Iñesta, Marian y Teresa, parecen haber encontrado su mejor sonido y esencia. Imposible no recordar a otras dos hermanísimas, Amparo y Cristina Llanos, Dover, cuando Canela Party salta y acompaña el estribillo del hit de cierre, “Brillante”. Antes nos agitan con canciones redondas y mal de amores compartidos como “Tu/Mi Colonia”, “Barrio Somavilla” o “En todo momento”, más una versión muy ganadora de “Inevitable”, despertando a más de un fan de la Shakira primigenia.
Los malagueños La Trinidad juegan en casa y salen a por todas con “A este lado, esta orilla”, de su aún humeante segundo largo “Sheriff Playa” (23), del que también sonarán especialmente afiladas la combativa “6,30” o la frescura rítmica de “La vieja Europa” y “Que las palabras broten”, con el Joe Strummer más jamaicano en el aire. Siguiendo su espíritu político-punk, con petición de dimisión para Rubiales incluida, coreada por todos, no faltan cócteles molotov sociales de su anterior trabajo como “La clase media” o “España invertebrada”, hasta llegar al adictivo latido venenoso del “Más rápido” final.
Rocío Márquez y Bronquio
Había muchas ganas de volver a ver la puesta en escena del excepcional “Tercer Cielo” (22), esta vez en formato festival, más libre y bailongo, de la mano de una de las duplas más interesantes y rompedoras del pasado año, Rocío Márquez y Bronquio. Flamenco y electrónica que dialogan, se funden y nos atrapan sin que nos demos cuenta. De la milonga jonda y espectral inicial, “Paraíso, Cuántos Cuerpos por Venir”, que se nos clava en el pecho como esos irresistibles y falsos amores que serpentean por la letra y más allá, a la bulería atmosférica, juguetona y de duende lorquiano, “Exprimelimones”, con zapateados y palmas flamencas pasadas por la alquímica electrónica de Bronquio. Se intercambian posiciones y el jerezano, cada vez más suelto y flamenco al micro, canta con pocos efectos las partes vocales de 41V1L en la rumba letal “De Mí”, con Rocío desde la mesa lanzándole la réplica y recogiendo esa cuerda invisible que los une. Momentos cumbres por (ra)verdiales de la tierra con “Niña de Sangre”, con Rocío bailando y contoneándose, haciendo que el mantón se agite y gire al viento, seguida de ese irresistible garrotín de “Un Ala Rota” con el que nos conquistaron en pocos segundos, pasando por una “Droga Cara” en la que Rocío toca el pandero y arde “como esa mariposa que se abrasa en la luz” y nos ciega, relámpago y llama, con Bronquio supliendo los coros en ese “corazón que se inflama al verte”. Se vuelven a parir a sí mismos en nombre de la libertad y, aunque a algunos les podía rechinar sus nombres en el cartel, bordan la mejor actuación de la noche, encandilando a la inmensa mayoría y dejando huella imborrable en esta edición del Canela.
Nos vamos por tangos, canción por soleá y pregón, con Rocío labrando pedestales con cada piedra, transmitiendo belleza en cada movimiento, arriesgando y disfrutando en cada fraseo, en cada quejío y en cada experimentación vocal, impulsada por Santi a los mandos de la nave espacial de beats. Como decía José Domínguez, El Cabrero: “A la voz no hay quien la pare, ni rejas, ni paredes”. Dejando claro su dominio de la tradición y su sentir, cierran por toná con “La marca”, al borde del escenario y a capella, con esos versos que cantaba Mairena y aún flotan, como única respuesta y camino, en el aire de Torremolinos: “Aquel que se va, / va diciendo en el silencio: / ¡Qué grande es la libertad!”.
Otro gran acierto de este año es, con respecto al anterior festival, el aumento del número de mujeres en el cartel y que, esperamos y estamos completamente seguros de que seguirá creciendo en siguientes ediciones. Ahora es el turno del pop-rock melódico y R&B aterciopelado de la británica Nilüfer Yanya. Nos recibe con “Midnight Sun” de su último “Painless” (22), disco plagado de ritmos anestesiados que no terminan de romper, pero de una belleza y matices cautivadores, con la voz de Nilüfer en primer plano. Esa elegancia es la que transmite sobre las tablas, pero también cierto distanciamiento, timidez y falta de garra. Con todo, rodeada de músicos solventes, destacando una brillante saxofonista, relucen en el escenario las interpretaciones de piezas claves como “The Dealer” y “Stabilise”, más una versión del “Rip of Me” de PJ Harvey con la que, ahora sí que sí, nos zarandea y conecta varios zarpazos en el pecho.
Pasamos por el punto de agua (otro acierto, pero vendría bien uno más y gel) y buscamos un respiro en la amplia zona de descanso y restauración (todo muy rico, pero exigimos puesto de camperos por el bien de la humanidad y como guinda/refuerzo del espíritu malaguita del evento), y los temazos que dispara en ese momento Tali Carreto en la DJs zona “Gromenauer”, petada de gente, nos arrastran sin poder evitarlo al centro de la pista de baile.
Nos queda poca batería, pero Panda Bear de Animal Collective y Peter Kember de Sonic Boom nos enchufan energía a raudales desgranando su disco conjunto “Reset” (22). Con un juego de luces y visuales psicodélicos que invita a nadar mar adentro en la propuesta, nos sumergimos en su universo expansivo desde la inicial y resplandeciente “Gettin' to the Point”, dejándonos llevar por la brisa refrescante (con regusto a Beach Boys futuristas) de “Edge of the Edge” o en la envolvente “Go On”, con un mantra que tardamos horas en quitarnos de la cabeza. Dorado indie pop arropado por percusiones, palmas y cuidadísimas melodías vocales, filtradas por una orgánica y minimalista electrónica, con sampleados brillantes de ayer, hoy y siempre.
El crooner enmascarado Jonathan Bree y sus inquietantes bailarinas ponen el broche a la madrugada con un show hipnótico y morfínico, demasiado pausado para la ocasión, meciéndonos con piezas como “Epicurean”, “Pre-Code Hollywood”, “Miss you” o el “You’re So Cool” que marca nuestra retirada.
Jueves, 24 de septiembre de 2023
Segundo asalto y quizás el día “más Canela”, con ese espíritu post-punk y mordida hardcore que late desde los inicios malagueños (entre amigos y allá por 2007) del festival. Los Yolos son los encargados de hacer bailar a las primeras y primeros valientes a pleno sol, mezclando sonidos ochenteros patrios (de Radio Futura a Parálisis Permanente en vena) con la relampagueante y nerviosa oscuridad de Joy Division. Todo con desbordante personalidad y un “Nos siguen por delante” (23) como prendido cóctel molotov que nos arrojan a la cara una y otra vez. Tras la estela de los barceloneses, siguen dinamitando la tarde Pantocrator, a base de power-pop y chispazos garageros, cargado de ironía como bomba de relojería y antídoto para corazones rotos. Repasan su debut “Sálvame” (22) y nos envuelven en una balacera constante, con pildorazos fulminantes como “En anteriores capítulos” o la muy punkarra “Teléfono de Aludidos”, pidiendo pogos constantes a gritos.
Vienen de vuelta y muchos quieren seguir sonando como ellos, Pony Bravo y el galopar de “El Rayo” para empezar. Quince años en la cresta y suenan mejor que nunca, genuinos y dos pasos por delante. Fácil meterse en el bolsillo al público de siempre y a despistados con un arsenal de hits al alcance de muy pocos: “Noche de setas”, “Ninja de fuego”, “El político Neoliberal” o esa “Rave de Dios” que no queremos que termine bajo ningún concepto. Dos certeras balas de su último hasta la fecha “Gurú” (19): la cada vez más necesaria y actual “Totomami”, con esa nueva era que aboga por “dios (es) femenino, cuerpo de mujer” y un “ole tu coño, admiro tu valor” al que nos sumamos y repetimos a pleno pulmón; más el trance alucinógeno de un “Rey Boabdil” que nos lleva al otro lado del espejo, uniéndonos a sus ojos brillantitos, sus lágrimas y lucha por reconquistar la Alhambra y las casetas de la feria de Abril. Genios y figuras. Ojalá pronto un nuevo disco.
Karate
La tarde cae y se funde con la clase y potencia de Karate. La mítica banda noventera de Boston se marca uno de los conciertos más emocionantes y finos de la jornada, sembrando caras de felicidad entre los fans del trío y muchos nuevos seguidores que se suben al tren en marcha sin pensarlo ni un solo momento. Y es que estamos ante un concierto muy especial, ya que la banda de post-hardcore capitaneada por Geoff Farina, se reunió el pasado 2022 para volver a tocar en directo tras 17 años de parón. Una inactividad que parece no haber existido jamás, con el trío rezumando maestría a flor de piel, dibujando paisajes sonoros con una complicidad y energía que no nos deja tocar el suelo durante la docena de canciones que nos regalan. Así suenan masterpiece como el “Bass sounds” inicial o compañeras de surcos infalibles y emocionantísimas como “There Are Ghosts” o “Diazapam”, todas del imprescindible “The Bed is in the Ocean” (98). Aunque la mayor parte del show gira en torno a los discos de la década de los noventa, también hay espacio para temas de sus últimos trabajos en el cambio de siglo, más jazzísticos y cuidadosamente progresivos, como la delicada “Water”, la previa y electrificante “First Release”, con la banda quemando las naves todos a una, o el maravilloso cierre con una “This Day Next Year” que crece y crece como una enredadera hacia las estrellas. No faltan clásicos de su debut homónimo de 1996, como “If You Can Hold Your Breath” o esa dulce herida incicatrizable de “Gasoline”.
Savia nueva, pero sobrada de carisma, flow y magnetismo, con esa frescura y entereza aparece en el escenario la joven artista de Tel Aviv, Noga Erez, tras unas breves protestas pro Palestina entre el público. A medio camino de M.I.A. y Billie Eilish, Noga nos seduce con cada corte de su ecléctico y sofisticado “KIDS” (22), con bailes, saltos y giros sobre las tablas, mientras no deja de clavarnos fraseos y susurros en interpretaciones ganadoras, una tras otra: de la seductora “You So Done” a la adictiva “End of the Road”, pasando por el “Nails” que grabó junto a Missy Elliott y que hoy defiende sola a la perfección en un Canela Party rendido a sus pies.
Otra líder que apunta muy alto, Florence Shaw y sus Dry Cleaning (Lewis Maynard, Nick Buxton y Tom Dowse) aparecen en el escenario principal para hechizarnos con su aclamado segundo largo, “Stumpwork” (22), como principal arma arrojadiza, sin olvidar su anterior trabajo, “New Long Leg” (21), del que rescatan dos potentes temas, las aceleradas pulsaciones de “Scratchcard Lanyard” y “Her Hippo”. Los fraseos de Florence poseen esa natural carnalidad y misticismo que solo manejan las/los más grandes, en ese infierno y cielo en el que se mueven como peces en el fuego Nick Cave o PJ Harvey. Así, sobre esos mares sonoros de pesadillas y cristales rotos que teje la banda, Flo camina sin hundirse a base de aterciopelado, irónico y crudo spoken word, zigzagueando en la noche como una lengua de fuego. Caemos gozosamente en sus redes desde el afilado “Viking Hair” de apertura, hasta la sublime joya de la corona de cierre, “Anna Calls From the Arctic”.
Nos acercamos con ganas de más al Triángulo de las Bermudas británico más Canela que se recuerda: Black Midi, Shame y Squid. Abróchense los cinturones. “Welcome to the Hell” es la bienvenida de los londinenses Black Midi, con Geordie Greep tirando también de spoken word en el inicio, para tardar poco segundos en volarnos la cabeza y centrifugarnos por dentro con su fórmula maestra y marciana de endiablado virtuosismo y conexión intergalactica.
Recorren sus tres largos y a duras penas, podemos aguantar los ojos en nuestras cuencas, con Morgan Simpson tocando de perfil la batería con una potencia y finura imposible de describir. Vientos y cuerdas se funden y entrelazan en una combinación experimental que va del math rock, al jazz y al noise en pocos parpadeos, alcanzando momentos cumbres en el genial despiporre de “Sugar/Tzu”, en el que un crooner alienígena y su big bang particular (sólo hay cuatro músicos sobre el escenario, pero el enjambre de matices se multiplica por momentos) abren un agujero de gusano y nos arrastran a otra dimensión. Nos martillean con “Speedway” y nos dan cierto respiro con una delicadísima “Still”, para volver a masticarnos y escupirnos en “Eat Men Eat”, con vientos de fuego y ecos de repiques flamencos incluidos. Cameron Picton, con camiseta del Betis, se acuerda de Borja Iglesias y George Finidi (el viernes harán lo propio los murcianos Perro).
La avalancha sonora sigue su curso, como si Mars Volta se fueran de farra con John Zorn y Mike Patton, sin hora para volver a casa y con Zorn como dueño y señor de las llaves. Recta final con el corazón en la boca y temas en el que el free jazz parece chocar de frente con el noise y resurgir con la suavidad del aleteo de una mariposa: de “Slow” al sencillo “Talking Heads”, pasando por abrasiva “Near DT, MI”, “John L” y los fuegos artificiales, más mil mascletás, con “953”. Nos dicen que no nos perdamos a sus compatriotas Shame en el escenario Jarl, y eso hacemos, vivos de milagro, nos acercamos con tembleque en las piernas y echando humo por las orejas.
Shame
Desde el sur de Londres, también con tres álbumes en su haber, se presentan en escena el volcánico quinteto Shame, con su frontman Charlie Steen al mando y disparándonos a bocajarro “Fingers Of Steel”, uno de los incontestables sencillos de su último y más “luminoso” trabajo, “Food For Worms” (23), del que nos lanzan la cortante “Alibis” antes de que nos levantemos del suelo. Enfurecido y nervioso post-punk de nueva era, con la banda desatando movimientos tectónicos en cada embestida, a base de una potente base rítmica y dentelladas de riffs directos a la yugular. Reparten el protagonismo del set entre su notabilísimo tridente discográfico, dando paso a tres piezas de su descarnado debut, “Songs of Praise” (18): una “Concrete” que nos engulle como un tsunami de lava ardiente, la furiosa “Tasteless”, con el taladrante y enfermizo “I like you better when you're not around” en bucle, y la más amable y pegadiza “One Rizla”. Entre medio dos más de las nuevas composiciones, la enérgica y enloquecida “Six-Pack”, con wah-wah al poder y un poseído Josh Finerty al bajo (cuentan que aún sigue corriendo y saltando por alguna carretera secundaria de Málaga); y la delicada belleza de “Adderall”. La fiesta y el desenfreno prosigue con las tres elegidas del sobresaliente “Drunk Tank Pink” (21), con Steen quemando sus cuerdas vocales y la banda echando el resto: de una ácida “Water in the well” que se nos deshace bajo la lengua, con regusto al Iggy más fuera de control, “Born In Luton” y una “Snow Day” repleta de matices y giros que, poco a poco, nos pasa por encima como una monstruosa montaña rusa de uñas y dientes. Charlie Steen a pecho descubierto entre el público y tiro de gracia con “Gold Hole”. Sudor y veneno made in England.
Abandonamos Londres (por momentos, si no fuera por el confeti, no sabríamos ni donde estamos) y, sin aliento, otro cañonazo de post-punk desde Brighton de la mano del quinteto Squid, con el cantante y batería Ollie Judge en el centro del huracán, a medio camino del noise, el free jazz y una jam que vuela sobre la electrónica industrial y el krautrock. Cuatro pistas de cada uno de sus dos discos, destacando del flamante “O Monolith” (23) una “Swing (In A Dream)” con cierto halo a los Sonic Youth más controladamente caóticos, y el cierre emocionante, afilado y melódico de una “The Blades” que nos deja flotando en la madrugada. De su fantástico debut brillan hasta cegarnos “G.S.K.” y ese funambulismo entre realidad e imaginación de “Narrator”, que se acerca a los diez minutos, con nervio funk y apabullante noise en su recta final.
Como cantaba Enrique por bulerías, “tambale, tambaleándose…”, pero aguantamos y nos quedamos para que Joe Unknown nos inyecte la última dosis de violencia sonora de la jornada, a ritmo de hip-hop y efervescente spoken word con espinas, originando un pogo tras otro con angulosas y ásperas piezas que terminan por zarandearnos sin piedad: de “Hell of Mine” a “Ride” o “Sirens”, del taxi a casa.
Viernes, 25 de agosto de 2023
El festival alcanza velocidad de crucero y las resacas van floreciendo a buen ritmo. La soleada jornada de hoy, con gran parte del público buscando sombra como el bien más preciado (interesante sería para próximas ediciones combatir el Lorenzo de alguna manera), comienza con el post-punk rocoso y emocional de Mausoleo, demostrando contundencia sonora y pegajosas melodías expansivas. De “Verte ser” a “Epifanía”, hasta llegar al himno final “La vida me escupe”.
Del nervio y oscuridad resplandeciente del trío valenciano, pasamos al pop luminoso de las argentinas Las Ligas Menores, que agitan al público del escenario Jarl, sumándose a cada estribillo de su cancionero. Del vibrante nuevo adelanto “Piedra del águila”, al cover “Todo lo que pienso” de los Pixies que hacen suyo, pasando por pistas claves de su discografía, como “En Invierno”, “1200 Km” o ese “Reanault Fuego” que estalla bajo una lluvia de confeti y alegría colectiva.
Con los jóvenes londinenses Sorry, no termino de conectar, aunque en las primeras filas vemos a un nutrido grupo de seguidores intergeneracionales que cantan y disfrutan muchos de sus temas. Ecléctico indie-rock que no consigue pellizcarnos en vivo. En cambio, con Porridge Radio, con Dana Margolin a la cabeza y muy bien acompañada, entramos en su juego a la primera, del “Give/Take” inicial, al sentido “The Rip” final. Margolin se deja el alma en cada interpretación, calándonos muy hondo en una “Good for You” rebosante de aromas, en la enérgica y pegadiza “Back to the Radio” o con una “Jealousy” que eriza la piel y corta la respiración.
Los veteranos The Notwist suben la media y la calidad en un cuidadísimo show en el que demuestran su maestría instrumental a cada paso, en una orgía sonora continua de sintes, saxos, melódicas, guitarras y una elegante y poderosa base rítmica que nos envuelve como un todo, desplegando una bruma doliente y sanadora al mismo tiempo. Los alemanes, con Markus Acher pilotando la nave, nos regalan algunas de sus piezas más emblemáticas y paran el tiempo con los surcos de “Neon Golden” (02): “Pick Up The Phone”, “This Room”, “One With The Freaks” y una “Pilot” como culmen de la velada que, con receta médica o no, debería consumirse, como poco, una vez al día.
Del virtuosismo melancólico de The Notwist, pasamos al power trío de la cantautora estadounidense Lindsey Jordan, alma mater de Snail Mail. Indie-rock guitarrero de aroma noventero, deudor de bandas como Pavement, The Cranberries o la omnipresente Velvet Underground, sin olvidar a Fiona Apple y Cat Power como claros referentes. Pistoletazo de salida a corazón abierto con “Pristine”, del disco debut de Snail Mail, “Lush” (18), del que también sonarán redondas la expansiva amarga dulzura de “Speaking Terms”, la brillante brisa de “Heat Wave”, con una guitarra crujiente y chispeante que podría haber firmado Nels Cline de Wilco, o ese rayo de luz que deja la sombra vencida en “Full Control”. De su segundo y último largo hasta la fecha, “Valentine” (21), más ecléctico y repleto de matices, no faltan temas centrales como el vaporoso dream-pop guitarrero de “Glory” o “Forever (Sailing)”, con ecos vocales de la mejor Björk, además del esperado tema titular, “Valentine” y sus crescendos enérgicos y luminosos.
Dos apuestas internacionales muy diferentes y esperadas se acercan: por un lado, la banda de San Francisco Osees, preparados para desatar la tempestad sónica, quizás, más contundente de lo que llevamos de festival; y por otro lado, el angelino, productor, cantante y guitarrista Nick Waterhouse, con su sexto disco, “The Fooler” (23) bajo el brazo.
La banda de la costa oeste, capitaneada por John Dwyer (guitarra y voz), Osees, nos colocan en el centro de un fuego cruzado que nos hace pedazos a base de una incendiaria (a más no poder) fórmula que va del garage-rock a la psicodelia, pasando por el noise más delirante y explosivo, el post-punk o la libérrima experimentación. Así, el apocalipsis y la locura colectiva nos abraza y abrasa a lo largo de un setlist que es una guerra sin tregua posible a lo largo de casi una veintena de canciones. Aunque tienen flamante disco que vio la luz hace menos de una semana, “Intercepted Message” (23), solo prueban un par de temas nuevos (la titular y “Blank Chems”), comenzando el show a tumba abierta con “Gelatinous Cube”, seguida del acabose “Funeral solution”, que en menos de dos minutos pone patas arriba el Canela Party al completo, para rematarnos con la compañera de surcos y fuego “A foul form”. La base rítmica de la banda, con Dan Rincon y Paul Quattrone, con baterías perfectamente alineadas y sincronizadas, nos golpean el pecho y el centro de la Tierra como si no hubiera mañana, con Tim Hellman al bajo haciendo lo propio y Tomas Dolas a los lisérgicos teclados. No dejan títere con cabeza, con Dwyer rezumando punk por los poros, exprimiendo su Gibson roja y aullando sin parar, firmando uno de los bolos más destructivos que recuerdo. El corrosivo broche final lo ponen con “Rogue Planet”, “Web” y la psicodelia nerviosa de una afiladísima “C”, muy en la onda anatolia y microtonal de la banda hermana (mismo fuego en las venas) King Gizzard & The Lizard Wizard.
Estamos para llamar a la grúa y que se lleve al depósito lo que queda de nosotros, pero Nick Waterhouse nos concede una vida extra a base de mucha clase y swing sobre las tablas, desplegando lo mejor de su repertorio, revestido de rhythm and blues, jazz, soul y rockabilly de altos vuelos; todo con una banda que lo sigue y arropa en cada movimiento, contrabajo incluido. Así, hace que se contoneen las estrellas que cuelgan del cielo del recinto ferial, con las elegantes y flamantes piezas de su último trabajo: de “Hide And Seek” a “(No) Commitment”, pasando por “Play to Win” y la desatada sensualidad de “Late in the Garden”.
Si el día anterior nos perdimos en un sobresaliente Triángulo de las Bermudas de post-punk británico, ahora toca quemar las naves con un tridente ganador patrio: Biznaga, Bala y Perro.
El post-punk combativo de los malagueños/madrileños Biznaga nos acelera las pulsaciones con una docena de hits marca de la casa, con “Bremen no existe” (22), su mejor disco hasta la fecha, aportando más de mitad del repertorio. La banda suena especialmente inspirada y bordan composiciones al alcance de pocas bandas nacionales, como “Una historia de fantasmas”, “Contra mi generación” o “Madrid nos pertenece”. De su descarnado LP debut, “Centro Dramático Nacional” (14) eligen la relampagueante “Máquinas blandas”, y de su anterior “Gran pantalla” (20) una “2K20” en la que late fuerte el espíritu de La Polla Record; y para la recta final, de su penúltimo “Sentido del espectáculo” (17), “Mediocridad y confort” y cierre con el himno “Una ciudad cualquiera”, cantada al unísono por todo el Canela. Puede que sea el mejor bolo nacional de esta edición.
Bala
Bala, las gallegas Anxela Baltar (guitarra y voz) y Violeta Mosquera (batería y voz) provocan una nueva sacudida en los cimientos del recinto con un show que es puro fuego y dentelladas sin pausa: de los riffs y guturales que provocan quemaduras colectivas en “Agitar” y “Hoy no”, al contundente grunge-metalero gallego “Rituais” o el “Territorial Pissings” de Nirvana que hacen suyo y ya nos tienen en el bolsillo. Siguen desgranando su espléndido último trabajo y nos vuelven a pasar por encima con “Una selva”, para terminar por masticarnos con “Colmillos”, pieza clave de su anterior “Lume” (17). Momento estelar con Anxela bajando del escenario y cantando entre el público incluido.
“Murcia es África” y Perro son los encargados de cerrar por todo lo alto la jornada del viernes, regalándonos dos contundentes temas nuevos (“Escucha Pariente” y “Coches Chungos”) y lo más adictivo de su cancionero: Del inquietante y frenético ritmo del “Pickle Rick” inicial, que les vendría como anillo al dedo a Osees (con una doble batería que no tiene nada que envidiarle a las de San Francisco), a la ultra rítmica y rompedora “Ediciones reptilianas”, pasando por las siempre triunfales y coreadas “La Reina de Inglaterra”, “Marlotina” y el “Martillo” final.
Sábado, 26 de agosto de 2023
Llegó el día más esperado, el gran pitote se acerca y hay que apurar los últimos detalles de los disfraces para lucir las mejores y locas galas. Colores, fantasía y buen rollismo haciendo performances mil en la entrada y esperando en la cola para el photocall. No faltan a la cita personajes como Iggy Pop, Chiquito con la patata caliente del Grand Prix, El Gran Lebowski en su sueño lisérgico con Vikinga Bolera incluida, Jake LaMotta en busca de su hermano/mánager Joe Pesci, o unos Ruinas de la Jungla muy malaguitas que se entremezclan con un grupo religioso que, en silencio y en los panfletos que ilustran su freak expositor, se hacen las preguntas claves de la vida… Además, descubrimos que hay negacionistas del Canela, que Super Mario Bros y Luigi, como Humor amarillo, nunca pasan de moda, o que los marcianos se encuentran, cada Canela, entre nosotros. En esta divertida espera y confraternización, nos toca ver desde lejos las tres primeras bandas del día: Alavedra, disfrazados de legionarios catalanes y encendiendo la mecha del gran pitote con “Lo que siento por ti”, para dar rienda suelta a la ironía que desprenden en sus letras, con interpretaciones de “La de Instagram”, “Tórrido Romance”, “Persona deconstruida” o “La jota del Poliamor”.
A la banda barcelonesa les sigue el cuarteto británico Lime Garden, disfrazadas de Kiss para la ocasión. Indie-rock y pop luminoso desde Brighton, con un repertorio que conecta rápidamente con el público y lo pone a bailar desde el primer minuto: de “Sick & Tired” a “Pulp”, pasando por las coloridas “Bitter” y “Marbles”.
Alguien pide una de gambas al aire y salen los madrileños La Paloma a escena con “Sigo aquí”, de su debut “Todavía no” (23), lanzando ese estribillo que cobraría sentido poco tiempo después: “Un estado emocional frágil, consecuencia de una vida fácil… Todavía no, que aún me queda tiempo…”. Aún nos quedaba tiempo, pero el clima ya apretaba con un terral que hizo subir las temperaturas un buen puñado de grados, mientras el viento despertaba poco a poco… El noise-pop seguía su curso y nos aferramos a los himnos intergeneracionales que disparaban los madrileños, como si el verano fuera infinito: de un “Algo ha cambiado” que suena más que nunca a El Mató, a los clásicos con los que se abrieron paso en esto, “Bravo Murillo” y el “Palos” final.
El año pasado tuvieron que suspender por problemas de salud de Yago y hoy salen, como siempre, a todo gas, demostrando una vez más que hay pocas bandas nacionales más solventes y divertidas en directo, Mujeres rules. Disfrazados con cajas de cartón con ojos en las cabezas, el sol se va despidiendo y “Cae la noche”, seguida de una balacera de hits pegadizos que invitan al pogo continuo, con el omnipresente bajista Pol Rodellar (firma el arte del festival este año, cartel, escenarios y merchan) volando entre el público a las primeras de cambio. Me encuentro a Isa (Triángulo de Amor Bizarro) y me comenta que andan preocupados por el viento… Sigue la fiesta con “Dije Fácil”, “Besos”, “Rock y amistad” y “Vete con él”, hasta llegar a “Un sentimiento importante” en el que nos dejamos las gargantas y aferramos para que no termine… Pero termina y anuncian que hay que suspender por el fuerte viento que ya comenzaba a tirar cosas y seguía creciendo… Desalojo y horas inciertas que, como conté al inicio de la crónica, presagiaban la cancelación definitiva… Pero no, tras el parkineo y fiesta callejera, se hizo el milagro, porque el Canela Party es una movida gordísima a prueba de huracanes.
King Gizzard & The Lizard Wizard
Sobrepasamos las doce de la noche y, con previo aviso de la organización (en continua actividad por redes) vuelve a abrir las puertas del recinto, con desfile de disfraces y alegría colectiva que no cabe en el ambiente. No se sabe como seguirá exactamente la meteorología, así que hay que salvar los muebles y readaptar rápidamente los horarios, sacrificando irremediablemente algunas bandas… Pero lo primero es lo primero: los australianos King Gizzard & The Lizard Wizard salen a escena como pilotos/comandantes y azafatos de avión, y volamos por los aires sin necesidad de motor ni viento, desde el primer segundo, nosotros, las orcas Gladis que plagan el recinto, embarcaciones y todo el atrezo y disfraces habidos y por haber. Puro fuego en un show reducido por lo ocurrido: del rugido y tromba de riffs de “Gaia” y el “Motor Spirit” inicial que abre el cielo en dos, a un “Mars for the Rich” meteórico al que parece que no vamos a sobrevivir… Pero sí, a duras y alegres penas, con Stu Mackenzie y el resto de cabezas del dragón australiano escupiendo llamaradas sónicas y ametrallándonos sin piedad en “Converge” y la compañera de nuevos surcos “Witchcraft”, enlazando géneros y libérrimas jams en una metamorfosis continua y apocalipsis controlado. Psicodelia sesentera en una “Am I In Heaven” que termina por acelerar bajo una lluvia de confeti y fusionarse por momentos con pedazos de la grandiosa “The Dripping Tap”. La montaña rusa sigue ganando velocidad y tomando giros imposibles, pasando por los rapeos de “The Grim Reaper” y una nueva jam intergaláctica que desemboca en la soulera y falsa calma de “Magenta Mountain”, en la que tomamos, por fin, un poco de aire. Nos rematan con uno de sus himnos más identificativos, una “Rattlesnake” que vuelve a sumergirnos en una locura colectiva de la que no queremos despertar.
Nos queda poca vida por hoy y los organizadores confirman las cancelaciones definitivas de Crack Cloud, Triángulo de Amor Bizarro y Sofia Kourtesis, pero todavía tenemos tiempo para seguir bailando en el infierno de los franceses Carpenter Brut, con una guitarra y batería que amenazan con destruirnos por dentro, más cover loquísimo del “Maniac” de Michael Sembello incluido que resucita hasta a los muertos; y después más madera con Cave In, en un concierto muy esperado por los fans de la banda y adictos al post-hardcore y metalcore con el que nos trituran, no falto de melodías y giros vocales.
Para las valientes y los valientes que siguen en pie, mientras Brava pincha en la zona de DJ, el fin de fiesta y la vuelta de tuerca caneliense la pone un Tim Harrington a tumba abierta con sus Les Savy Fav, en un show en el que intenta, entre locuras mil, colgarse de la luna con una escalera entre el público… Casi literal. Puro peligro y diversión, con una portentosa voz que nunca se apaga, desde el “The Equestrian” inicial, hasta llegar al esperado “Let's Get Out of Here” que marca el clímax final de los finales. Cuentan que Harrington, tras esta edición del Canela, ha instalado un cañón de confeti en el salón de su casa. Vivirlo para contarlo. El año que viene, no sabemos si mejor, pero más Canela fijo. Y si se le ocurre pasarse a un huracán, que venga disfrazado o no entra, avisado está.
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