CALEXICO
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CALEXICO

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Redacción — 01-03-2001
Fotografía — Archivo

De una manera casi imperceptible, pero real, y sin exagerar, se puede decir que Calexico se están convirtiendo, y por mucho, en una de las propuestas más interesantes del panorama musical internacional. No ganan Premios Grammy, ni visten chándals de diseño, ni han descubierto nada que no se supiera antes, pero desde una perspectiva musical aglutinadora, abarcando tex mex, country, rock, lounge, mariachis y un tremendo buen gusto, sencillamente lo bordan. Su concierto en Bilbao comenzó con una imagen poco usual: en el reformado escenario de la sala Azkena se agolpaban hasta ocho músicos y un agazapado contrabajista luchaba para no empotrar su gigantesco instrumento contra el techo. A partir de ahí, comenzó la magia. Basando su repertorio en los excelentes “The Black Light” y su reciente “Hot Rail”, y respaldados por un excelente sonido, la banda de unos entregados Joey Burns y John Convertino, formada por trompetas, guitarra, contrabajo, batería, lapsteel guitar, xilófono y percusiones varias mostró su pericia técnica (destacable la impactante labor a las baquetas de Convertino), y algo más importante: su dominio del tempo. Los temas instrumentales daban paso a otros más dinámicos, para a su vez adentrarse en densos y sugerentes pasajes, sin prisa, sin pausa y, sobre todo, sin abusar. La voz de Burns comenzó temblorosa para ir ganando confianza y el resultado estuvo a la vista: fue algo así como asistir a una triple sesión de spaguetti western, Flaco Jiménez y Johnny Cash, con pinceladas jazzies y momentos de clímax distorsionado. ¿Alguien lo entiende? Los allí presentes sí. Si a eso le añadimos que estos tipos forman parte de los geniales Giant Sand, la felicidad (y perplejidad) no puede ser mayor: dos al precio de uno.

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