Puede haber pocas cosas menos apetecibles en esta vida que presenciar sentado un concierto de Califato ¾. Lo he vivido dos veces y doy fe de que no hay por donde cogerlo. Y aunque haya que tirar de tópico esta vez, los andaluces desembarcaron por fin en Pamplona con el pleno conocimiento de que ya no habría sorpresas. Sí, a la tercera iba la vencida. Una sala, bien de tercios y otros menesteres, y sobre todo gente dispuesta a bailar y desgañitarse. Adiós prohibiciones, hola vida.
Con una ristra de cortes de algunas personalidades poniendo finos a Andalucía y a los andaluces, se subieron al escenario unos Califato ¾ repletos de energía a pesar de ser uno de esos domingos lúgubres y postdepresivos tan característicos del invierno de esta ciudad. Quizá por eso para cuando sonaron los primeros acordes de “Indiô der Cûh” la sala se encontraba todavía a medio llenar. El tema en cuestión sirvió para engrasar a la banda y desperezar a un público valiente que acudía repleto de esperanza a su particular misa bailable. Y con esas mismas intenciones respondieron los andaluces ya que no tardaron en desplegar "Çambra der Huebê Çanto" nada más iniciar el directo.
Como si estuviéramos adheridos a una cofradía punk, pudimos disfrutar de los primeros coros y bailes eclécticos del respetable al tiempo que hacía su aparición en el escenario Rosana Pappalardo para coordinar pasos y palmas y poner al servicio de las canciones el color alegre de su voz. El trío de "Buleríâ del aire acondiçionao", "En bûcca y câttura" y "Fandangô de Carmen Porter" demostraron la cantidad de registros de la banda con esa electrónica funky de la primera, pasando por el flamenco más pop de la segunda, y acabando con la melodía reposada de la última. Una “Pascual Márquez 33” menos serena que en su versión de estudio hizo las veces de preludio para un derroche electrónico en “Canelita en rama” que sirvió en bandeja uno de los platos fuertes de la noche. “La puerta” de Le Parody y reinterpretada por Califato es una de esas melodías de ritmo progresivo y ascendente imposible de generar indiferencia, con tramos bien diferenciados que aguardan la explosión y con una Rosana protagonista indiscutible en el cénit de la canción. Si se me permite la exageración, fue lo más parecido a una rave que hemos vivido desde marzo de 2020. “La bia en roça” le tomó el relevo y dejó bastante clara la mejora en el apartado vocal de los andaluces desde sus primeros pasos en el directo, con un registro cada vez más nítido y distinguido, ahora sí a la altura de su vertiente instrumental.
Ya encarando el tramo final y con un ambiente totalmente festivo, los Califato se pusieron el vestido de faraones para homenajear a Lola Flores en “Historia de un amor”, que hizo las delicias de los más flamenquitos, a la vez que desató el espíritu verbenero del respetable en “La bomba gitana”. La cotidianeidad y lo mundano de “L'ambôccá”, con ese combo perfecto entre electrónica y castañuelas, allanó el terreno para el inicio de la Semana Santa que se nos revela en esa "Crîtto de lâ Nabahâ" recubierta de ritmos reggeatoneros, drum’n’bass y unas trompetas que lo mismo sirven para anunciar un principio que un final. Un epitafio en el domingo pamplonés que estuvo firmado por su particular versión del Himno de Andalucía. Buenos días, Navarrería.
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